Del folklore de Carahue
Don Ramón A. Laval, famoso estudioso de la lengua y especialmente de nuestro folklore, publicó en Madrid en 1916 su obra “Contribución al folklore de Carahue”, obra que fué producto de una detenida visita al mencionado pueblo, donde don Ramón recogió de boca de antiguos habitantes la mayoría de los versos, medicina, refranes, adivinanzas, frases y juegos infantiles que forman el libro. El acucioso estudio de Laval es una obra indispensable para los estudiosos del folklore. De sus páginas extractamos las poesías populares que se reproducen: “La Semana” y el “Verso de Niño”.
La Semana¹
El lunes de la semana,
saliendo a pasear Inés,
me encontré con la inhumana;
dije, rendido a sus pies:
-Señorita, si me admite,
el corazón le daré.
Me respondió con sonrisa:
-Ahora no puede ser;
mañana al anochecer.
El martes, siguiente día,
en mi puerta me paré,
y en su aporte parecía
más un ángel que una mujer.
Yo le dije: -señorita,
lo prometido de ayer.
Me respondió con sonrisa:
-Ahora no puede ser;
mañana al anochecer.
El miércoles por la tarde;
saliendo yo del café,
iba con su madre al lado,
¡Ay de mí! ¡Si la hablaré!
Alargué el paso y le dije:
-Señorita doña Inés…
Me respondió con sonrisa:
-Ahora no puede ser;
mañana al anochecer.
Jueves, me vi precisado
a hablarle con altivez;
saludéla atentamente,
muy ufano y muy cortés,
y le dije: -Señorita,
modere usted su esquivez.
Me respondió con sonrisa:
-Ahora no puede ser;
mañana al anochecer.
El viernes por la mañana
temprano me levanté,
corriendo me fui a su casa,
que iba a salir la encontré,
y luego, al punto, ella, al verme
sin aliento dijome:
-Caballero, voy de prisa,
mañana al anochecer.
Llegó el sábado, que un siglo
me llegaba a parecer,
y enternecido le dije:
-Señorita, ¿me ama usted?
Si me ama, yo la amo;
no me haga morir, cruel.
-Consuélese, dice entonces,
que ahora no puede ser;
mañana al anochecer.
El domingo memorable
corriendo la fui a encontrar.
La muy ingrata me dijo:
-Caballero, a descansar;
toda la semana entera
se permite trabajar;
más, por la Iglesia Romana,
el domingo ha de guardar.
Caballero, vaya a andar.
Verso de niño²
Monroy, Monroy,
el aceitero,
muerto lo llevan
en un arnero.
Como el arnero
estaba roto,
muerto lo llevan
en un poroto.
Como el poroto
estaba viejo,
muerto lo llevan
en un pellejo.
Como el pellejo
estaba lanudo,
muerto lo llevan
en un embudo.
Como el embudo
tenía aceite,
muerto lo llevan
a San Vicente.
San Vicente
estaba cerrado,
muerto lo pasan
por el tejado.
La mortaja
importaba un real
muerto lo pasan
p’al hospital.
El hospital
tenía piojos
lo pasaron
por un rastrojo.
El rastrojo
tenía rocío,
lo pasaron
por el río.
El río
tenía much’agua,
lo pasaron
por Pencagua.
Donde mueren
tantos viejos
y donde nacen
tantas guaguas.
1 p 129-131
2 p. 59-61
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