UN CRIMEN
QUE DEBE DE CASTIGARSE

Al entrar a escribir estas lineas me
tiembla la pluma en la mano i hasta
se me quiere caer, i si la pluma tiem-
bla es porque el pulso está tembloroso,
pienso i digo yo mismo qué periodista
habrá que escriba en estos momentos
críticos que nos encontramos, que no
se horrorice al pensar en nuestro go-
bierno antipatriótico que tenemos, to-
do el que escriba en estos dias i que
sea chileno, nacido en esta bella patrial
tan progresista, como industrial, ten-
drá que maldecir una i mil veces a su
Excelencia el señor Errázuriz, i a dos
de sus ministros, i a los que mandó a
Buenos Aires de delegados, a defender
nuestros limites de la Puna de Ataca-
ma, terrenos que le costaron tanta san
gre a Chile para conquistarlo i ahora
que hayan venido estos tránsfugas
traidores, que han traicionado a su par-
tido, han tenido el cinismo i sinver-
güenzura de entregarlos a la Repúbli-
ca Arjentina, como que en algún tiem-
po hubiese sido de ella la Puna del
Atacama, es de Chile porque la con-
quistó por su bueno despues de haber
perdido miles de chilenos en la guerra
Perú-Boliviana, por conquistar esa par-
te que se llama la Puna, i ahora que
se la vengan a entregar a los señores
arjentinos.
  Fíjense los chilenos que son 70,000
kilómetros los que les regalan a los 
arjentinos, por un abrazo que le dió el
chico de la Moneda, al Presidente Ro-
ca, en la entrevista que tuvieron en
Punta Arenas.
  No son dos, ni tres leguas las que
perdimos, son cientos de leguas, i no
es propio que dejen nuestros pueblos
que se la lleven ellos porque es una
ofensa que se le hace a la nacion, al
ejército i a la marina. Esa parte que
perdemos recien de nuestro territorio
es una porcion de terreno valioso para
Chile.
  Si en el tratado del ochenta i uno se
le entregó la Patagonia, fué porque
nuestro Ejército volvia recien de la co-
losal guerra que habia tenido con las
dos naciones del norte, i llegaba fati-
gado i rendido por la larga jornada
que habia hecho a las costas del Perú
  Tenia que celebrar sus glorias i sus
triunfos que se habia ya ganado en
tantas batallas que habia peleado con
un ejército el doble mas que el de no-
sotros, Por eso fué que le dimos la Pa-
tagonia; no se la dimos por miedo, se
la entregamos por descansar un tiem-
po de las fatigas de las grandes mar-
chas que habiamos hecho para hacer
humillarse a nuestras plantas al ejér-
cito cholo, que estaba tan ufano en sus
posesiones, i que la contaban tan se-
gura esos maricas de vencernos; i lo
cual que con nuestros rotos se les tur-
bó. Así como les pasó a los peruanos
i bolivianos, estamos seguros que tam-
bien les puede pasar a los bullangue-
ros cuyanos, que están tanto tiempo
por pegarle a Chile i hasta el presente
que escribimos no se han animado.
  Todavia todo se les va en hablar i
meter bulla i comprar armamento de
infantería, caballería i buques de gue-
rra para que se lo traguen las aguas,
sin entrar en combate, como serán de
prácticos los marinos que tienen en su
escuadra cuando en cualquier parte
encallan o chocan contra una roca, par
ra quedar inservible.
  El noventa i uno tuvimos de Pre-
sidente a un chileno amante de la pa-
tria i no como el fantoche que tene-
mos hoi en la silla que se sentó el gran-
de hombre José Manuel Balmaceda. I
estos sarcasmos que hemos tenido de
presidentes despues del nefando triun-
fo del noventa i uno, debian haber sido
sentados en bancas de palos de sauce
de ese árbol que no da frutos ni pro-
ductos, i que solo sirve su madera al
gunas veces para echarla al fuego.
  Así han sido los dos presidentes que
hemos tenido, que no han dado ningun
producto a la nación, ni la han hecho
progresar.
  I este que tenemos ahora lo que ha
hecho, ya apesta, porque lo que quiere
es la miseria para la nación, i quiere
que seamos humillados por otros paí-
ses estranjeros.
  I qué hacen los pueblos que no des-
piertan de ese sueño en que están ale-
targados i se reunen todos en un mis-
mo dia i se pre[s]enta a la Moneda a ha-
cerle ver a su Exce encia i a sus Minis-
tros qué tienen pensado en su admis-
nistración o mas bien qué quieren ha-
cer con nuestro madre patria que la
están haciendo pedazos para entregár-
sela a los valientes arjentinos, que ufa-
nos se pavonean en el oriente diciendo
que de miedo le hemos entregado la
Puna. Mañana se les va antojar que
les demos toda la frontera hasta Con-
cepcion i se la daremos.

Daniel Meneses,
Poeta Nacional.
MORANDÉ, 8 A.
Imprenta: Moneda, 1027

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