¿No veis ese sujeto relamido,
de cuello alabastrino almidonado,
fielísimo retrato del agrado
que os llama dó quiera ¡mi querido?
No lo ves saludar por todo lado
i arrastrar por el suelo su sombrero
tu favor implorando, zalamero
como si fuera un perro abandonado?
La dulce miel destila de su labio
se revela en sus ojos la ternura
i en su acto mas trivial i compostura
a brincos saltala humildad del sabio
De jenio amable, de melífluo trato
dó quiera vá, largando una sonrisa
se presenta del tarro a la camisa
vírjen, armiño, inmaculado, beato.
I qué ideal gran Dios! i qué doctrina!
toda su aspiración, todo su anhelo
es dar a cada uno «medio cielo»
una hacienda, un palacio i una mina
Es de la redencion el portavoz
la probidad le otorga privilejio
como él ningun patriota mas egrejio
i es casi enviado por el mismo Dios.
Pero a quien corresponde ese retrato?
¿quién es ¡San Telmo! este moderno
[Cristo?
¿ha bajado del cielo por lo visto
el gran Caton o el noble Cincinato?
No seas bruto lector i mentecato
perdone su mercé esta franqueza
pues todo ese portento i esa alteza
se llama, oye en secreto, El candidato