Humilde recuerdo

Humilde recuerdo
(A Gabriela)
Por Simón Pavel, Poeta popular de Santiago.

Nuevamente la tierra que tú dejaste un día
te recibe en sus brazos para darte el calor
que merece la alondra que vuelve enmudecía
después de haber cantando a la paz y al amor.

Dime que no te has muerto, que sólo estás dormida
que fué una travesura para poder volar
en busca de otras flores que son desconocidas
para adornar la patria con un nuevo rosal.

Dime que el trabajo te fatigó y descansas
que vienes a los tuyos con tu apagada voz
a decirles que cuiden con cariño tus plantas
que volverás mañana si es que lo quiere Dios

Vuelve la gran amiga de los analfabetos
la que toda una vida supo sacrificar
en bien de los pequeños que llegan con sus cestos
hasta la humilde escuela por pan espiritual.

Hoy vuelven con su cesto repleto de ilusiones
para adornar la efigie de la diosa dormida
de la humilde maestra que ganó corazones
en su corta existencia de amor y poesía.

Ellos también te creen solamente dormida
porque tu pensamiento sigue viviendo aún
y te dirán “Maestra, de nuevo buenos días…”
porque fuiste en vida luz, cariño y virtud.

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He de tornar un día

He de tornar un día
Por Avelino Contreras Martínez
, Poeta Popular de la Frontera

Yo pienso tornar un día a mis amados lares
el cual es un deseo que ya hace tiempo ansío;
he de tornar brindando mis mejores cantares
en la época risueña del luminoso estío.

Sí, tornaré, es mi aspiración grande y suprema
seré feliz el día cuando la vea realizada
pero, más me fascina al abordar el tema,
el atractivo hacia mi posesión abandonada.

Yo sueño contemplando su natural presencia
en el sitio solitario donde a mi sonreía;
y soñando disfruto de la incierta evidencia
sin poder convencerme de que ahora no es mía.

Y miro desde lejos, al cerro, a las alturas,
a la casa sencilla, siempre al frente del mar;
la miro acariciada por las brisas más puras
y quisiera como antes volver allí a soñar.

Me atrae cuanto existe y en torno la circunda
y aún conservo intacto dentro de mí el sentir;
son claras las vertientes y la tierra fecunda
donde por lo tranquilo es tan grato vivir.

Por eso yo no olvido ni por nada en la vida
la tierra cariñosa que me viera nacer;
para mí, nunca otra podrá ser más querida
aunque más hermosa, yo alcancé a conocer.

Sólo intento en palabras describir el cariño
que desde tiempo albergo en mi alma pensativa,
del cual vivo dichoso de cuando era niño
y es el que me impulsa a que en versos escriba.

Más no puedo hacer yo, y en mi jardín no hay flores
para coger de todas las que hubieran más bellas
y haciendo una guirnalda de variados colores
a mis largos caminos, perfumará con ellas.

Y estoy cierto que nunca se borrarán de mi mente
los lugares comunes, los bosques y las praderas
porque ocupan en mis recuerdos un lugar preferente
donde quiera que ande en busca de quimeras.

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El picaflor y la libertad

El picaflor y la libertad
Por Eusebio Lillo

Picaflor, cuando entregado
A los rigores del hielo,
de una rama aprisionado
paras atrevido el vuelo
luchando con tu martirio
sin fuerza y sin voluntad
¿cuál es tu único delirio?
–Tener aire y libertad.

Y cuando la primavera
vuelve al campo su verdor
cuando viste la pradera
y da aromas a la flor;
cuando las aves felices
ostentan su agilidad,
picaflor ¿a quién bendices?
–A la dulce libertad.

Si alguna hermosa detiene,
picaflor, tu raudo vuelo
y en prisiones te detiene
llena de afán y de anhelo:
cuando detrás de las rejas
lloras tu cautividad,
¿qué es lo que piden tus quejas?
–Volver a mi libertad.

Feliz en el valle ameno
volando de flor en flor,
te entregas libre y sereno
a los placeres de amor;
si entonces tu voz levantas
del bosque en la soledad
¿quién te inspira cuando cantas?
–Me inspira la libertad.

¡Cuán lúcido es tu plumaje,
ya verde, ya purpurino
y ese vuelo de celaje
y ese melodioso trino.
¿Acaso tus gracias leves
te dio una divinidad?
Picaflor ¿a quién le debes?
–Las debo a la libertad.

Aunque es tu vida un suspiro,
siempre alegre te resbalas;
cuando entre flores te miro,
batiendo las sueltas alas,
tus horas tan hechiceras
llenas de felicidad,
dime, ¿por quién las perdieras?
–Sólo por la libertad.

¿Luego más que a tu existencia
a tu libertad procuras?
–Por ella me dan esencia
del jardín la flores puras
por ellas luzco mis galas
y es mucha felicidad
soltar al viento las alas
gozando de libertad.
¡Cuán dichoso me pareces!

Libre como yo es el hombre
La libertad muchas veces
para él es tan sólo un nombre.
Tú y yo que libre la amamos,
hoy con mutua voluntad
los dos, picaflor, hagamos
votos por la libertad.

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Canto a Egipto

Canto a Egipto
Por José Emilio Mora

Te han llevado cadenas y cerrojos
para atarte de pies sobre tu tierra.
Aviones, barcos, bombas de Inglaterra
y de Francia sobre el fusil los ojos.
La soldadesca cruel y mercenaria
obedece las órdenes del Imperio
el fuego lleva sin ningún misterio
para quemar tu carne milenaria.
Pero han de pasar, hermano Egipto,
El mundo entero repudia la matanza.
Te acompaña y va con tu esperanza
Impedirá por cierto, el nuevo “edicto”
Edén y Pinaud destruirán sus manos
quebrado el brazo por el Nuevo Mundo.
Sólo odio obtendrán en lo profundo
Desde el mapuche al pueblo musulmano.
También yo voy allí con mi homenaje
Y te llevo mi canto por bandera
Y porto este fusil en bandolera
en contra este sanguinario ultraje
como un fusil está mi pluma esgrimo
y le pregono al mundo la verdad
¡No pasarán! ¡Detente iniquidad!
Con tus designios brutos y asesinos
Y no tendrás, Egipto aquel sudario
que te llevan los tories y la Francia.
Sepulta en el desierto la arrogancia
de los bárbaros y viles cavernarios
Y vencerás, Egipto, hermano mío
a la sádica fuerza y la metralla.
A la que en puerto Said hoy día estalla
con un sentido calculado y frío.

10 de noviembre de 1956

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Fisonomía de la plaza Echaurren de Valpso.

Fisonomía de la plaza Echaurren de Valpso.
por Luis Polanco, poeta popular de Santiago

En la plaza Echaurren
como el redondel de los cuatro vientos
con diez sutiles espadas
que le apuntan en el pecho,
y diez cintas que bordean
en su mantón de luceros.

Es cuenca de cien pupilas
que lloran cuando están riendo
la meseta en que Darío
levantó su canto al puerto.

Es mascarilla de mil pechos
con el corazón helado
porque de tanto apretarse
se exprimieron y secaron.

¿Qué decir de las mujeres
que son tuyas, Plaza Echaurren,
que en afán de ser de todos,
¡llegaron a ser de nadie…!
y que nacieron azucenas
se han hecho abejas de enjambre…

Vino hacia el puerto Serrano;
de oriente vino corriendo;
dió a Bustamante la mano
y se cortó medio a medio.

Has perdido la ternura
aún conservas los senos
con sostén de trebol blanco
encubiertos ante el cielo.

Y tienes tres abanicos
para refrescar el viento
tejidos en cintas verdes
en el telar del silencio.

Y tienes un delantal
bordado de acacias verdes
y una fuente de cristal
con caracoles alegres.

Para tus desvelos tienes
borbollones marineros,
con filos de vino fuerte
para recortarte el sueño.

Las guitarras de’ Cajilla
con cuerdas de viento negro;
las arpas de calle Márquez
con la voz del desconsuelo;
remecen los nubarrones
de tu mantilla de invierno.

Y eres un canto de estrellas
encerrado en tu pañuelo
con faldas para el olvido
con espigón de recuerdos.

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Que tristes hemos quedado

Que tristes hemos quedado
por A. Miranda, de Valparaíso

La muerte cruel, implacable,
la que no conoce amores, te llevó.
¡Qué triste hemos quedado, los que tu divinizaste
los que de ti recibimos tanto amor!
¿Quién será la que ahora nos arrulle con suave voz,
quién, a nuestros pies heridos cantará,
quién habrá de cantar tomándonos las manos
y jugar en rondas a orillas del mar?

Se durmió la madre, la heroína, la dulce
que amó la tierra que amó las flores
Gabriela, la divina.

Secos los ojos de llorar, heridos los labios
de balbuceante oración,
quedaremos aquí en tus valles, en tu amar,
fijas las miradas en el cielo
pensando quizás divisarte entre nubes blancas
junto al sol.

Y surge el grito angustioso, preñado de emoción:
¡No te vayas Gabriela, no nos dejes!
No tendremos en el mundo a nadie que nos cante
y nos consuele.
No se apiadará ya nadie de nuestras miserias
ni habrá esos tus dulces ojos de dulce mirar
que aminoren nuestras penas.

¡Qué tristes quedamos los pobres,
mirad como lloran los niños!

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Ruego a Gabriela Mistral

Ruego a Gabriela Mistral
por Luis Fuentes Labarca

Oh, Gabriela,
Madre Maestra
de la lejana infancia.

Espíritu sonriente,
alegre y sencillo
Que estuvo con nosotros
en el patio polvoriento
de la escuela
que agitaba bullicioso
con cintitas tricolores
y pantalón raído
las rimas infantiles
de la ronda.

Oh dulce alma del recreo.

Universal danzas
con el viento.
Cantas
****¹
versos de primavera.

Espíritu triste
en el invierno crudo
escrutando con pena
tras los rotos cristales
de las salas sombrías
al caer de la nieve.

Voz combatiente
de los niños pobres
Reproche ardiente
de la injusticia fría.

Aquí
estamos a tus pies
todos los chilenos.

Te rogamos:
no te vayas
quédate entre nosotros,
no te alejes.

Sí, somos hombres duros.
Siempre
te guardamos
en el rincón más puro
de las almas

Aquí tienes nuestros niños.
Son la ofrenda sencilla
de tu pueblo,
ellos te pertenecen,
eternamente tuyos.

Y al doblar
hoy por ti
las campanas de la Patria,
a media asta
ondea enlutada
la bandera.

Permítenos entonces
depositar con nuestras manos
duras de chilenos
las lágrimas más puras
en esta tierra patria
que te vió nacer.

1  Ilegible en nuestro ejemplar

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Defendamos al “aire”

Defendamos al “aire”
Por Ismael Sánchez, poeta popular de Santiago

Para los que han caído regando con su sangre
el árido desierto carente de humedad
para quienes trabajan haciendo un Chile grande
sin miseria, sin hambre, sin vicio, sin maldad.

Para los que han caído en defensa de Chile
y que su independencia supieron resguardar
los que no imaginaron que fueran los fusiles
que pagan los civiles, su voz a silenciar.

Para los que la vida sólo fue privaciones
sin otra alternativa que un mendrugo de pan,
por el que los obreros van dejando a jirones
en todas las naciones un pedazo de Adán.

Para los indefensos que sólo tienen manos
para crear riquezas y darnos bienestar
para ellos este verso que Dios salva hermano
y obligue a “tirimbano” a recapacitar.

Para los que regaron con su sudor la pampa,
transformando sus costras en precioso metal
o para los que ponen a precio tu garganta
dándote vía franca hacia lo celestial.

Para ellos ni una estrofa, qué saben de armonía,
ellos tienen el oro y el poder destructor
el que sin darle tregua va sesgando las vidas
en esta patria mía sin el menor rubor

Para qué quieren versos sin son del otro lado,
tuvieron otra escuela que no fue la mejor
hoy disparan sus armas como desesperados
al aire, pero al lado cae un trabajador.

Puede ser este un verso qué culpa tiene el aire
para que le persigan los mismo que al ladrón
acaso es un delito dar calor a la sangre
que quieren liquidarle a bala de cañón

Para ellos un desprecio es todo lo que pido
desecho la venganza por no dar ocasión
a que sigan de nuevo jugando a los bandidos
y un día de aburridos le disparen al sol.

Mi canto a los humildes que mastican la pena
pensando en los amigos que no han de regresar,
lo que se sin van vuelta a unirse a las estrellas
para alumbrar con ellas el camino del mar.

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Dos poemas de Max Jara

Dos poemas de Max Jara¹

MAX JARA, que obtuvo este año el premio Nacional de Literatura, es autor sólo de dos o tres libros, pero sus poemas sencillos y tiernos, están hondamente enraizados en el alma popular. Aquí reproducimos dos de ellos.

 

Ojitos de pena

Ojitos de pena,
Carita de luna,
lloraba la niña
sin causa ninguna.

La madre cantaba,
meciendo la cuna;
“no llore sin pena
carita de luna”.

Ojitos de pena,
carita de luna
la niña lloraba
amor sin fortuna

-“¡Que llanto de niña
sin causa ninguna!”
pensaba la madre
como ante la cuna:
-“¡Que sabe de pena;
carita de luna!”

Ojitos de pena,
carita de luna
ya es madre la niña
que amó sin fortuna;
y al hijo consuela
meciendo la cuna
– “No llore mi niño
“sin causa ninguna:
“no ve que me apena
“carita de luna”.

Ojitos de pena
carita de luna
abuela es la niña
que lloró en la cuna.
Muriéndose llora
su muerte importuna
–”¿Por qué llora abuela
sin causa ninguna?”.

Llorando las propias
¿quién vió las ajenas?
mas todas son penas
carita de luna.

Gemía la tórtola

Gemía la tórtola,
silbaba el zorzal;
entre por el monte
llorando mi mal.

Cantó primavera
en el manantial;
“Del viento en el agua
no queda señal”.

Más yo contestaba
al frío cristal:
“El amor es rosa
“del bien y del mal.

“Malhaya el amor,
“malhaya el rosal
“sin rosa y amor
“no dejan señal.

“Sujeta va el alma
“a sino fatal,
“qué más le da el beso
“que llaman leal
“si nunca le hizo
“sentir bien ni mal?
“Que vale la miel
“si no hubiera sal?

1  José Maximiliano Jara Troncoso​ más conocido como Max Jara, fue un poeta chileno, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1956.
Fecha de nacimiento: 21 de agosto de 1886, Yerbas Buenas
Fallecimiento: 6 de julio de 1965, Santiago de Chile
Alma máter: Universidad de Chile

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