Escucha dueño querido
Los llantos de quien te ama,
Que con suspiros te llama
Un corazon aflijido.
Veo que tu indiferencia
Sin haber una razon
Le quita a mi corazon
Dia a dia su existencia.
Si no deseas oir
Mi melancólica voz,
Te pido tengas, por Dios,
Compasion de mi sufrir.
Te ruego, pues, con razon
Que atiendas por un momento
Este último lamento
Que envia mi corazon.
Señores i señoritas
Pues acaban de escuchar
Los lamentos de una niña
Que no la quieren amar.
Mi desventura i consuelo
Le quiero al mundo contar,
Por ver si puedo encontrar
Un socorro en este suelo.
Soi, pues, la mas desgraciada
Nunca encuentro compasion,
I deseo un corazon
En mi vida acongojada.
Mi vida es una amargura,
Mi pensar es un tormento,
Mi sufrir es un lamento
Que doi en mi sepultura.
Porque yo estoi en la vida
Sepultada en el dolor;
Tu sepulcro es, pues, tu amor
I estoi por él combatida.
Por fin, pueden disculparme
El verso que les canté,
Por que ya he manifestado
Lo que por amar pasé.
Hojas sin perfume son
Las que arrastra siempre el viento
Pero no es un pensamiento
Nacido del corazon.
Hojas tristes, sin fortuna
Son siempre las destrozadas
Pero ¡ai! tan desgraciadas
Como yo no hai ninguna.
Hoi desprendida de tí
Solo vago en este mundo
Sin hallar un sér segundo
Quien tenga piedad de mí.
Las raices del pesar
Han nacido en un abro jo,
I llanto no hallo en mi s ojos
Con qué poderlas regar.
Por fin, soi la desgraciada
Que vivo en las amarguras,
Yo no sé lo que es dulzura,
Soi siempre desconsolada.
¿Por qué no vas al momento
A aliviarme en mi sentir?
Mira que voi a morir
Por causa de un gran tormento.
Si soi tuya, ven ingrato
En tus brazos llevamé,
I en tu pecho dejamé
Descansar siquiera un rato.
En las brumas del dolor
Sumerjida estoi por tí;
Ten, pues, compasión de mí
Te suplico con amor.
¿Dime qué quieres hacer
Si no vienes a ampararme,
O deseas ya matarme
Con tan doble padecer?
Por fin, ¡oh querido dueño!
Ya bastante te he llamado,
Ven, pues, no seas calmado
Con tu carácter halagüeño.
JUAN BAUTISTA PERALTA.—Calle Huemul, 34.