Entre el follaje i verdor,
a los rayos de la luna,
de su malvada fortuna
se quejaba un ruiseñor,
lanzando todo el dolor
en su cancion plañidera:
¿como quieres, oh pradera,
encanto del alma mia,
devolverme la alegría
si no está mi compañera?
¿Porqué no viene la ingrata
a curarme con su ciencia,
si es solo su indiferencia
la que en el mundo me mata?
la que el placer me arrebata,
la que me cubre de pena,
la que el pecho me barrena
i el corazon me tortura,
la que causa mi locura
i a llanto cruel me condena?
Qué te he hecho bien perdido,
para avandonarme así,
acaso no fuí de tí
el amante mas rendido?
¿cual es el estraño nido
en que ahora estas viviendo?
¡oh àrboles que estas viendo
la pena que me devora,
decidmelo sin demora
porque ya me estoi muriendo!
Oiga el mundo mi agonía,
impóngase de mi queja,
porque ya no oirà su oreja
nunca mas mi melodía;
pues si mañana en el dia
no busca la cruel su hogar
ni se apresura a enjugar
el duro llanto que vierto,
como si estuviese muerto,
¡ya no volveré a cantar!
Este quejumbroso acento,
fué donde su compañera
que se hallaba prisionera,
cojido en álas del viento;
fué tanto su sentimiento
i tanto lo que lloró,
que mucho se adelgazó
i de la jaula escapando,
llegó a su nido llorando
i el ruiseñor se salvó.
Nota: Verso publicado por Adolfo Reyes, ver, ver (Llanto del ruiseñor), Anónimo, ver (El llanto de las avecitas) y Rólak “El llanto del pajarito”, ver.