Gloria al Pontífice Romano.

     Aplastada su cabeza
  Y la Virjen sonreia
  Un oráculo sagrado
  Sin pecado concebida.

  No excede aureola alguna
A la suya en arrebol;
Y va vestida del sol
Y calzada de la luna.
Las estrellas, una á una
Esmaltaron su belleza
Y, por colmo de grandeza,
Debajo su pié inocente
Enseñaba la serpiente
Aplastada su cabeza.

  El Pontífice romano
Estático la miraba;
Ella tambien contemplaba
Al ánjel del Vaticano.
Habló al jeneroso anciano
La santa Virjen Maria
Ninguno el coloquio oia,
Mas en tanto que duraba,
El santo varon lloraba
Y la Virjen sonreia.

  Despues tras el blanco velo
Y en alas de los querubes,
Fué la Virjen por las nubes
Elevada al alto cielo.
Alzóse tambien del suelo
El anciano venerado,
Y puesto en el encumbrado
Sitio en que su trono brilla,
Pronunció desde su silla
Un oráculo sagrado.

  Siglo de vanas ficciones
Y peregrinos portentos,
El de los raros inventos
Y las grandes concepciones.
Derriba las iluciones
Con que alimentas tu vida;
Que tu ciencia presumida
Jamás á su obra dirá
Como á la Vírjen que está
Sin pecado concebida.

  Así el justo se arrodilla
Lleno de santo fervor,
Ante el Supremo Hacedor
Que obró tan gran maravilla;
Sin pecado y sin mancilla
Nació la Vírjen sagrada
Y por eso aleccionada
Por la suprema verdad,
A una voz la cristiandad
La llama la Inmaculada.

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