Elisa Juana Moreno
engañaba a su marido
i por su amante querido
a aquel le daba veneno;
su proceder a lo meno
era cuerdo en demacía;
cada vez que le servia
a su marido un remedio,
le echaba arsènico al medio
para ver si se moria.
La salud fué decayendo
del honrado caballero,
su médico cabezero
con pesar lo estaba viendo:
al fin se salió muriendo
i su mujer indecente
contrajo al dia siguiente
con su amante casamiento
i al Juez del departamento
los denunció una sirviente.
¡Por los cachos del demonio
i el rodete del ombligo,
qué merecido castigo
cayó sobre el matrimonio!
Resultó del testimonio,
probado el delito fuerte
i ya está por poca suerte
condenada la infeliz,
a sufrir por su desliz
la dura pena de muerte.