Os hago lector querido
Para narrar lo que cuento,
El mas sério juramento
Que hecho jamás haya sido.
Os juro que ha sucedido
Con sus completos detalles
En un apartado valle
De los Estados Unidos.
Tambien es deuda sagrada
Hacer la declaracion,
Que consta esta narracion
De dos partes separadas.
Aquí solo la primera
Con el titulo de arriba,
Es la única que escriba,
La otra será postrera.
Esta historia verdadera
Por mas que parezca cuento,
Con vuestro consentimiento
Principia de esta manera:
De Carolina Nador
En un dia señalado,
Perfectamente montado
Venia un agricultor.
Este pobre campesino
Llegó allá a vender harina
Y como encontró su ruina
Se volvia a su destino.
Caminaba mui tranquilo
Al paso de su caballo,
Cuando vió salir un rayo
Entre unas matas de quilo.
Una aparicion como esa
Al caballo encabritó
Y al campesino dejó
Mudo de miedo i sorpresa.
Mas reponiéndose un poco
Se dirijió al matorral,
Pero hombre i animal
Casi se volvieron locos.
Pues vieron en su intentona
Despidiendo llamaradas,
Las pupilas incendiadas
Del mismo DIABLO en persona,
Dando por la cerca brincos
Con tan grande lijereza,
Que a pesar de ser bien gruesas
Los saltaba de hasta cinco
Y con su cola arrastraba
Robles i grandes encinas,
Produciendo gran bolina
Con el ruido que atronaba.
Nuestre pobre chacarero
Quedó mas muerto que vivo;
El pingo se volvió esquivo
Y arrancó por el potrero.
Cuando al pueblo hubo llegado
Sin saber cómo ni cuándo,
Por tierra cayó rodando
Por completo desmayado.
Solo despues de una hora
Vino a contar lo ocurrido,
Y de ahí fué conducido
Donde la gobernadora.
Esta rogó a su marido,
Que por ser autoridad,
Saliera de la ciudad
A saber lo acontecido.
Era el tal Gobernador
Un hombre de relijion
Y prestó cooperacion
Con la voluntad mejor.
Mandó armar veinte soldados
Con sables i carabinas
Y a un escribano notado
Lo sacó de su oficina.
Partieron, pues, al lugar
Del renombrado siniestro
Y al campesino por diestro
Lo obligaron a guiar.
Quiso el pobre resistir
Con obstáculos mui duros,
Recordando sus apuros,
Pero al fin tuvo que ir.
Al llegar a cierto punto,
Paró el acompañamiento
Y se oyó tronar el viento,
Arboles, piedra, en conjunto.
Avanzaron paso a paso
Hasta que al fin divisaron,
Unos ojos que brillaron
Mas grandes que un calabazo.
Luego vieron ¡por San Pablo!
Saltando de mata en mata,
Entre culebras i ratas,
Ni mas ni ménos que al DIABLO.
Según me acuerdo, tiraron
Mas de quinientos disparos,
Mataron algunos traros
Y al DIABLO ni lo tocaron.
De una descarga cerrada,
Cuando pasó la humareda,
La jente muda se queda,
Miran allá i no ven nada.
El DIABLO despareció
Y las ratas i culebras,
Quedando todas de una hebra
Como me he quedado yó.
Mas poco despues se vió
Que el señor Gobernador,
Con encendido furor
Hácia la cerca corrió,
Haciendo tales maniobras
Y gritos tan fuertes, dando,
Que la jente fué notando
Que aquello, del Diablo era obra
Entónces se resolvieron
Atarlo de pies i manos.
Certificó el «escribano»
Todos los hechos que vieron.
Llegaron al pueblo asi
Con su jefe maniatado.
Dijo la jente de ahí
Que se hallaba «endemoniado».
Continuar, lector, os ruego
Este relato sincero,
El domingo venidero,
Miéntras tanto: «hasta luego
Nota: continua en esta lira.