Cerca de San Sebastían
ostaba de centinela
sin temor i sin cautela
la vispera de San Juan,
mas valiente que Rolan
i con dos metros de pecho,
cuando observé a poco trecho
un toro como un jigante
mas grande que un elefante
que vino hácia mí derecho.
Yo que en peligro me vi
me meti por un reducto
i por el mismo conducto
salió el toro tras de mí;
cuando yo me vide así
invocando a Satanás,
slgo del reducto i zás:
en una casa cercana
me colé por la ventana
i el toro siempre detras.
Yo chillando como un loro
me meti por el cañon
de mi fusil ¡maldición!
i siempre detras el toro
amarillo como el oro
cuando recien derretido
cuando me vide aflijido
i el toro me iba a cachar
por un lance singular
me sali por el oido.
Ya libre de aquel enredo
desde entonces me vi yo:
el toro no me siguió
porque tapé con el dedo:
él para meterme miedo
quiso volver a la treta,
yo le puse la baqueta
con tan fuertes empellones
que le rompí los pulmones,
los dos cachos i la jeta.
A pesar de que no habia
quien viése esta travesura
fué tan grande la aventura
que se supo al otro dia
en todito Andalucía;
i mi Jeneral contento
al saber tanto ardimiento
en quien era su soldado,
me regaló entuciasmado
la jineta de sarjento.