Ahora que estamos a solas
les contaré una trajedia
lo que a mí me sucedió
con una huasa en mi tierra.
La queria mas que al sol,
la amaba con mi pobreza;
i ella me la iba pegando
pero con mucha destreza.
Un dia yo la encontré
mui alegre i mui risueña,
refiriendo a sus amigas
este huaso no me pega.
Entonces yo la llevé
a un cuarto de media legua;
le quité el freno al caballo
le dije se entretuviera.
Le soné cincuenta azotes
de los piés a la cabeza;
cada azote que le daba
se revolcaba la lesa.
Déspues que la castigué
la pasé de merendar:
Dios se lo pague me dijo
ahora me voi a curar.
Le dije que se enmendara
i ella a llorarme comienza:
no ha sido tanto el delito
para tan grave sentencia.
I con esto me despido,
no piensen que yo la dejo
la he de querer mas ahora
hasta sacarle el pellejo.