EL AMOR DE UN ROTO

  Recuerde bien cada cual
lo que cada cual sufrió:
que lo que es amigo yo,
hago asi la cuenta mia:
ya lo pasado pasó,
mañana será otro dia.

  En la huella del querer
no hai enimal que se pierda,
las mujeres no son lerdas
i todo guaso es dotor
si pa cantarle el amor
tiene que templar lascuerdas.

  Quien es de alma tan dura
que no quiera a una mujer!
lo alivia en su padecer
si no sale calavera,
es la mejor compañera
que el hombre puede tener.

  Si es güena, no lo abandona
cuando lo vé desgraciao,
lo asiste con su cuidao
i con afan cariñoso
i uno talvez ni un rebozo
ni una pollera le ha dado.

  Grandemente lo pasaba
yo con una prenda mia,
viviendo con alegría,
como la mosca en la miel,
¡Amigo que tiempo aquel,
la pucha que la queria!

  Era la águila que a un árbol
desde las nubes bajó,
era mas linda que el alba
cuando está rayando el sol,
era la flor deliciosa
que entre el trevolar creció.

  Pero, amigo, mi patron
que tuvo de ella noticia,
como quien no desperdicia,
se fué refalando a casa;
yo le conocí en la traza
que el hombre treida malicia.

  El me daba voz de amigo,
pero no le tenia fé,
era el jefe, i ya se vé
no podia competir yo,
en mi rancho se pegó
como en nariz el rapé.

  A poco andar conocí
que me habia desbancao,
i el siempre mui entonao,
aunque sin darme ni un cobre,
me tenia de lao a lao
como encomienda de pobre.

  A cada rato en mandao
me hacia ir a gran distancia:
«vaya donde ña Venancia,
vaya al pueblo, a la pradera»
i él… pegado en mi estancia
como gargajo a la estera.

  Es triste á no poder mas
el hombre en su padecer,
si no tiene una mujer
que lo ampare i lo consuele;
mas pa que otro se la pele
lo mejor es no tener

  No me gusta que otro gallo
le haga rueda a mi gallina,
yo andaba ya con la espina,
hasta que en una ocasion
lo pillé junto al jogon
abrazandome a la china.

  Tenía el viejito una cara
de ternero mal lamido,
i al verlo tan atrevido
le dije: «que le aproveche;»
que habia sido pa el amor
como guaso pa la leche.

  Peló la espada i se vino
como a quererme ensaltar,
pero yo sin titubiar
le volví al punto a decir:
cuidao no te vas a per…
pone cuarta pa salir.

  Un puntazo me largó
pero el cuerpo le saqué,
i en cuanto se lo quité
para no matar un viejo,
con cuidao, medio de lejos
un planazo le asentè.

  I como nunca al que manda
le falta algún adulon,
uno que en esa ocasion
se encontraba allí presente,
vino apretando los dientes
como perrito mamon.

  Me hizo un tiro de revolver
que el hombre creyó seguro,
era confiado i le juro
que cerquita se arrimaba,
pero siempre en un apuro
se desentumen mis tabas.

  El me siguió menudeando
mas sin poderme acertar
i yo, dele culebrear,
hasta que me le dentré
i hei no mas lo despaché
sin dejarlo resollar.

  Dentré a campiar enseguida
al viejito enamorao;
el pobre se habia ganao
a un fondo con lejia;
quien sabe como estaria
del susto que habia llevao!

  ¡Es zonso el cristiano macho
cuando el amor lo domina!;
el la miraba a la indina
i una cosa tan hedionda
sentí yo, que ni en la fonda
he visto tal jedentina.

  I le dije: «Pa su agüela
han de ser esas perdices»
me tapé bien las narices
i me salí estornudando
i el viejo quedó olfateando
como chico con lombrices.

  Cuando la mula recula
señal que quire patear,
asi se suele portar
aunque ella lo disimula,
recula como la mula
la mujer, para olvidar.

  Alcé mi poncho i mis prendas
i me largué a padecer
por culpa de una mujer
que quiso engañar a dos;
al rancho le dije adios
para nunca mas volver.

  Las mujeresdesde entónces
conocí a todas en una,
ya no he de probar fortuna
con carta tan conocida:
mujer i perra parida,
no se me atraca ninguna!

       ROLAK.

       Cequion.—Nùm. 11

Nota: versión libre de “El gaucho Martín Fierro” cap. X de José Hernández.

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