Cuando la Revolucion
venció a Balmaceda, el Rey,
escapando de la Ley
se escondió como un raton
dentro de la Legacion
de la Nacion Arjentina;
vió de ahí su alma leonina
como el pueblo se alborota,
celebrando su derrota
i de su poder la ruina.
Sintió desde su ventana
la algazara popular
i el continuo repicar
de la patriota campana:
comprendió aquella mañana
que un pueblo republicano
digno de ser soberano,
aunque tenga gran modestia
nunca puede ser la bestia
donde cabalga un Tirano.
Pudo así escapar el bulto
al furor del populacho,
metido en aquel capacho
por veiote dias oculto:
los pesares en tumulto
le robaron el contento,
hasta que el remordimiento
o el dolor en que vivía
colocó en su mano un dia
el mortifero instrumento.
Fué el diezinueve del mes
de este Setiembre inmortal
en que apreciando su mal
se hizo a si mismo Juez;
como dos cartas o tres
escribió tranquilamente
i despues resueltamente
en la cama recostado,
tomó un revólver cargado
i se traspazó la frente.
Fué llevado al Cementerio
coms se lleva a un cualquiera,
mas su muerte verdadera
fué por un tiempo misterió:
muchos con su real criterio
en tal muerte no creyeron:
son muchos los que dijeron
que eso no era mas que enredo,
mas yo asegurarles puedo
que tambien nuchos lo vieron.