Atiendan, señores maestros,
Los que tuvieren oficio,
Porque a robar no mas tiran
I del alma no hacen juicio.
Uno de cien carpinteros
Es en su trato formal.
El sastre es otro que tal
Igual a los zapateros.
Pasemos a los herreros
I a los albañiles diestros;
No trabajando por metros
Se ayudan en lo que pueden.
Para ver cómo proceden,
Atiendan, señores maestros.
Ganan los talabarteros
La plata con dibujar
La obra que van a entregar,
Lo mismo los tapiceros.
No hai en la clase de obreros
Quien no mienta con perjuicio;
Les parece beneficio
Engañar con nulidad;
Diganme si no es verdad
Los que tuvieren oficio.
Tambien de los dependientes
I los mercachifles hablo,
Que pueden al mismo diablo
Sacarle muelas i dientes.
Conocen los inocentes
Si desde léjos los miran.
Otros que en licores jiran
Mas es agua que licor,
I para ellos no hai pudor
Porque a robar no mas tiran.
La cigarrería al flaco
Lo engorda i viste de capa,
Con el vástigo de papa
Hace cundir el tabaco.
El cargador en su saco
Tiene todo su artificio,
El sirviente en su servicio
No cumple la obligacion:
Todos bailan a este són
I del alma no hacen juicio.
Al fin, es justo que pida
Perdon de tanta insolencia,
Al ver que la intelijencia
Es de todos permitida.
Mui bien que pasan la vida
Receptores i abogados,
Haciendo a unos desgraciados
I quitándoles lo propio.
Si ven este telescopio
Quedarán desengañados.
Bernardino Guajardo.