La ejecucion.

    Ya el alba arroja sus luces
 Y ya se despeja el cielo;
La animación i la vida
Van poco a poco cundiendo,
Y sonidos i algazara
Llegan a oídos de reo,
Que en su celda cavernosa,
Fija la vista en el cielo,
Sin esperanzas del mundo
Aguarda el fatal momento.
Exhortandole a morir
Entre rezos i consuelos
Le rodean abnegados
Los ministros del Eterno,
Que hablándole de otra vida
Y de otro mundo sereno,
Donde el mal no se conoce
Y donde el bien es ejemplo,
Le auguran del Criador
El perdon de sus defectos.
Cabezas escucha i piensa,,
Comprende que esos momentos
Son de su vida los últimos,
I llora… llora en silencio!
Los recuerdos de su madre
Se agolpan a su cerebro
I piensa en su juventud
I en otros felices tiempos
Que pasaron i que habitan
La noche de sus recuerdos.
Entonces era feliz,
Tranquilo estaba su pecho,
Reposaba su conciencia
I era apacible su sueño
Entonces aun dormia
El sencillo pensamiento
I las ideas del crimen
No ajitaban su cerebro,
Ni la ambición le arrastraba,
Ni los insanos desvelos
De una alma hambrinta de sangre
O de un tosco bandolero.
De sus años juveniles
Le rodean los recuerdos
I al contemplar su desdicha,
Al mirase prisionero,
Convertido en criminal
Que irá al patibulo luego,
Siente comprimida el alma,
Siente destrozado el pecho
I le queman las entrañas
Lágrimas que son de fuego.
Pálido el rostro, azorada
La triste espresion del reo
Empapadas las mejiilas
En llanto de desconsuelo,
Tiende al cielo la mirada
I en sollozo lastimero
Prorrumpe, invocando el nombre
Consolador del Eterno
Dan las ocho i mui en breve
Atado sará al asiento
Donde purgará el delito
Que desgraciado le ha hecho,
I allí, vendada la vista,
Al compas de sus lamentos,
Oirá por última vez
Los relijiosos consejos
Que los ministros sagrados
Le darán como un consuelo
Al que mui pronto será
Un triste cadáver yerto.
El tiempo corre veloz,
Veloz como el pensamiento,
Para el que espera la muerte
I su cortejo funesto.
Ya se alzan los sacerdotes,
Pues ha llegado el momento
De marchar hácia el cadalso
Que se ha construido al efecto.
A presenciar el castigo
Vengador i justiciero
Asisten los presidarios
De aquel recinto siniestro.
Sobre las armas allí
Está el piquete dispuesto,
I reina en aquel lugar
Un espantoso silencio,
Cuando sale de la celda
Con su fúnebre cortejo
El que debia morir
En aquel banco siniestro.
Llegó al sitio del suplicio,
Llevando por compañero
Al que murió en el Calvario
En afrentoso madero.
Oyéronse en el espacio
Los acentos lastimeros
De padres que le ayudaban
En sus últimos momentos.
Reinó el silencio; el verdugo
Se acercó al infeliz reo,
Y vendándole la vista
Las manos le ató en silencio.
Cabezas en ese instante
Debió sentir algún vértigo,
Pues su pálido semblante
Se transformó por completo.
Hubo un instante de pausa
En que, estremecido el pecho,
Aguardaba el desenlace
De espectáculo tan fiero……………
Entre el temor respetuoso
De los que aquel hecho vieron,
I de los padres que ayudan
Con relijiosos consuelos,
Sonó una descarga: un grito,
Grito espantoso i horrendo
Oyóse, i ensangrentados,
La cabeza sobre el pecho,
De aquel pobre ajusticiado
Se vieron míseros restos.
Todo acabó… la justicia,
Que con su fallo tremendo
Condenó a la última pena
Al que atropelló sus fueros
Y derechos, satisfecha
Alzó la frente de nuevo,
Cernióse sobre despojos
I dijo con ronco acento
«El que a hierro mata, muere!
Que sirva al mundo de ejemplo.»
I de aquel hecho terrible,
Que solo es hoi un recuerdo,
Que haya para el infeliz
Una lágrima i un ruego,
Un acento compasivo,
Una oración al Eterno.

Impreso por P. Ramirez.Echáurren, 6.

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