San Isidro, labrador
Mándanos un aguacero.
El santo dirá: — No quiero;
Está irritado el Señor.
El pueblo i sus relijiones
Se encuentran en rogativas,
Clamando por aguas vivas
Con sus ju[s]tas direcciones.
En estas aclamaciones,
Todos con sumo fervor
Rueguen al Supremo Autor
Que nos libre de una plaga,
I que este milagro lo haga
San Isidro, labrador.
Si sigue la sequedad
I un aguacero no cae,
Será epidemia que trae
Espantosa mortandad.
Después, la necesidad
Azotará al reino entero;
La peste viene primero,
I para no sufrir tánto,
Tú, gloriosisimo santo,
Mándanos un aguacero.
Los incrédulos no creen
En los rezos ni oraciones.
¿Por qué, infelices masones,
No piden a Dios tambien,
Para que nos haga el bien
I nó el castigo severo?
Vos, labrador medianero,
Clámale a su majestad;
I por tánta iniquidad
El santo dirá:— No quiero.
A la patrona jurada
Del ejército chileno
Pidamos que a este terreno
Mande la lluvia deseada.
Madre la mas adorada
Del divino Redentor,
No hai reservado favor
Que con su hijo no consiga,
I es de temer que nos diga:
Está irritado el Señor.
Al fin, todo fiel cristiano,
Postrado ante el crucifijo,
Ruegue a Maria i a su hijo
Nos bendiga por su mano.
Piedad, padre soberano
De suprema potestad!
Perdon de nuestra maldad
Humildemente pedimos;
I si esto no conseguimos,
Que se haga su voluntad
BERNARDINO GUAJARDO.