¡Salve, glorioso maestro!
(versos de redondilla)
A Luis E. Recabarren
por Rafael Martínez Navia.
SALVE, GLORIOSO MAESTRO,
discípulo de Lenin
y como el gran Stalin,
Genio y Líder, Padre Nuestro;
hoy a modo de un clarín,
feliz te canta mi estro,
aquí tu estatura muestro
de luchador sin igual;
por tu preciado Ideal,
¡SALVE, GLORIOSO MAESTRO!
Tu verba no tuvo fin
en la pampa salitrera
fuiste de la clase obrera
el más digno paladín;
jamás la amenaza ruín
afloró a tu labio diestro
ni el odio cruel y siniestro
se albergó en tu corazón,
por tan noble tradición
¡SALVE, GLORIOSO MAESTRO!
También el eco triunfal
de tu magnífico acento
estremeció al Parlamento
contra el viejo Caporal;
por fin la forma feudal
del dogma frío y siniestro
como ahora lo demuestro
cavó su tumba en el mar,
por tu elocuencia sin par,
¡SALVE, GLORIOSO MAESTRO!
Filósofo y escritor,
fué tu pluma inigualada
una profunda estocada
en el pecho del traidor;
derribaste al impostor,
al necio, al fátuo y al neutro
y clavaste como a insecto
al tirano y su jauría,
por tu ardiente valentía,
¡SALVE, GLORIOSO MAESTRO!
DESPEDIDA
Por último, camarada,
cordialmente me despido,
bien sabes que no te olvido
y estoy en la barricada;
que aguardo una clarinada
para acudir al encuentro
y por fin, Apóstol nuestro,
sigo tu ejemplo genial;
por tu ardiente valentía
¡SALVE, GLORIOSO MAESTRO!