Cuando en el suelo me vió
me saltó con lijereza
juntito de la cabeza
el bolazo retumbó;
ni al cuchillo respetó
i al tiro se fué a agarrarme,
ahí pretendió ultimarme
sin dejarme levantar
i no me daba lugar
ni siquiera a enderezarme.
Como el indio no me suelta
toda mi fuerza ejecuto
pero abajo de aquel bruto
no podia darme vuelta;
Dios Poderoso del Delta,
quién te puede comprende
cuando a una débil mujer
distes en esa ocacion
la fuerza que en un varon
talvez no pudiera haber!
La pobre mártir se arrima
olvidando su aflixion
le pegó al indio un tiron
que me lo sacó de encima;
si no es porque ella se anima
no salgo de aquel apuro
i un rato mas, de seguro
que el indio me sacrifica,
mi valor pues se duplica
con un ejemplo tan puro.
No se podia descansar
me chorriaba a mi el sudor,
en un apuro mayor
jamas me he vuelto a encontrar;
nos volvimos a topar
como deben suponer,
era mayor mi quehacer
para impedir que el brutazo
le pecara algún bolazo
de rabia a aquella mujer.
Nota: versos basados en “La vuelta de Martín Fierro” de José Hernández.