En Coquimbo un fiel amante,
Furioso i con ataranto,
Le dio muerte a su querida
Por no verla sufrir tanto.
Se llama Manuel Marin
El autor de lo que cuento
No digan que el verso invento
Ni que soi un hablantin.
Lector fijate hasta el fin
Si el verso sale farsante.
En aquel crítico instante,
Con una furia maldita,
Degolló a su mujercita
En Coquimbo un fiel amante,
La Cármen era casada
Tiempos con un tal Gregorio,
I por vivir en jolgorio
Lo dejó la mui malvada.
Lo que hizo por humorada
A muchos les causa espanto.
Jiménez, digo en mi canto,
Con la mayor sangre fria,
Hizola dar su agonía,
Furioso i con ataranto.
En la calle Colocolo
Sucedió el drama sangriento
I no se sintió un lamento,
Porque fué en un patio solo.
Aquel canalla pololo.
Con cruel i mano atrevida,
Aburrido de la vida
Estaba, según mi ver.
Por no tener que comer
Le dió muerte a su querida.
La pobre sin esperanza
Arrancó gritando fuerte,
Diciendo: «¡Me ha dado muerte
El pícaro por venganza!»
Mucha jente sin tardanza
Corrió sin ningún quebranto,
I el suicida con su llanto
En aquel momento allí
Dijo: «La muerte le dí
Por no verla sufrir tanto.»
Al fin la causa, señores,
Fué una comadre perversa,
I mas que nunca se tuerza,
Castíguenle sus errores.
Con todos sus pormenores
El crímen les he contado;
Tambien pasó a ser finado
El mui infame atrevido
I en la mansion del olvido
Hoi se encuentra sepultado.