Una vez que me templé de una muchacha en Quillota.
Casi me dejó en pelota, porque del amor le hablé,
Esto fué lo que gané con botarme a enamorado,
Quedé en el suelo botado sin saber la causa que
De frío, le contaré, amanecí todo meado.
A lo que me levanté, hallé un cántaro con vino,
Me dije: yo aquíle atino, pienso de apagar mi sed.
Era harina y lo tomé, esto me pasó por lacho.
De la puerta de un despacho me llevaron por odioso.
Me echaron a un calabozo junto con otro borracho.
Al otro día temprano llegó a verme la morena
Y me encontró en una lona durmiendo con un paisano,
Haciéndome yo el monono ántes que el guardian me bote
Me salí a la calle al trote y ella a la casa me lleva
Descalzo, con tongo y leva, parecía monigote.
Yo le dije a la muchacha que me cumpliera mi antojo
Y no tenía una hilacha donde se me pare un piojo,
De entonces quedé en remojo, a la verdad, quién creyera,
A la otra noche tercera ella fue y trajo unos huazos,
Me dieron unos pencazos y me echaron para afuera.
Por fin, para completar, cuando salí de un despacho
Me dió una patada un macho, el golpe me hizo aflojar
Y yo me tiré arrancar andando a tontas y locas.
Me mordió una perra choca, todos soltaron la risa.
Y de yapa, una chusquiza, se paró y me meó la boca.
Nota: seguramente por razones de espacio, la décima se escribió con cinco versos por estrofa. Pero la estructura y rima es de décima espinela.