Cuando el hermoso lucero
brillaba en el cielo santo
i los gallos con su canto
la madrugada anunciaban
a la cocina marchaban
el huaso, que era un encanto.
Sentado junto al fogon
i viendo venir el dia
al cimarron le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.
I apenas el horizonte
empesaba a colorear,
los pàjaros a cantar
i las gallinas á apearse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.
Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno busca un pellón blando,
este un lazo, otro un rebenque
i los pingos relinchando
los llaman desde el palenque.
El que era pion domador
enderesaba al corral
donde estaba el animal
bufidos que se los pela
i mas malo que su abuela
se ponia a corcobear.
I allí el huaso intelijente
en cuanto al potro enriendó
los cueros le acomodó
i se le sentó en seguida,
qe el honbre muestra en la vida
la astucia que Dios le dió.
I era verlos por la noche
en la cocina reunidos,
con el fuego bien prendido
i mil cosas que contar,
platicar mui divertido
hasta despues de cenar.
I con el buche bien lleno
era cosa superior
irse en brazo del amor
a dormir como la jente
pa volver al dia siguiente
la misma vida anterior.
ROLAK.
Nota: versión modificada de los versos de “El gaucho Martín Fierro, II, de José Hernández.