En el número anterior,
Quedamos en el instante,
En que en estado alarmante
Llegara el Gobernador.
Como era hombre mui querido
Todos lloraron su suerte,
Como si la misma muerte
Hubiera el pobre sufrido.
La gratitud i el cariño
Sobre sus actos velaban.
Con esmero lo cuidaban
Como se vijila a un niño.
Con fisonomia huraña,
Se levantaba a las seis,
Desconocia la ley
Y se iba a la montaña.
Andaba entre la caterva
De salvajes animales
Y a los piés de los nogales
Se alimentaba con yerba.
Solo venia a la casa
A dormir i nada mas,
Y no pronunció jamás
La palabra mas escasa.
Así un tiempo prolongado
Pasó en vida misteriosa;
Decia el pueblo i su esposa:
Juan se encuentra «endemoniado.»
A palacio llega un dia
Un frailecito mui santo
Y al ver el amargo llanto
Que a la esposa consumia,
Con relijioso fervor
Prometió sacarle el «diablo»
Que tenia cual venablo
En su cuerpo, su señor.
Mas conocido que la uña
Era este santo varon,
Me acuerdo con perfeccion
Que lo llamaban Acuña.
Se impidió traficar coche
Por órden del santo lego;
Oró i su piadoso ruego
Llegó hasta Dios esa noche.
Luego llegó el desgraciado,
A la buena servidumbre
Apagó pronto la lumbre,
En cuanto se hubo acostado.
Cuando estaba bien dormido,
El lego se acercó al lecho,
Puso una cruz en su pecho
Que lanzó un hondo quejido.
Con cuidado lo amarraron
Y lo echaron a un cajon
Y con bastante atencion,
Dos hombres lo levantaron.
Un mui celoso sarjento
Con ellos se puso en marcha,
Pisando sobre la escarcha,
Pues nevaba en el momento,
Y donde al Diablo encontraron
En aquel siniestro dia,
Con la mejor armonía
Sus pasos encaminaron.
El leguito iba detrás
Y en cuanto hubieron llegado,
Dijo mui emosionado:
Señores, aquí no mas.
En esos mismos instantes
Hizo a todos retirar.
Para poderlo velar
Prendió diez velas jigantes.
Cuando iba ya a dar la aurora,
Despues de contínuos rezos,
Le sintió crujir los huesos
Con fuerza desgarradora.
Entónces el lego bueno,
Con un rosario en la mano
Y con vigor soberano,
Dijo esto, mas o ménos:
«En el nombre de Dios Padre,
Te exhorto infame Luzbel
Que dejes el cuerpo de él
Y vayas donde te cuadre».
Al pronunciar tal mandato,
Se vió salir de su boca
Una culebra mui loca
Que hacia mil garabatos
Y tomaba la figura
De un Diablo de tres pulgadas;
Despues se convirtió en nada
Y así se efectuó la cura.
El Gobernador volvió
A su palacio ese dia,
Pero el pobre no sabia
El percance que sufrió.
El tiempo siguió su curso
Y la historia se acabó,
Por lo cual termino yó
Este sincero discurso.
ROLAK.
Nota: viene de esta lira.