En la calle de Ahumada
esquina con la Alameda
i en la poniente vereda,
una botica hai situada
que es «del Indio» titulada
i en donde el caso violento
que en este artículo cuento
ha venido a suceder
i que el lector puede ver
que es un envenenamiento.
Lo mas curioso del caso
(i decirlo es necesario)
es que el mismo boticario
fué victima del fracazo,
tomando por propio brazo
i por equivocacion,
de encima de la armason
la tintura venenosa
que lo ha llevado a la fosa
entre horrible convulcion.
Quiso tomar de jenciana
una tónica tintura
i por desgracia él apura
la de acónito cercana,
siendo que en esa mañana
el mismo las preparó
i juntas se las dejó
encima del mostrador
si el mismo incurre en herror…
¡mas bien que me calle yó!
El jóven envenenado
se llama Ulbrih don Edmundo
i antes de dejar el mundo
formalmente ha declarado
todo lo que le ha pasado,
ante tres o mas doctores,
a fin de que los rigores
de la justicia no embromen
ni por cómplices los tomen
a sus amigos mejores.
Mui poca confiansa inspira
[mucho decirlo lo siento]
cualquier establecimiento
que con tal descuido mira;
pues parece una mentira
que haya topos que no zorros,
que existan hombres tan porros
que vayan a buscar vida
donde la fiera atrevida
¡que se come a sus cachorros!
Nota: verso publicado por Rólak, ver.