EL HORRIBLE CRÍMEN
DE
BELARMINO PONCE
EN EL HOTEL DE LOS ANDES

    Amadísimos lectores
Vuelvo por la vez centécima,
A darles cuenta, otra vez
¡De otra sangrienta trajedia!
De las más horripilantes
Que se han viste en esta tierra,
Tan digna de mejor suerte,
Cuya honradez se pondera,
No diré entre los vecinos
De la hermosa Sud-América
Si no que, en las cinco partes
Habitadas del planeta.
    Vuelvo, repito, a narrarles
Un episodio que aterra
Y que ha tenido lugar
En esta ciudad tan bella,,
Ciudad que el mundo intitula:
Del Pacífico la reina
    Voi al hecho. En el gran barrio
Del Almendral (que hoi ostenta
Una inmensa población)
Un restaurant se encuentra
Llamado el «Hotel los Andes»;
A dicho hotel se presenta
—Harán seis meses y dias—
Una amorosa  pareja
A alquilar, por una noche,
De aquel hotel una pieza.
    Toma la número diez
Que está contigua o mui cerca
De la cocina; y, por esto,
El varon no la halla buena,
Y exije que le den otra.
Le dan la catorce, y queda
La pareja, en aquél cuarto,
En tranquilidad completa.
    El varon, es Belarmino
Ponce (huasquino) que cuenta
Veintidos años de edad,
Tiene bonita presencia
Es alto, blanco y bien hecho;
Su mirada es altanera
Tiene poco bozo, y tiene
Nariz un tanto aguileña;
Boca grande y dientes blancos,
Blanquisimos; frente estrecha;
Pelo liso y negro; y tiene
Ojos de pestañas crespas
    Ella es, Socorro Rodriguez;
Dieziseis años apénas
De edad cuenta. Es chiconcita
Y de cara nada fea;
Y es un tanto vivaracha
La simpática morena.
    Como a las diez de la noche
En aquella pieza reina
El mas profundo siiencio
Que es posible y darse pueda.
Pero apróntense, lectores,
Y pongan oreja atenta
Para que empiecen a oir
Lo que va a pasar en ella
Belarmino está acostado
Y pone su mano izquierda
Sobre ej cuello de la jóven;
Y le habla esta manera:—
«Mira, Socorro: yo te amo
Como a nadie, en esta tierra;
Pero tú me pagas mal.
¿No tuvieras la franqueza
De decirme —sin mentir—
Con voz tranquila y serena.
A cuál de los dos preñieres?…
Dimelo, ingrata morena,
Sé franca. Dí la verdad,
Y de Ponce nada temas!»
    Dice Ponce que la niña
Le dijo la verdad neta,
Verdad que para él venia
A ser de las más adversas.
    Al oir tal cosa, salta
De la cama, y con presteza
Saca un afilado corvo
Que bajo la cabecera
Tenia oculto; y con él
Una tajada tremenda
Le dió a la infeliz Socorro
Que agonizando la deja.
Y al punto otra gran tajada
En la garganta le pega.
Con las ánsias de la muerte
La desgraciada se huelca
Y cayó al suelo, y allí
En charcos de sangre envuelta
Espiró en pocos segundos
Vietima de un hombre fiera,
Pero victima tambien
De su fatal imprudencia.
¿Para qué fué a confesarle
A su amante sus bajezas?
    Pero no porque espirara
La Rodriguez, Ponce cesa
De darle de puñaladas:
Despues que estaba bien muerta
Le dió una fiera estocada
En el vientre iy le echó fuera
Las tripas….. ¡Oh, Ponce cruel!
Hiena, de sangre sedienta,
¿No te basta ver sin vida
A aquella pobre morena
Que siempre sigues pegándole
Puñaladas por docenas?
    Veintinueve puñaladas
Le pegó con mano séria
Belarmino a la Socorro
Después que ésta estaba muerta.
    Cuando se hartó ya aquel hombre
De apuñalearle, se acuesta
A dormir. Y durmió un sueño
Como si tal hecho hubiera!
Despues que durmió tres horas
Despertó a las cuatro y media
Y, como quien nada ha hecho,
Se sienta junto a la puerta
De lapieza….. y grita:— «¡Mozo!
Tráeme aquí una botella
De cerveza.» El mozo, pronto
Le lleva allí la cerveza,
Que la bebió Belarmino
Contan grande complacencia,
Qu e el mozo dijo entre sí:
«Este hombre está como en fiesta».
    Un cuarto de hora despues
El dia a clarear empieza
Y Ponce sigue sentado
Siempre en su silla a la puerta

De la pieza. Y el llavero
A la dicha puerta llega;
Y ve adentro y en el suelo,
De la víctima una pierna
Que no la distingue bien;
Y pregunta con sorpresa
Qué es lo que ve, a Belarmino,
Que al instante le contesta:
«Es que maté ese ca… racho
Por infame traicionera.»
……………………………………
    El mozo al punto da parte
A su patron, de la muerta
Que hai en la pieza catorce
Donde aloja la pareja.
Se llama a la policía,
Y un sarjento se presenta
Con otro guardian del órden.
A la maldecida pieza
Donde la Rodriguez yace
Cuasi destrozada entera.
    Desde el instante que el mozo
Descubrió aquella trajedía,
La aterradora noticia
De una nueva tan funesta
En todo Valparaiso
Corrió como voz eléctrica.
    Luego tambien en un coche
Al hotel, Los Andes, llegan
El médico de ciudad
Y el severo juez de letras.
Por un instante abismados
Ambos señores se quedan
Ante el horroroso cuadro
Que a su vista se presenta
La occisa está degollada,
Tiene tajeada las piernas,
El estómago hecho tiras,
La barriga abierta entera
De cuyo centro ha salido
Todo el menudo….. ¡qué horror!
No sigo en esta tarea
Porque, si sigo, la sangre
Y el alma se me conjelan!

    En l[a]s interrogaciones
Que le hizo el juez de letras
Al terr[i]ble matador,
Les da[r]é aquí una no mas
De Bel[a]rmino, y fué ésta
Cuandoel juez le preguntó
Al reo, con voz severa,
Que «¿a qué horas ultimastes
A esta niña?» Le contesta:—
«Si yo no tengo reloj…
Como [q]uiere que lo sepa?»
¿Qué t[a]l? Es edificante
Esta famosa respuesta!
De ahí lo remitió el juez
A la p[o]licía y de ésta
Pasó a la cárcel y allí
Ha esp[e]rado su condena.
Interta[n]to, de la tísis
El reo Ponce se enferma
Y es l[l]evado al Hospital
En donde luego se alienta.
Y como las monjas todas
Tembla[b]an a su presencia,
Vuelve otra vez a la cárcel,
Donde el banquillo le espera.

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