En las porrascas del mar
Siempre zozobra la nave:
Cuando el piloto no sabe
Con cautela navegar;
I si solo se vá a echar
En los brazos del destino,
Ohl, poeta, ese marino…
Es probable que sucumba
I encuentre temiprana tumba
En mitad de su camino.
Te dije que era un tesoro
I endulzaría mis penas
Al ceñirme con cadenas,
Con cadenas que son de oro,
Oh!, poeta, nunca el lloro
De mis ojos rodará,
Ni mi ser maldecirá
El haberme aprisionado,
Con cadenas que han logrado
Unir mi sér a otro yá.
Como triste peregrino
Que errante vaga e incierto
I el corazón lleva yerto
I oscuró vé su camino,
Así es el fiero destino.
Del mísero sin hogar
Que los años ve pasar,
No encontrando un pecho amigo
Que le sirva de testigo
Cuando le abruma el pesar.
Tal era mi vida ayer,
Tal era mi suerte impía:
Por do quiera me seguía
El dolor i el padecer.
Me case sin comprender,
Al ceñirme las cádenas,
Que en este mundo de penas,
De miseria i de placer,
Fuesé buena mi mujer
Como muchas que son buenas.
¿De qué sirve la hermosura
Si no es bello el corazon?
La hermosura es ilusion,
Pues instantes solo dura.
¡La mujer con amargura
Marchitarse vé sus galas!
I al ver sin brillo sus alas
Oh!, poeta, no te asombres
Tienen la culpa los hombres
Si las mujeres son malas.
No calles que tu lenguaje
A muchos ha deslumbrado,
I otros mil se han engañado
En ese falso miraje,
La pasión no es su oleaje
A nadie jamas respeta;
Mas, no lo estrañes, profeta,
Te digo sin ironía:
No es cierta tu profecía,
Porque te enganas, poeta,
Es cierto que al despertar
Un viaje incierto emprendemos
I casi nunca sabemos
Dónde vamos a llegar;
I espuestos a naufragar
Nos vemos siempre entre breñas.
Mas si la fé no desdeñas
De aquel que todo ha creado,
Llegarás como he llegado
Al puerto, si asi te empeñas.
X. X.