Una envidiable carrera
Parece que ha concluido,
La de Carlos, el temido,
Que fué de ese mar la fiera;
Nocturna y aventurera,
De cerebro enajenado
El loro del rey, pintado,
Sobrino de Sancho Panza,
Que puesto aquí en balanza
Al Perú llegó espantado
Las manos muy en bolsillos
Con Sartori, otro valiente,
Se pasean muy decente
Los dos insignes caudillos.
Bajo frondosos membrillos
Admitando el manzanar;
Pasa delicias sin par
Aquella grande pareja,
Mansito como una oveja
El que era terror del mar
En cada viaje un galon
Del Dictador recojia,
Ya las nubes ascendia
Este pobre guapeton.
¡Enorme era ya este leon!
De melena muy inflado,
Con el secretario al lado
Nuevo jefe de fragata,
Que para andar en dos patas
Gran trabajo le ha costado.
Un día de trasnochada,
Se le ocurrió á este demente
De apresurarse inconsiente
Al Almirante Encalada.
La hora estaba sonada,
Que se iban pronto á inmolar
En las entrañas del mar,
Por este cruel, muchas vidas;
Mientra tenia instruidas
Las piernas para arrancar.
Por fin, cuando aquí á la vista
Se presentó nuestra Escuadra,
Este quiltro ni le ladra
No le siguió ni la pista.
La «Condell» sí, puso lista
Y de carbon la colmó,
Y al diablo se encomendó
Y arrancó fuerte y parejo
Y así esponiéndose el pellejo
Jabonado se escapó