Jenoveva en el desierto
Soportó cruel padecer,
Manteniendo su niñito
Aquella santa mujer.
Cuando Enrique y Conrado
Le perdonaron la vida,
Ella se marchó en seguida
Hácia lo mas emboscado.
Dijo, amaré al Dios amado
Ya que a mi no se me ha muerto
Con su hijo bello y aspierto
Se dijo nadie me daña!
E hizo vida hermitaña
Jenoveva en el desierto.
Ya lo que libre se vió
Tomó a su niño en los brazos,
Y con macilentos pasos
A un bosque se marchó,
De un de repente encontró
La cueva con gran placer,
Ya no hallándose que hacer
Se clamó a la Providencia
Sin agotar su paciencia
Soportó el cruel padecer
La sierva para alojar
Llegó en la noche a la cueva,
Y en ella halló jente nueva
Que la supo acompañar.
La comenzó acariciar
Mui pronto de hito en hito,
Y le sacó lijerito
Leche para el alimento,
Y así vivió contenta
Manteniendo a su niñito.
El animal bondadoso
Les desmostró su cariño,
A ella y al rubio niño
Los amó con mucho gozo,
Por órden del Poderoso
Les suministró de comer.
La condesa en mi entender
Propuso darle buen pago,
Y la cuidó con halago
Aquella santa mujer.
Por fin la noble condesa
Le divertia en el Prado;
Con su hijo desdichado
Que crecia en agudeza,
Le quitaba la tristeza
Con su anjelical risita,
Pero ella al dormir solita,
Pasaba mirándolo
Y mucho mas se alegró
Cuando le dijo mamita.