El suicidio del dictador

    Balmaceda el presidente
Se suicidó por su mano
Dió cuenta al Dios Soberano
De su vida hasta el presente.

    Veinte dias se ocultó
Donde el ministro arjentino,
Preparó su desatino
I él mismo lo consumó
Cuando a la Junta mandó
Para ver si era induljente,
Esta lo halló delicuente,
I sufrió un nuevo fracaso;
Por esto se dió un balazo
Balmaceda, el presidente.

    La Junta le contestó
Que por gracia se le haria
Todo cuanto le pedia;
Pero perdonarlo…nó.
Quizá este hombre se acordó
De haber sido cruel tirano,
Imitando a Diocleciano
Con su corazón de hiena…
I por no ver su condena
Se suicidó por su mano.

    La jente, en grupos decia
«Queremos ver al difunto»,
Pensando en algun asunto
De venganza en aquel dia.
Don Cárlos les respondia:
—«Es la verdad, pueblo hermano»
I el señor Lisboa, humano
Cura, nos aseguró
Que aquél que nos oprimió
Dió cuenta al Dios Soberano.

    Sobre un bufete dejó
Cuatro cartas-despedidas:
Una a su madre querida,
Otra a aquél que lo ocultó.
Otra su esposa encontró
I otra un amigo elocuente;
Pero su libro, patente
Se abrirá, según opino,
En el Tribunal Divinio,
De su vida hasta el presente.

    Al fin, lector, como digo,
Bueno es que oigas mi voz:
Olvidando al mismo Dios,
De todos fué un enemigo.
El presidente consigo
Llevó armas de destruccion
Y jamás perdió ocasion
De aflijirnos con agravios;
Por eso los hombres sábios
Lo han comparado a Neron.

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