A las 12.20 horas, llegaron al Cemente-
rio Católico los familiares de Alberto
Caldera, entre los que estaban sus her-
manos Homero y Pompeyo. No concurrie-
ron sus hijas Ester, Elsa y Lucila. Un gru-
po de periodistas, que había seguido el
furgón que conducia el ataud del ajusti-
ciado, fué provocado, primero de palabras,
y, luego, agredido a pedradas. El inci-
dente culminó cuando Homero sacó su
pistola, descargándola contra los reporte-
ros gráficos especialmente, sin fatales
consecuencias.
El dolor de los hermanos restallaba,
así, en una comprensible ira.