Ya con la vida pagó
El que dió muerte alevosa
A la señora Larrosa
I varias cosas le hurtó.
De la capilla salia,
Y a cada paso que daba,
El crucifijo besaba
Con mirada enternecida.
Con una pena crecida
Y rezando en alta voz,
En el banco se sentó
A sufrir la última pena:
Se cumplió en él la condena,
Y con la vida pagó.
Se desmayaba la jente
Al resonar de los grillos;
Lloraban viejos i niños
Al ver a aquel delincuente.
Gacha hácia el suelo la frente
Con mirada vergonzosa.
Toda la jente penosa
Quedó cuando resonó
La descarga que ultimó
Al que dió muerte alevosa.
Tambien presenció la jente,
Cuando en alta voz rezaba,
Que sus ojos inundaba
De lágrimas un torrente.
De dolor prueba evidente
Por su accion tan desastrosa.
Y con mano temblorosa
El crucifijo abrazó
El que la vida quitó
A la señora Larrosa.
Se hincó mui de buena gana
Y esperó la absolucion
Y la santa bendicion
De la relijion cristiana.
Ese dia en la mañana
En oracion lo pasó,
Confesándose con Dios
De su culpa cometida.
Ese infeliz homicida
Que varias cosas hurtó.
Al fin, Dios ha recibido
La alma de ese pecador,
Depurada en el dolor
Por el castigo sufrido.
Criminal arrepentido,
Ha alcanzado su perdon.
Como en igual situacion
Alcanzólo en el Calvario
Otro infeliz perdulario
Que se llamó el buen ladron.
JUAN DE DIOS PERALTA.
Impreso por P. Ramirez.—Echáurren, 6.