En el medio de un potrero
un corpulento cochino
lo ha comido casi entero
al hijo de un campesino.
Un padre tenia un chico
travieso, gordito i sano,
i en el corral un marrano
del tamaño de un borrico;
él se llamaba Alarico
i el niñito Baldomero;
el padre siendo lechero
se fué temprano a entregar
i el niño se fué a jugar
en el medio de un potrero.
Al hallarse solo el chancho
encerrado en el corral
con su instinto de animal
se largó fuera del rancho;
al hallarse en campo ancho
tomó al azar su camino
queriendo el duro destino
que al alma humana tortura
que hallase a la creatura
un corpulento cochino.
Cuando el chancho vió al niñito
se acercó lijeramente
i luego le metió el diente
aguzando el apetito;
la creatura dió un grito
angustioso i lastimero;
le comió un muslo primero
i despues le comió un brazo
i así pedazo a pedazo
lo ha comido casi entero.
Volvió el padre i no halló al hijo
ni al chancho tampoco halló
i al contorno se marchó
a hacer rejistro prolijo;
«por aquí ha de estar, se dijo,
travesiando éste dañino»,
al hallarlo perdió el tino
i le dió un desmayo atroz
¡qué suerte reservó Dios
al hijo de un campesino!
Cuando recobró el sentido
fué tremendo su dolor
ró al chancho con furor
con el hocico teñido;
con un cordel bien torcido
lo dejó bien amarrado,
lo rajó de lado a lado
i lo echó a un fondo caliente
le echó aliño suficiente
i…… se lo comió guisado.