Ai! triste de mí que haré
En tan miserable estado,
Murió mi querido dueño
Quien será mi dulce amado.
San Juan y la Magdalena
Se encomendaron al Padre,
Y a la atribulada madre
Le mitigaban la pena,
En esa horrorosa escena
Maria oró con gran fé
Diciendo jamás veré
Un hijo mas bueno y fiel,
Y dijo al verse sin él,
Ai! triste de mí que haré.
Escribas y Fariceos
A Jesus apersiguieron,
Cuando cautivo lo vieron
Lo insultaron con deseos,
Se mofaron con recreos
Del Señor Sacramentado,
La vírjen con desagrado,
Decia triste, me aflijo,
Y lloró al ver a su hijo
En tan miserable estado.
Usaron de la crueldad
Los hombres con negra suerte,
Lo condenaron a muerte
Por que hablaba la verdad,
La madre con gran piedad
Lo velaba hasta en el sueño,
Con un tan divino empeño
Lo amparó siempre de fijo,
Y a sus compañeras dijo
Murió mi querido dueño.
Decian, es hechicero
Aquel que anda predicando,
Porque al pueblo anda engañan-
Diciendo es el verdadero (do
Fué tomado prisionero
Por Judas aquel malvado,
Y a morir fué sentenciado
Por cumplir la profesía
Y entonces dijo Maria
Quien será mi dulce amado.
Al fin Jesús soportaba
Con paciencia sus tormentos
Y los ayes y lamentos
De la madre él escuchaba,
Con humildad los miraba
A los inicuos sayones,
Leia en sus corazones
Sus instintos sanguinarios,
Pero aunque eran sus contrarios
El les daba mil perdones.