Viene el hombre ciego al
(mundo
cuartiàndolo la esperanza,
i a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
jué pucha! que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!
Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivia,
i sus ranchitos tenia
i sus hijos i mujer…
era una delicia el ver
cómo pasaba los dias.
Entonces cuando el lucero
brillaba en el cielo santo
i los gallos con su canto
la madrugada anunciaban
a la cocina rumbiaba
el guazo… que era un encanto.
I sentao junto al fogon
a esperar que venga el dia,
al cimarron le prendia,
asta ponerse rechoncho,
mientras su china dormia
tapadita con su poncho.
Y apénas el horizonte
empezaba a coloriar,
los pajaros a cantar
i las gallinas à apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.
Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno vusca un pellon blando,
este un lazo, otro un rebenque
i los pingos relinchando
los llaman desde el palenque.
El que era pion domador
enderesaba al corral,
ande estaba el animal
bufidos que se las pela…
i mas malo que su agüela
se hacia astilla el bagual.
I allí el guazo intelijente
en cuanto al potro enrriendó,
los cueros le acomodó
i se le sentó en segida,
que el hombre muestra en la
(vida
la astucia que Dios le dió.
I en la playa corcobiando
pedazos se hacia el sotreta,
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas.
i al ruido de las caronas
salía haciendo gambetas.
Ah! tiempos!… era un orgullo
ver jinetiar un paisano
cuando era guazo vaquiano
aunque el potro se voliase
no habia uno que no parase
con el cabresto en la mano.
I mièntras domaban unos,
otros al campo salian
i la acienda recojuian,
las manadas repuntaban
i así sintir pasaban
entretenidos el dia.
Nota: versos de José Hernandez, “El gaucho Martín Fierro”, II