Ya se murió mi marido,
Ya se murió mi consuelo,
Ya no tengo quien me diga:
Ojitos de terciopelo.
Insoportable tormento
es el que yo estoi sufriendo
copioso llanto vertiendo
sin descansar un momento;
es causa del sufrimiento
el fiel amor que he perdido,
mi corazon mal herido
pensando en él cada instante
dice siempre zollozante:
¡ya se murió mi marido!
En dónde hallaré otro esposo
mejor que el que se me ha ido?
¿cómo invocar al olvido
que venga a darme reposo?
él, tan bueno i jeneroso,
puso en mí todo su anhelo;
a su lado tuve el cielo
i hoi vejeto en el infierno,
mi duelo ha de ser eterno,
¡ya se murió mi consuelo!
“Preciosa chinita de oro,
fiel i dulce tortolilla,
lucero que en mi alma brilla,
mi incomparable tesoro,
dulce prenda a quien adoro,
remedio de mi fatiga,
bellísima i tierna amiga,
ideal de mi pasion,
¡tanta bonita esprecion
ya no tengo quien me diga!
Llevo en mi pecho grabado
su cariñoso semblante,
i es dificil que otro amante
haya sido mas amado;
bien merece ser llorado
en duro i eterno duelo;
hai ocacion que en mi celo
me parace estarlo oyendo
que el pobre me está diciendo:
«ojitos de terciopelo»
Corazon enamorado.
corazon adolorido,
de tanto que habeis sufrido
¿cómo no te habeis secado?
como Dios me ha conservado
para sufrir tal dolor?
cada dia siento peor
la amargura de mi pena
porque tengo el alma llena
del mas duro sinsabor.