¡Ai triste de mí qué haré!
Ya se fué mi dueño amado.
A mi precioso adorado,
¿A dónde lo buscaré?
Luego que Jesus murió
A los tres reos bajaron
I los huesos les quebraron,
María todo lo vió;
La Madre se desmayó
Al ver su hijo diré
Enclavado de los piés;
Con amargura crecida
Llorando a todos decia:
¡Ai! triste de mí qué haré!
Desecho ya el corazon
María tiene de pena
I solo la Magdalena
La acompaña en su afliccion.
Los otros testigos son
Del dolor que ella ha pasado
Mil veces se ha desmayado
Aferrada de la cruz,
Diciendo al ver a Jesus
Ya se fué mi dueño amado.
Ella ha presenciado el cielo
Cuando su hijo murió,
Que de luto se vistió
Para mayor desconsuelo.
Ademas ha visto el velo
Del templo que se ha rasgado;
Ve al sol que amoratado
Pálidamente ha salido,
I ella esclama ¡ai si han sentido
A mi precioso adorado!
Cuando todo contempló,
Una espada de pasion
Le atravesó el corazon
Porque a su hijo no vió.
¿Qué es de mi alma? gritó
En el sepulcro despues;
Le han sepultado qué haré,
Gritaba mas aflijida,
Ya se fué mi alma querida
¿A dónde le buscaré?
Por fin, Juan el mas querido
Apóstol de Jesucristo,
Resignado i mas provisto
A Maria ha recojido;
Con el deber ha cumplido
Que Jesus le encomendó.
Magdalena acompañó
A María en su amargura,
Porque aquella Vírjen pura
Triste en el mundo quedó.