En setiembre diezisiete
Para Santiago partieron
Los que servidores fueron
Del inicuo dictador;
Aquellos crueles sayones
Que sin pizca de conciencia
Ultrajaron la inocencia,
Los hogares y el honor.
Se fueron esos esbirros
Llamados Fuentes y Plaza,
Y Zamora, el que mordaza
Hacia al pueblo poner.
Entre ellos partió el cruel Pardo,
El Artigas, Fontecilla
Y toda la camarilla
Que perseguian al bien.
Con ellos se fué el bandido
De alma cínica, de hierro,
El infame Pio Fierro
Que al sacerdote insultó;
Que apoyado por la fuerza
Y de sangre haciendo alarde
Siempre obró como cobarde
Y a todo el mundo vejó.
Aquel que hoi jime aflijido
Con una barra de grillo,
Aquel venal tinterillo
Que a viejo y niño apaleó;
Que no respetó las canas
Ni de la matrona el nombre,
Célebre haciendo el renombre
Que el pueblo le bautizó.
Hoi, dice mui compunjido,
Que el jamas ha hecho nada,
Reflejando en su mirada
Su corazon criminal.
Piensa el sayon en sus hijos
Viendo su hora cercana,
Y no vió la fiera humana,
A quién clavaba el puñal!
¡Ah! jamás ellos pensaron
En el tremendo castigo
Que Dios, ocular testigo,
Les iba en breve a imponer!
Creyeron que triunfarian
Y con bacáquicos acentos
Ahogarian los lamentos
Del niño y de la mujer!
Valparaiso, setiembre 25 de 1891.
Ver amnistía de Pío Fierro el 30 de abril de 1895.