Al gran hijo de María
Al suplicio lo llevaron,
En medio de dos ladrones
En una cruz lo enclavaron.
Cuando el Salvador del mundo
Dió principio a predicar,
Su vida fué un ejemplar
Dijo un autor sin segundo;
Fué un teólogo fecundo
I de harta sabiduría,
Los hombres con tiranía
Con una adversaria suerte,
Buscaron para dar muerte
Al gran hijo de María.
Por su mucha santidad
Supo hacerse respetar,
E hizo apaciguarse el mar
De una horrible tempestad;
Mostró su divinidad
A los que lo acompañaron,
Su gloria reverenciaron
Toda la piadosa jente,
I a morir injustamente
Al suplicio lo llevaron.
A Jerusalen subió
Jesus con moralidá,
Del templo de Jehová
Los mercaderes corrió;
A latigazos echó
De allí, a los Opulones,
Con inicuos corazones,
Los escribas, es decir,
Lo hicieron mártir morir
En medio de dos ladrones.
Luego de haberlo tomado
Preso a nuestro Redentor,
Pidió el pueblo con furor
Que sea crucificado;
Pilatos con desagrado
Hizo lo que le gritaron,
De ver que le amenazaron
Con Tiberio, en aquel dia,
Con gran furia e ironía
En una cruz lo enclavaron.
Al fin, con alma tan pura,
A aquel humilde cordero,
Cruzó cargando el madero
La calle de la Amargura;
María con gran ternura
Al encuentro le salió,
Gran pena cuando lo vió
Sintió al verlo como iba,
Dejándola pensativa
El de ella se despidió.