TREMENDAS DESGRACIAS

  La calle Martinez Rosa
Ayer sorprendida fué
Por un suceso, diré,
De una esplosion monstruosa.
Un don Arsenio Espinosa
Ajente mui acreditado
Con sus hijitos al lado
Estaba limpiando un huerto,
Cuando se encontró, por cierto,
Con un objeto ignorado.

  Esta era una granada
Que al mirarla don Arcenio
No descubrió con su injenio
Esta granada embarrada
La tomó sin decir nada
I al mirarle un portillito
Mandó buscar un clavito
Para abrirle ciertamente,
I aquí es donde el pobre Ajente
Mui herido lanza un grito.

  Al golpe que dió Espinosa
Con su clavo en la espoleta
Esta jiró mui secreta
En una forma espantosa.
A los gritos, pues, la esposa
Corrió al huerto mencionado,
Allí a su esposo amado
Lo vé sumamente herido,
I a sus hijitos queridos
En un lamentable estado.

  Ahora les hablaré
De Pablo Aguirre señores
Este jóven, mis lectores,
A Batuco un dia fué
A cazar patos, diré.
En una grande laguna.
Al matar, pues, por fortuna
Un pato corrió a traerlo,
I aquí se ahogó sin cojerlo
En el agua inoportuna.

  Al verlo sus compañeros
Al pobre Aguirre ya ahogado
En busca del desgraciado
Se lanzan los caballeros.
Para esto unos obreros
Trajeron el mismo dia
Le buscan con enerjia
Pero nunca lo encontraron,
Pero al fin su cuerpo hallaron
Unos de la policia.

  Con un sanson, finalmente,
Terminaré al parecer,
Este hombre a su mujer
Le dió una frisca indolente.
Durmiendo tranquilamente
Al regresar la encontró.
Tanta impaciencia le dió
Que tomándola del pelo
Veinte cuadras sin recelo
Por las piedras la arrastró,

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