A las dos de la mañana
Sacaron a la Condesa,
Para llevarla al desierto
A cortale la cabeza.
En la prision donde estaba
Dió a luz a su hijo amado
Y le puso desdichado
Porque desnudo se hallaba
Lo abrazaba y lo besaba
Como una madre cristiana.
Le clamó a la sobarana
Con un cierto frenesí,
Porque iba a salir de allí
A las dos de la mañana.
En la misma noche aquella,
Sin tardanza ni demora
Entró donde su señora
Una querida doncella.
Le llevó a su ama bella
Papel con gran lijereza,
Y ella pronto y con presteza
Hizo la carta en seguida,
Para quitarle la vida
Sacaron a la Condesa.
A Enrique y a Conrado
Mandó Golo al momento,
Que fueran sin miramiento,
A cumplir lo decretado,
Ambos dos con desagrado
Obedecieron, lo advierto,
Uno y otro como muerto
Entraron con pecho sano,
A tomarla de la mano
Para llevarla al desierto.
La madre tomó a su hijo
En brazos y lo siguió
Y con los hombres salió
Con gusto del escondrijo,
Por nada hoi dia me aflijo
Dijo ni siento tristeza,
Los verdugos con gran priesa
Con un instinto sencillo,
La sacaron del Castillo
A cortarle la cabeza.
Al fin la jóven esposa
Le clamaba al Dios divino,
Y al lugar de su destino
Marchaba triste y llorosa,
Por ser buena y virtuosa
Decía voi yo a morir
Perdon principió a pedir
A sus dos ejecutores
Le atendieron sus clamores
Y la dejaron vivir.