El domingo que pasó,
en Pemuco, mui temprano,
por mui parricida mano
un crimen se cometió.
El diario lo relató
de la manera siguiente:
entre cuecas i aguardiente
se hallaba un tal Rubilar,
cuando se vino a encontrar
con su esposa frente a frente.
Esta bàrbara mujer
que desde algún tiempo hacía
la conyugal armonía
hubo logrado perder;
ahí se logró meter
con amistoso pretesto;
consiguiendo el plan funesto
con éxito realizar:
el cual era asesinar
a su marido molesto.
Como Rubilar se hallaba
mas borracho que un barril,
para volver al redil
no opuso la menor traba;
la vil mujer lo guiaba
a un templo en construccion;
en esa justa ocacion
sus dos hermanos salieron
i tantos palos le dieron
que quedó para el panteon.
Como muerto lo creyeron
se retiraron los tres;
la mujer volvió despues
que sus hermanos se fueron;
cuando solos estuvieron,
con muchísima atencion
le examinó el corazon
i el otro que estaba vivo
contuvo con tal motivo
su corta respiracion.
Cuando vió que no latia,
dijo para su interior:
bendito sea el Señor
porque hice lo que quieria.
Un rato despues moria
el esposo infortunado,
del todo desengañado
en ese corto segundo,
que en este perverso mundo
no era el mejor casado.