Bien fea la chambonada
De Balmaceda el indino:
Hizo la del buei Tapanca
Donde el ministro arjentino.
Cuando él estaba en la silla,
Daba indicios de valiente;
Pero era un puro indolente
Y no asomó a la Placilla.
Se le volvió la tortilla
Y arrancó a la disparada:
La ciudad supo, admirada,
El triste fin que ha tenido,
Y para mi ver ha sido
Bien fea la chambonada.
Yo recuerdo y lo aseguro
Que cuando el mando tomó,
La lei respetar juró
Pero solo fué un perjuro.
Con el clero fué mui duro,
Como Lutero y Calvino,
Por esto a creer me inclino
Que el Gobierno que hai nombrado,
No hará lo que ha presenciado
De Balmaceda el indino.
Este hombre fué un sinvergüenza,
Que hasta las monjas austeras,
Las quiso arrojar a fuera
Mirándolas indefensas.
Despues de esta nueva ofensa
Y confundido ya, arranca
Como movido a palanca
Donde un Plenipotenciario
Y allí, como un temerario,
Hizo la del buei Tapanca.
Yo me acordaba y decía
Cuando murió el sanguinario;
¿Los millones del Erario
A quién se los dejaria?
El cobarde bebería
Algunos tragos de vino,
Por eso con tanto tino
Se atracó el arma a las muelas
Y allí entregó el real de velas.
Donde el ministro arjentino.
Al fin, todo Chile acuerda
Que Balmaceda tragaba
Lo que la provincia daba—
Lo demás iba a la izquierda.
Con su mano nada lerda,
Todo lo habia aferrado,
Y aunque no habia pensado
En ningún triste presajio,
En él se cumplió el adajio
«El ancioso muere ahogado».