X.
Entre tanto al Covadonga
¿Qué suerte habia tocado?
Ya hemos visto como pudo,
Hábilmente gobernando,
Evitar en la bahía
Ser tambien acorralado;
I poniendo proa al sur
Maniobraba procurando
No disminuir la distancia
Por no ser espoloneado.
Pero su andar era lento,
Pues estaba agujereado
Con el balazo del Huáscar
Que le habia traspasado,
Al principio del combate,
En los primeros disparos:
Para poderse salvar
Necesitaba un milagro.
Sin embargo, el bravo Condell
De improviso iluminado
De una idea salvadora
Que Dios le habia inspirado,
I que solo consistia
En buscar siempre los bajos
I ver si al buque enemigo
Se conseguia encallarlo;
Puso por obra al momento,
Audazmente secundado,
Por Orella su segundo,
Este plan desesperado,
I sin perder un instante
Huyendo, pero sondeando,
Desafiaba al enemigo
Con irritantes sarcasmos,
I gritando ¡Viva Chile!
Con indecible entusiasmo
Contestaba bravamente
A los fuegos del blindado
Disparando con sus rifles
Un fuego vivo i graneado,
Que diezmaba horriblemente
Los artilleros peruanos.
XI
Así, por algunas millas,
Ambos buques navegaron;
Covadonga perseguido
I persiguiendo el blindado.
Los comandantes veian
Desde sus puestos parados
Sus movimientos, i oian
Aun sus voces de mando,
I hasta tiros de revólver
Pudieron haber cambiado,
Tan corta era la distancia
Porque estaban separados.
Para el buque perseguido
El momento era apurado
Pues aun hasta de tierra
A hacerle fuego llegaron,
Mas él sin amedrentarse
Contestaba estos disparos.
De repente, el bravo Condell
Sintio como que su barco
Rozaba algo en el fondo
Con su quilla, i en el acto
Creyó llegado el momento
Que tanto habia deseado.
Redoblando su enerjía
Siguió siempre provocando
Las fúrias del enemigo
Con sus valientes soldados.
Hubo un audaz marinero
Que en el aire tremolando
Dos banderas tricolores.
Les gritaba a los peruanos:
«¡Son ustedes unos cobardes,
Traicioneros i villanos!”
Ademas, desde las cofas
El atrevido Juan Bravo,
Disparaba con su rifle
Causando muchos estragos
En los cabos de cañones
Del enemigo gritando:
«¡Viva Chile! cayó otro
De esos inmundos peruanos!”
Con tales provocaciones
El enemigo cegado
Por la rabia, se lanzó
Furioso i desesperado
Hácia el débil Covadonga
Para en el mar sepultarlo.
De repente… un choque horrible
Hizo crujir al blindado
I… la previsión de Condell
Se habia al fin realizado:
La terrible Independencia
Contra una roca chocando
En Punta Gruesa su tumba
Habia al fin encontrado.
XII.
Lijero como un corcel
El Covadonga virando
Vuelve sobre el enemigo
I le sigue disparando
Con certeras punterias
Que introducen tal espanto
En los del buque perdido,
Que empiezan a echarse a nado.
Fué entónces cuando rendidos
Ya, por fin, se confesaron:
Luego, arriando su bandera,
La de parlamento izaron,
Pidiendo de viva voz
Moore a Condell, que en el acto
Mandara a bordo sus botes
Para su buque entregarlo.
Pero Condell preveia
Que el Huáscar en poco rato
Llegaria i… ¡pobre de él
Cuando encontrara varado
I perdido para siempre
Al sosten de los peruanos!
Hizo, pues, rumbo hácia el sur
I partió en Dios confiado.
Ya era tiempo, pues el Huáscar
Veloz venia llegando
I en unos pocos minutos
Quedó pronto cerciorado
De la catástrofe horrible
Que ahí se habia efectuado.
Creia el coloso hallar
Al Covadonga apresado
I se encuentra con que ha sido
Su compañero el varado.
Precipitado i furioso
Socorre pronto a los náufragos,
Incendia a su compañera,
I lijero como un rayo
Se lanza en perseguimiento
Del Covadonga en el acto.
Fué ya tarde, pues la noche,
Que se venia acercando,
Favoreció al perseguido
Que, haciendo agua i averiado,
Llegó al fin a Tocopilla
En donde ya quedó en salvo.
XIII.
Tal fué el fin desta jornada
De terribles consecuencias.
Para el Perú, i para Chile
De inmarcesible grandeza.
Un puñado de valientes
Con su increible entereza
Han dejado en nuestra historia,
Con letras de oro impresa,
La pájina mas sublime
Que en sus anales se encuentra.
¡A ellos, pues, tributemos
Gratitud i gloria eterna,
I que esa pléyade ilustre
De héroes, benditos sean!
José Epitacio Soto.
IMP. DEL MERCURIO — 1880.