Un dia un poderoso me ultrajó
i la impotencia desprendió de mi ojo
¡una lágrima cáustica de enojo
que al salir a la luz, se evaporó!
Despues lloré a un justo que murió
i que fué mi constante bienhechor,
¡lágrima tan repleta de dolor
que calcinó la piedra en que cayó!
Perdí despues mi hija bien amada
i derramé otra lágrima maspura;
¡ho iausculta el doctor i me asegura
que ya mi pobre corazon no es nada!