Crece el hombre malamente,
arrastrando su cadena,
por eso no causa pena
ver morir a un inocente.
Nace el niño, abandonando
de su madre el vientre santo
i principia su quebranto,
pues que saluda llorando,
luego sigue tiritando
i se queja largamente,
hasta que el pecho caliente
le suspende la amargura;
asi desde creatura
crece el hombre malamente,
Crece i de azotes le dan
estraños, padres i amigos,
si de frio pide obrigos,
si de hambre pide pan
nadie ofrese su gaban,
del pobre nadie se apena,
hasta que su alma se llena
de clamar en valde al Cielo,
roba i mata i alza el vuelo,
arrastrando su cadena.
Pasa en la cárcel sumido
en hediondo calaboso,
entrando cuando era mozo
i saliendo envejecido,
habiendo solo cojido
al completar su condena,
una reuma, una gangrena,
si no ha dejado la crisma,
tal cual que su muerte misma
por eso no causa pena.
Bien venido sea el ser
que solo deja en el mundo,
la existencia de un segundo
cuando le toca nacer,
ignorando el padecer
i limpia i pura la frente,
como cristal trasparente,
irá derecho a la gloria,
no es pues una triste historia
ver morir a un inocente.
Viva el anjelito pues,
que con sus brillantes alas,
ha subido las escalas
del palacio del Gran Juez,
está donde no hai doblez
ni dolores ni mentira,
donde nunca se suspira
porque la pena no existe,
por eso no es canto triste
el que el anjelito inspira.
ROLAK
Nota: verso publicado por José Arroyo, ver.