La Mujer del Mar o Sirena.

    ¡Amadisimos lectores
De esta mi querida Patria,
Que siempre han tenido a bien,
Cuando os brindo mis versainas,
De leerlas i esclamar
Con benévola confianza:
Este escritor es el único
Que en Chile no escribe farsas;
Si en decir la verdad pura
No hai quien te pegue palmada!»
¡Ciertito, nobles lectores!
Permitiria me ahorcaran
O quemarme en las hogueras
De Loyola i Torquemada,
Antes que mentir un punto
En mis verdades tan altas.
    Dicho esto, sigo adelante,
Para en mui breves palabras
Narrarles aquí un suceso
De aquellos que no se narran
Tan así no más…… ¿qué digo?
Un suceso que se palpa
Primera vez en el mundo,
Pues nunca otro de su laya
Se habia visto hasta ahora
Ni en crónicas anticuadas.
    Voi al hecho. En este puerto,
Ciudad de renombre i fama
En todo i por todo, i que,
En novedades i alarmas
De gran bulto, es la que siempre
Más las impulsa i propaga;
En este puerto, repito,
En la semana pasada
Comenzó a correr la bola
De que una noche, a la playa,
Vieron salir (hácia el Sur
De la caleta de Abarca)
¡Una preciosa mujer
De entre las bravias aguas
Del mar; i que en una peña
Estuvo un rato sentada……!
    Yo, al oir por vez primera
Esta nueva tan estraña,
Esclamé: «iSi esto no es cierto.
……La mentira es mui grandaza!»
Pero la bola cundia
Con desproporciones bárbaras
Que, hasta los diarios, tambien
La propagan entusiastas,
Por lo que este grave asunto
Ya no me pareció chanza;
I, picado, en grado estremo
De curiosidad, me asalta
El deseo irresistible
De ir yo tambien en demanda
De la tal mujer marina.
I antenoche, sola mi alma,
Llegué al misterioso sitio
    Me oculté tras de una peña,
I con la vista imantada
Hácia el mar, quedé en acecho
I…… aguardé dos horas largas…
Cuando ya el helado cierzo
Me iba conjelando el alma,
Por lo que iba a retirarme,
Creo ver salir del agua
¡Oh, conmoción inaudita!
Algo como forma humana.
Quiero huir, pero no puedo,
Ante esa forma que avanza
Hácia mí, i en un segundo
Sobre la peña se instala……
    Después del aturdimiento
Que esa aparición me causa,
Púseme a mirarla atento,
Pero no he visto una cara
De mujer, mas linda i bella:
Mas, tal belleza contrasta
Con la mitad de su cuerpo
Que de pescado es formada!
    Saciado ya de observar
Aquella mujer tan rara,
Con valor me decidí
A interrogar a tal dama;
I le dije:—«Señorita,
¿Puedo, sin incomodarla,
I sin ser un importuno
Dirijirle la palabra?»—
                                   ————
    Con tal interrogación
Yo esperaba una sorpresa,
Pero no fué así; la dama
O la preciosa Sirena,
Con voz pausada i tranquila,
Al instante me contesta:
—«¡Nó; por nada, buen chileno,
Que me incomodes te creas,
I hablarme de lo que gustes
Puedes con toda franqueza!»
—«¡Gracias! En primer lugar
Deseara que me dijera
De qué mares viene usted
A estas playas chilenas»
—«Vengo del oceáno Indico
A dar del mundo una vuelta.
Arribé a Valparaiso
Porque tenia entereza
De ver el gran monumento
I la estátua jigantesca
Del coloso de los mares,
De Prat, el jénio de la guerra»
—«iSeñora! usted tiene afecto
Por la marina chilena!»
—«Sí, por cierto, si ella es
La mas valiente que reina.
I no solo a la Marina
La estimo i amo de veras,
Que tambien aprecio mucho
A toda tu amada tierra,
Porque es tierra de valientes,
De hombres de nobles ideas,
De hombres hijos del trabajo
Mas rudo que darse pueda.»
—«Señorita, todo eso
Lo sabe usté a ciencia cierta!
¿Cómo lo sabe? ¡Me ofusco!…»
—«Tienes razón; pero observa:
No te es dado a tí, chileno,
Poder penetrar mi ciencia;
Bástete saber que soi,
Nó por mis formas esternas,
Un ajente poderoso
De la gran Naturaleza.»—
    Diciendo esto, hizo una pausa
La misteriosa Sirena,
En la cual la pregunté
Con timidez i reserva:
—«Siendo así, ¿tendria usted,
Señora, la complacencia
De decirme si vendrán
Para esta mi amada tierra
Dias de prosperidad
Como en anteriores épocas?
Porque usted vé que al presente
Su situación no es mui buena»
—«Sí, chileno, mui felices
Dias vendran para esta
Tu patría, que hoi está urjida
Por mil plagas i gabelas.
Peró esos prósperos dias
No vendrán miéntras no tenga
Esta nación tan viril
Una reforma completa
En las leyes pilatunas
Que la hostilizan i vejan,
I que la gran mayoría
De los chilenos comprendan,
Para su gloria i su dicha,
De que «la unión es la fuerza»,
Puesto que, sin ella, no hai
República verdadera.»
—«I para que esa reforma
I esa unión tan lisonjeras
S Sean una realidad
¿Falta mucho?»
    —«Ya están cerca»
—«Señorita, ¿qué decis?»
—«Me admiro que te sorprendas
Por lo que oyes ¿qué no has visto
Ya en la capital i en ésta
I en muchas otras ciudades,
A sociedades obreras
Reunirse entusiasmadas
En grandiosas asambleas
I formar el gran partido
De la Democracia neta?
Ese partido jigante
Va a ponerle la paleta
En su lugar a la espúría
Aristocracia chilena
De diezinueve familias
Que impera i reina en tu tierra;
I esa cruel aristocracia,
Que tánto al pueblo desprecia,
I que es de ese mismo pueblo
La mas tirana usurera,
Tendrá que cederle el puesto,
«Por ta razón o a la fuerza,
A la Democracia viva
Que ya sus huestes apresta.»—
    Estas últimas palabras
La demócrata Sirena
Las pronunció con tal brio,
Que parecia que ella,
Más que nadie, interesada
Estaba en esta matería.
Después de un corto silencio
Prosiguió: —«En las venideras
Elecciones vas a ver
Cuántos miembros representan
Al Partido Democrático1
En las Cámaras chilenas.»—
Aquí la curiosidad
Me rebosó; i con voz tierna
La interrogué:—« I ¿serán quiénes
Los elejidos en esas
Votaciones?» I repuso,
Con voz dulce i placentera:
—«Poupin i Serei serán
Senadores… ¿te contentas?
Diputados: Malaquías,
Contardo, Pio Cabrera,
Silva, Gutierrez, Saldaña
Por Santiago, i otros treinta
Democráticos vendrán
Desde Iquique i Punta Arenas;
I de la Valparaiso
La lista triunfante es esta:
Don Juan Agustin Cornejo,
Mimado en la clase obrera,
Don Francisco Galleguillos,
Tribuno de la alta escuela
Republicana a lo yankee,
Cuyos principios e ideas
Sostiene a brazo partido
En la tribuna i la prensa;
Briones hijo, i Cantillano
Tambien obtendrán inmensa
Mayoría de sufrajios
En las receptoras mesas.—»
                                   ———
    Diciendo esto, hizo una pausa
Aquella mujer marina;
Yo tambien guardé silencio
Un momento; i en seguida
La interrogué nuevamente
Diciéndole con voz timida:
—«I el futuro Presidente
¿Quién irá a ser, señorita?»
I al punto me contestó;
—«¡Vaya, chilenol ¿No atinas
A sospechar quién será
El que se siente en la silla
Que va a dejar Balmaceda?
Tienes mui poca malicia!»
—«¿Augusto Matte? ¿Don Cucho
¿Altami……?»«
    —«¡Ya no adivinas!
Oye: el primer majistrado
Que esta gran nación elija
En el próximo quinquenio,
Ya a ser el Padre Padilla2……
¿Qué te ha dado algún ataque?
Tu cara se pone livida!»—
Díjome aquella mujer
Fijando en mí sus pupilas.
I en verdad que en ese instante,
Por la gran nueva que oia,
Del mismo gusto, la sangre
Casi se me paraliza!
I, loco perdido, grito:
«¡Que viva Allende! ¡Que viva!
¡Viva don Juan Rafael,
El valiente periodista
I futuro presidente
De la dulce patria mia!»–
La encantadora Sirena
Mirábame complacida,
Que al fin me dijo: —«¿Te agrada
El Presidente Padilla?»
–«¡Hasta la pared de enfrente!
Le contesté ébrio de dicha;
 ¿Cómo no me ha de agradar
Ese titan polemista,
Que con su chispeante critica
Al magnate mas finchado
Lo vuelve patas arriba;
Ese adalid de la prensa
Liberal, que no se humilla
Ante el mismísimo Diablo,
Si a que le zurre le incita;
Que es el azote mas firme
De topos de sacristía,
De pechoños i de beatas,
I de toda esa polilla
Fanática e ignorante
Que abunda en la tierra mia?……
……La Sirena, al oir esto,
No pudo sufrir la risa,
I me dijo entusiasmada:
–«Chileno, me maravilla
De ver que con tánto ardor
I entusiasmo simpatizas
Con ese gran ciudadano
Que idolatras con justicia.»
–«Es verdad, señora; pero
Entre toda mi alegría
Porque va a ser Presidente,
Algo hai que me mortifica.
Ya siendo Padilla el jefe
Del Estado, el periodista
Dejará la pluma; ¿quién
Va a sacarles la ca…nina
A huascazos a los pillos
I bribones que con cinica
Desvergüenza, por doquiera
Ostentan sus picardías?»—
A este temor tan fundado
La mujer del mar replica:
—«Hijo mio, eres mui cándido,
O mas bien, corto de vista:
¿No alcanzas a vislumbrar
Que ese valiente que hoi pincha,
Sin amilanarse un punto,
A toda fiera dañina,
Siendo el primer mandatario,
Es mui lójico que siga
Desde ese elevado puesto
Dándoles huasca tupida
I con mucho mejor éxito
A esa caterva maldita
De infames facinerosos
Que solo ante él tiritan?
Voi a darte aquí en resúmen
Las reformas infinitas
Que va a decretar ese hombre
Desde la elevada cima
Del poder: —Que vuelva el oro
I vuelva la plata fina
A circular sin demora,
Sin trabas ni ruines miras;
I que en una grande hoguera
Se eche toda la inmundicia
De esos mugrientos billetes
Que la usura mas dañina
Llama moneda corriente,
I se reduzca a cenizas;
Que los derechos de aduana
Sobre aquellas mercancías
Que el pobre consume, i que
Contribución tan inicua
Tan sólo pesa sobre él,
En el acto se supriman;
Que en la Guardia Nacional
Cese la infame rutina
Del coloniaje, i que en ella,
Sin distinción de familias,
Formen todos los chilenos,
I a engrosar pasen las filas;
Que en las calificaciones,
Que son puras tripulinas
Donde se vé al carneraje
Calificarse por lista,
Concluya ya esa chacota
Digna solo de la China;
I que el dia de elecciones
Ya no sean las pandillas
Chocloneras de garrote,
De puñal i bala fria,
De sable, de huasca i lazo,
Las que cubran de ignomina
La sagrada democracia
En ese grandioso dia.
Esto i muchisimo más
Hará en bien de tu querida
Patria ese gran presidente
Que tánto afecto te inspira.
Ahora, en cuanto a este puerto
Que en particular estima,
I en mui alto grado, escucha
Lo que hará por él Padilla;
En primer lugar, los focos
De corrupción e inmundicias
De la calle de Maipú,
Que ya su hedor atosiga,
I los de la Calle Nueva,
I los focos que en tantísimas
Otras calles, funcionando
Están a la luz del dia,
Serán tapiados con cal,
Con ripio i greda maciza;
Que así el pestilente olor
De aquellas cloacas podridas
No afectará la salud
De la jente sana i limpía…
…Esto es bien hecho… I a tí,
Cuando por ahí transitas,
¿No te da vergúenza el ver
A tus paisanas queridas
Hacer las veces de perras
En leva?
    —«Yo, señorita,
Nunca paso por ahí…—
—«No me vengas con mentiras!»
A una de esas casitas
Con un amigo, a tomarnos
Un solo vaso de chicha.»
—«I tuviste que salir
Poco ménos que de prisa
Al ver el cuadro asqueroso
Que se presentó a tu vista!
«Otro inmenso bien. Los líquidos
Que se espenden noche i dia
En esta hermosa ciudad,
Contienen tánta malicia
Hecha en su composición,
I Que algunos hasta estricnina
Les encajan, porque así
El licor mas luego  pilla;
I como esto es pernicioso
Por demás para la vida
Del que bebe, sin chillar
Con repelentes bebidas,
El activo Presidente,
Que es crisol de la justicia,
Está en estremo irritado
Por estas mezclas dañinas
Que los avarientos hacen,
Llevados por la codicia,
Con los liquidos tan nobles
Que dan las chilenas viñas;
I para cortar de un golpe
Daños que tánto le irritan
Comisionará diez quimicos
De esos que no por propinas
Dejen de aplicar la lei
A toda ruin sabandija
Que por ganar diez por uno
Empanzan a las bebidas.»
                                   ———
    Yo escuchaba a la Sirena
Con oido tan atento,
Que ni siquiera una sílaba
Perdia de los severos
Pronósticos que me hacía,
Los cuales para este puerto
En época no lejana
Vendrian a ser un hecho.
—«Tambien, ese Presidente,
Continuó, en bien del pueblo
Decretará de que el pan,
Que hoi venden los panaderos
A centavo, i que es tan grande
Como el tamaño de un huevo
De diuca, lo agranden más
I lo den de a diez por medio;
A los que espenden la carne
En las recevas i puestes,
I que a un ojo de la cara
La libra la están vendiendo,
A que no sean tan bárbaros
Los obligará un decreto;
I a los que, por su desgracia
Vendan fruta verde al pueblo,
En castigo de tal culpa,
Tendrán destierro perpétuo;
Los lecheros que a la leche
La mezclen con agua, esos
A la cárcel redonditos
Irán por un año i medio;
Los que jiran en ajencias
De prendas, i que ¡usurerosl
De interés cobren al mes
Más de tres cobres en peso,
Tendrán prisión especial:
De la cabeza en un cepo
Serán puestos por dos dias
I sin probar alimentos;
Que en toditos los trabajos
Que existan en este puerto,
Sea cual sea el trabajo,
I sea quien sea el dueño,
A todos los operarios
Les den aumento de sueldo;
Que el Comercio, sin tapujos,
Sin muecas ni lloriqueos,
Mejore un tanto la suerte
De los curtidos lancheros,
Que trabajan como machos,
Sea en verano o invierno,
Poniéndole el hombro al bulto,
Con el agua a medio cuerpo.
Pero, ¿para qué seguir
Enumerando, chileno,
Díjome aquella mujer,
Los infinitos decretos
Que va a decretar Padilla
En bien de este noble puerto?
I como ya son las doce,
Dentro de un momento tengo
Que emprender mi viaje al sur
Para doblar el Estrecho
I hallarme mañana en Francia,
En el puerto de Burdeos.»
A cuyas palabras, yo
Quedé estático un momento;
Mas, la mujer misteriosa,
Con un tono dulce i tierno,
Me dijo: —«No te anonades,
Amigo, i ten el consuelo
Que será feliz tu patria
Dentro de mui poco tiempo»,
I apretándome una mano
Me dijo: «¡Adiós, buen chileno!»

1 El Partido Democrático fue fundado en 1887 y uno de sus fundadores fue Juan Rafael Allende
2 Padre Padilla, publicación de sátira política, su editor y redactor fue Juan R. Allende

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EL PLAN DE REVOLUCION
DE LOS BALMACEDISTAS
SU DESCUBRIMIENTO EN SANTIAGO
(Corrido)

    Los hombres Balmacedistas
Mui ocultos trabajaban
Hacian como seis meses,
Para dar una asonada
Mui en secreto en Santiago;
Ellos tejian la trama
De una spiración séria
Que iba a causar gran desgracia:
En Diciembre, domingo once
Era la fecha fijada,
Para en este pueblo hacer
La mas horrible matanza.
Iban a incendiar de noche
Pues ciento setenta casas,
I a los que iban a ultimar
Era la lista mui larga:
Uno era don Jorje Montt,
Sus ministros i compaña,
I los dos Walker Martinez
I don Manuel Irarrázabal,
I don Ramon Barros Luco
Presidente de la cámara, (1)
I así otras muchas personas
Que es mui largo enumerarlas.
Tambien el Arzobispado
Iba a verse como una ascua,
I los templos de Santiago
Caerian bajo las llamas.
Para hacer esta revuelta
Con tres cuarteles contaban:
El cuarto, el Constitución
I tambien el Esmeralda,
I tenian mucha jente
Para ese dia, alistada,
Que cerca de los cuarteles
Tenian piezas con armas
Revólvers habian muchos
Cuchillos mucha abundancia,
I no pocas carabinas
I hartas càpsulas con balas.
También habian kepíes
I ropa flamante, aseada
Para servir a los jefes
Que iban a dar la batalla.
El sábado por la tarde
Nuestro Gobierno se alarma
Con esta nueva noticia
Que le fué comunicada.
A las nueve de la noche
Era la hora señalada
Del domingo mencionado,
Que iba a correr sangre tanta.
El Gobierno con sijilo,
Sabiendo lo que pasaba,
Acordó secretamente
A todos el darles caza.
En el 1º de linea,
Que Constitucion se llama,
Habian dos oficiales
I ambos estaban de guardia.
Estaban comprometidos
A entregar la guardia armada,
Cuando viniese el tumulto
Tendrian la puerta franca.
El teniente Bahamondes
Que hizo al norte la campaña,
Capitan García el otro,
Dictatorial fina raza,
La justicia llegó presto
I al punto a los dos levanta.
Ya han confesado su parte
Con relación detallada.
Se prosiguió a tomar preso,
Con medidas acertadas,
A todo Balmacedista
Que en esa coladaestaban.
En la tarde del domingo
Habian cincuenta i tantas
Personas, en calabozos,
Todas inconunicadas
Cayó Malaquías Concha,
Balmacedista de fama,
I ademas muchas personas
Que omito ahora nombrarlas.
Junto con Blanlot Holley
Rafael Allendes se escapa,
I van por la cordillera
Dando soltura a sus patas.
Todos los conspiradores
Que han caido ya a la trampa,
I los que pueden caer
Les castigarán sus faltas.
Los caudillos u oficiales
Se pasarán por las armas,
I los demas a destierro
A alguna isla solitaría.
Dios no quiso que Santiago
Fuese una ciudad incendiada,
Como fué la antigua Roma
Por Neron i su comparsa
Cuando contemplo, lectores,
Esa acción tan temeraria
Que se pretendió el hacer,
Se me entristece algo el alma.
Yeo que no está tranquila
Esta mui querida patría,
Que todavia sus hijos
Respiran odio i venganza.
Esos que fueron vencidos
En la pasada campaña,
I que pronto perdonó
El gobierno de la escuadra,
Hoi altivos i soberbios
Contra el Gobierno se alzan:
Pretenden cortar cabezas
Cual las mieses la guadaña.
Lo que hai en duda, lectores,
¿De dónde han sacado plata
Para hacer esta revuelta
Que ha sido tan bien pensada?
Muchos creen que don Claudio
De la Arjentina mandaba
Gruesas sumas de dinero
Para restaurar su banda;
Otros creen que los picados,
Por la mui crecida alza
De tantas contribuciones
Esas sumas erogaban.
¿l cómo fué descubierto
El plan que ocultos fraguaban
Estando ya todo listo
I en horas mui inmediatas?
—Fué que el teniente nombrado
A un oficial que estimaba
Le comunicó el secreto,
I él dió parte sin tardanza
A su comandante Aguirre,
I este fué a la Comandancia
I la autoridad, entonces
Quedó mui bien informada.
Así vino a descubrirse
La conspiración tan magna,
Que por el favor de Dios
El plan ha quedado en nada.
Pues que sirva esto de ejemplo
Al Gobierno que nos manda:
Que no dé motivo al pueblo
Para que apoye esa causa.

(1) De Diputados.

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Horrible
DRAMA.

Una jóven enterrada viva:

En el país de Sicilia
hubo una escena horrorosa:
una niña fué enterrada
estando viva en la fosa.

Tenía dieziseis años,
y un letargo la atacó
causado por la influenza
y muerta se le creyó.

Pasadas veinticuatro horas
en ataud la encerraron,
y en la triste sepultura
como muerta la enterraron.

Pero cuando despertó
en la helada sepultura,
su corazón se oprimió
lleno de tanta amargura.

Le faltó ¡ai Dios! el aliento,
y sin poder respirar,
se desesperó y el pelo
fiera se empezó a arrancar

Con las ansias de la muerte,
su cara despedazó,
y entre gritos i lamentos
la pobre niña espiró.

Poco despues al sepulcro
fueron de la fallecida,
y encontraron que la tierra
estaba bien removida.

Abrieron la sepultura,
y pusieron presenciar
lo que yo, lectores mios,
os acabo de contar.

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SEGUNDA PARTE.

A dar pienso a mi caballo,
¡Ai de mí que soi perdido!
en una casa de campo
veinte pasos del camino.

A este punto donde estoi,
precipitado llegué;
por el amo pregunté,
quedaron todos turbados.
¿Qué se ofrece caballero?
respondió luego un anciano.
–Esta jente, qué hace aquí?
–Tres hombres que están cenando
–Aquí teneis a Portela:
dadle un pienso a mi caballo.

Uno de ellos dió un suspiro
de los tales que cenaban;
sus lágrimas derramaban,
cuando a Portela le dijo:
qué suerte tan desgraciada!
¿dónde vas desconocido?
tu padre me dió una carta;
adelante, soi tu amigo,
en las manos de Portelas;
¡ai de mí que soi perdido!

I leyendo con cuidado
estas palabras decia:
«te van a quitar la vida;
hijo mio, lo he pensado
que te marches de la España,
no cometas mas estragos,
que en Córdoba tu cabeza
ayer mismo pregonaron”
¡Oh! qué noticia recibo
en una casa de campo!

Un año justo i seguido
de ladron mas afamado;
mi vida ya he despreciado.
que para nada la estimo;
vengan pollos i gallinas,
i a cenar junto conmigo
i despues venga fandango
i buenos tragos de vino,
que este gasto yo lo pago
veinte pasos del camino.

A mí nada me acobarda,
me llaman el temerario,
facineroso en mi planta.
cuando el trabuco disparo.

Cuando llegó la mañana
le dije a mi compañero:
como amigo te la entrego;
cuando llegues a mi casa,
a mi padre, con secreto,
le entregarás esta carta
los dineros i el bolsillo,
porque a mí no me hace falta;
i vivid todos tranquilos.
que a mí nada me acobarda.

Bien montado en mi caballo
de la casa me despido;
me tiraron cinco tiros
al subir por un barranco.
Aquí te quiero, Portela,
i amparándome de un árbol,
dos heridos van por tierra
de un tremendo trabucazo:
i quedó el leon guerrero;
 me llaman el temerario 

Una partida de capa,
diez hombres mui bien armados
del gobierno son pagados
i agarrarme se adelantan;
todos somos audaces,
fanfarrones no me bastan,
i al salir por unos pinos,
me tiran una descarga,
me mataron el caballo.
facineroso en mi planta

Cuando me ví desmontado
de sentimiento lloraba;
a unas peñas retiraba
cuando todos me cercaron;
date, date, Juan Portelas!
ocho tiros me arrojaron,
los que hirieron al valiente
en la cabeza i un brazo;
de sangre bañado estaba
cuando el trabuco disparo.

Ya perdí las esperanzas,
de mis padres el honor
las fuerzas me faltan ya;
del cielo baje el pardon.

La sangre que derramaba
me cubria el corazón;
ni siento mi muerte, nó
voi a pagar mis hazañas;
me agarraron entre dos
i con cordeles me amarran;
cuando llegó el comandante
todos ocho me acompañan,
me llevan como traidor;
ya perdí mis esperanza.

Con tal anhelo i cuidado
a paso doble marchaban,
con bayoneta calada;.
ántes de ponerse el sol
les pedí un poquito de agua,
i les dije en alta voz:
por dios, quitadme la vidas
que en Córdoba, no entre yo
que está mi familia honrada
de mis padres el honor.

No te puedo remediar,
el comandante me dijo,
ya no tienes mas recurso,
es preciso caminar;
a Cordoba te llevamos,
por órden del jeneral;
padre, madre i hermanitos,
mis culpas voi a pagar,
un año que no me han visto;
llas fuerzas me faltan ya.

Multiplicó mi dolor
al entrar por la ciudad;
padres, madres i familias,
causó gran admiración
todos me vienen detras
ya cojeron al traidor;
otros lloran sin cesar;
me llevan a la prision;
me cargan de cadenas;
del cielo baje el perdon.

Quedarse todos con Di[os]
perdon le pido a la jente
que una mujEr fué la ca[usa]
de pelear contra la mue[rte]

Me toman declaracio[on]
trece muertos dos heri[dos]
de ladrón un año he si[do]
mi causa finalizó;
tiene pena de la vida;
todo el tríbunal firmó
Ya me ponen en capil[la]
con un Cristo Rede[ntor]
¡ai! mis padres i her[manos]
quedárse todos con Di[os]

Aquí se amansa el v[  ]
aquí se pierde el valor,
la honradez i pundonor
i se afrentan los pariente
aquí tengo el confesor;
ya Portela se arrepiente,
ya el patíbulo me espera, 
mañana será mi muerte;
de los males que he causad[o]
perdonen todas las jente,

Calles, ventanas i casas,
Cordoba i sus habitantes,
perdonadme en adelante,
socorred mis dos hermanas.
Abuelos, padres i niños,
las peñas i las montañas
las fuentes ¡oh mis amigos!
llorad vuestra dulce calma,
i que no olvideis confio,
que una mujer fué la causa.

Ya salgo con un piquete
i una caja destemplada;
la caridad me acompaña;
me miran todas las jentes.
Adios, adios, compañeros,
adios, adios, para siempre,
veinticinco años de mundo,
mirad todos a mi suerte,
un Santo Cristo en mis manos
le pido que no me deje.

Ya subo por la escalera.
ya el verdugo me acomete;
creo en Dios Padre i Dios Hijo,
aquí fué el dolor mas fuerte;
ya me sientan en el palo,
mirando estoi a la jente,
me retiran la cabeza,,
un torno al cuello me meten,
i al decir su único Hijo,
a pelear contra la muerte.

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PRIMERA PARTE.

Escuchen, señores mios,
les diré de Juan Portela,
el ladron mas afamado
de la gran Sierra Morena.

De mis padres fuí querido,
todos los gustos me daban;
mas de verme yo perdido,
una mujer fué la causa;
escuchen, señores mios,

Nos dimos palabra cierta
para casarnos los dos:
puse mi afición en ella,
la que fué mi perdición
les diré de Juan Portela.

Fuí un labrador honrado
que en Córdoba trabajaba
a una hacienda retirado,
i por querer a una dama
fuí el ladron más afamado.

Sin tener de mi una queja
esta jóven se casó
con otro, i a mi me deja:
cuya causa me llevó
a la gran Sierra Morena.

Lloraba de noche i dia
siempre por una mujer;
mas al ver su tiranía
venganza determiné.

Con el sol de medio dia
un puñal fuí disputando;
mis amigos; qué dirian!
cuando me ví despreciado
lloraba de noche i dia

Sus quejas llegué a entender
de una pícara traidora,
que tan falsa vino a ser;
pensaba a todas las horas.
siempre por una mujer.

Pronto ya a perder mi vida
mui fiero valor mostré,
i al lograr lo que quería
una noche me marché,
solo al ver su tiranía

Con mi trabuco me entré
a la casa que habitaban,
i a su marido encontré,
que los dos cenando estaban;
venganza determiné.

Vengo a quitarte la vida,
delante de tu marido,
i pagaré con la mia
si acaso soi atrevido.

Lloraba la falsa niña
al sentir estas palabras;
detén, traidor, tu gran ira;
te daré de puñaladas
para quitarte la vida.

Su esposo quedó rendido,
me miraba con fiereza,
sin color i sin sentidos,
cuando ella cayó muerta
delante de su marido.

Aquí acabó mi alegría;
dije luego, soi perdido
sin decir Ave-María
de un tiro maté al marido:
yo pagaré con la mia

Salí con mi trabuquillo,
ví un gran grupo que decia:
alto: justicia le pido,
i ella mis pasos seguia
si acaso algún atrevido.

Jiré un poco la cabeza
con mi trabuco apuntando
que disparo a toda prisa;
cuatro muertos he dejado.

Me escapé por una puerta;
esa noche me buscaron;
en Córdoba, Juan Portela,
seis personas ha matado;
jiré un poco la cabeza.

Caminaba con cuidado,
i al romper el claro dia,
junto a la venta del Carpio
un caballero venía;
yo mi trabuco apuntando.

Dije: alto, no te muevas;
tu caballo i los dineros
y entregaras a Portela,
i si no diras el credo
que disparo a toda prisa.

Se marchó el pobre, pelado
lo mismo que una patena,
yo pirré con su caballo,
porque en las puertas de Utrea
cuatro muertos he dejado

Las partidas me persiguen,
van detras de mí que vuelan;
pero tengo yo un caballo
que metiéndole la espuela…

A mi trabuco le dije:
tu te llamas boca-negra,
que disparando a pié firme,
necesito una docena;
las partidas me persiguen

En los montes de Antequera
una mañana robé
a un coche i una galera;
seiscientos machos choré;
van detras de mí que vuelan.

He matado seis soldados,
de civiles una escuadra;
disparé seis trabucazos,
i a Portela no le agarran,
porque tengo yo un caballo…

Arriba, jaca morena,
que nos queda el comandante,
vuelve cara boca-negra
de un tiro cayó al instante;
yo metiéndole la espuela…

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ROMANCE ILUSTRADO
Sobre el combate naval de Iquique el 21 de Mayo de 1879

PRIMERA PARTE

I

El diez i siete de mayo
Por órdenes del gobierno
(O acaso del almirante
Que en esto no hai punto cierto)
Zarpa de Iquique la escuadra
Dejando solo en el puerto
La Esmeralda i Covadonga
Que sostengan el bloqueo.
Quedan solos i tranquilos
Estos dos buques jemelos
Que hermanos inseparables
En el Papudo se hicieron:
Sus bizarros comandantes,
Prat i Condell, prometieron
Al almirante cumplir
Su deber como chilenos,

II

Pasáronse cuatro dias
Vijilando con esmero,
La Esmeralda voltejeando
Mui cerca del fondeadero
Mientras que la Covadonga
Cruzaba lejana al puerto
La mañana del veintiuno
Tranquilos amanecieron,
Sin sospechar que aquel dia
 En un combate sangriento
Sus vidas en holocausto
De la patria, muchos dellos
Rendirian, asombrando
Al mundo con su denuedo.
A las seis de la mañana,
Cuando en el límpido cielo
Iluminaba el crepúsculo
Los horizontes serenos,
Como un punto imperceptible
Divisaron a lo léjos
Dos humos que por el norte
Hacian rumbo hácia ellos.
Que eran dos grandes vapores
Al momento conocieron
I la Covadonga entónces
Que vijilaba en su puesto
Al instante se dirije
Lijera a reconocerlos
Poco tardó en convencerse
Que eran enemigos nuestros:
La Independencia i el Huáscar,
Ellos erán…… nada ménos.

III

La Esmeralda i Covadonga
Pronto se ponen de acuerdo,
I sus bravos capitanes
En el peligro, serenos,
Procuran conferenciar
En el instante supremo:
Mas como Prat era el jefe
De la escuadrilla, al momento
Condell se acerca hácia él
I le pregunta: ¿qué hacemos?
Pero Prat sin contestarle
Le pregunta lo primero;
“¿Ha almorzado la tropa?”
I ya una vez satisfecho
De quehabián almorzado,
Prosigue con voz de trueno:
“¡Cumplir con nuestro deber
Eso será lo que haremos;
Hemos sido sorprendidos
I seguridad tenemos
De morir, ¡pues bien, muramos!
Pero será combatiendo!”
Tales fueron las palabras
De aquel ilustre guerrero,
Que ántes que arriar su bandera
Quiso ántes morir primero……
¡Morir, ai! cuando apénas
De la vida sus ensueños
Comenzaba a disfrutar,
Dilatando el pensamiento
En horizontes sin fin
De amor i delicias llenos!
¡Morir, dejando en el mundo
Seres queridos i tiernos
I que acaso por su muerte
Llorando en amargo duelo
Vivirian infelices
En profundo desconsuelo!
Morir, cuando en el hogar
Le esperaban con anhelo
Dos ánjeles que aguardaban
Impacientes su regreso
Para dormir en sus brazos
Arrullados con sus besos!
¡Morir, pudiendo salvar
Dejando su honor ileso,
Puesto que en lucha imposible
No se degrada el guerrero
Que ha rendido su bandera
Cuando la defensa es sueño!
Morir, en fin, sin tener
Ni aun siquiera el consuelo
De bendecir a sus hijos
En el instante supremo!…..
¡Morir, sí, prefirió Prat,
Porque el soldado chileno
Es del valiente espartano
Un esacto i fiel remedo:
Que, o triunfa del enemigo,
O sucumbe combatiendo!

IV

En tanto que Prat i Condell
Entre ellos conferenciaban
Los dos formidables buques
Hácia ellos avanzaban,
I de la lucha sangrienta
El momento se acercaba;
Era ya, pues, necesario
Aprestarse a la batalla.
Entónces Condell cumpliendo
Con las órdenes tomadas
Prepárase en su goleta
A vender su vida cara,
Porque ya la Independencia
Hácia ellos se acercaba.
En el mismo instante Prat
En su querida Esmeralda
Reune a sus compañeros.
I con voz tranquila i clara
Dice a los suyos: “¡Muchachos:
Tenemos ahí la escuadra
Del formidable enemigo
Que nos presenta batalla;
La lucha es mui desigual
Pero es preciso aceptarla,
I esta bandera querida
Que jamas ha sido arriada
No seremos, pues, nosotros
Los primeoó en mansillarla;
I si en medio del combate
Veis que la vida me falta
Seguid siempre defendiendo
a honra de nuestra patria!”
Dice, i apénas habia
Pronunciado estas palabras
Por entre las dos barquillas
Pasa silvando una bala.
Este primer estampido
De la enemiga metralla,
Con sonoros ¡Viva Chilel
Fué al instante saludada.

V

Eran en ese momento
Las ocho de la mañaña,
Hora en que se dió comienzo
A la lucha encarnizada
Que sostienen dos corbetas
Pequeñas i maltratadas,
Con los dos fuertes blindados
De la marina peruana,
Los cuales como dos fieras
Ansiosas de presa asaltan
A las dos pequeñas naves
Que tranquilas le aguardaban.
El Huáscar rompe sus fuegos
Sobre la heróica Esmeralda
Mientras que la Independencia
Al Covadonga acediaba
Con un fuego tan nutrido
Que destruirla amenazaba;
Pero el bravo comandante
Hábilmente gobernaba,
Pegándose hácia la costa
Batiéndose en retirada,
Con lo cual logró por fin
Separarse de la rada.
La Esmeralda, mientras tanto,
Sin descanso contestaba
Los fuegos del enemigo,
Aunque sus pequeñas balas
La córaza del coloso
Apénas, sí, rasmillaban.
El enemigo a su vez
Con sus terribles metrallas
Nuestra querida reliquia
Sin piedad agujereaba
I barrian su cubierta
Matando cuánto encontraban;
Mas, nuestros bravos por eso
Ni un instante desmayaban
Al contrario, se batian
I doblaban su pujanza
Mientras mas recrudecia
Aquella horrible matanza.
Hubo un momento de lucha
Aun mas desesperada,
Pues al acercarse a tierra
Para lograr que las balas
Del enemigo alcansacen
A ofender los de la playa,
Los de tierra hicieron fuego
Con cañones de montaña
Matando tres individuos
E hiriendo a quien no mataban.
Pero la gloriosa nave
Entre dos fuegos tomada
Al Huáscar i los de tierra
A la véz les contestaba;
Pues parece que su ardor
Al fragor de la batalla,
Comó el tigre acorralado
Su valor centuplicaba.

VI

Dos horas han ya pasado
En tan desigual batalla,
I el enemigo impaciente
De resistencia tan larga
Se prepara furibundo
Adar el golne de gracia:
Con su terrible espolon
A toda fuerza de máquina
Se lanza hácia la corbeta
Para en el mar sepultarla.
Entónces Prat que tranquilo
De la toldilla observaba
Los menores movimientos
Del monitor, se prepara
Para esquivar aquel choque,
Al mismo tiempo en su alma
Cruza la idea terrible
I a la vez desesperada,
De saltar al abordaje
Con su jente preparada,
Tomando, si era posible,
Con aquel golpe de audacia
Pocesión de aquel blindado
Pue hácia ellos fiero avanza;
Mas esta idea a los suyos
No puede comunicarla;
Pues apénas concebía
Esta empresa temeraria
El Huáscar con rapidez
Puso proa a la Esmeralda
I su espolon vino a herirla
Junto al palo de mesana,
Al costado de babor,
I al mismo tiempo descarga
Los cañones de su torre,
Que casi a boca de jarra
Causan terribles estragos
Con mortíferas granadas.
Pero la ocasion suprema
Que Prat tranquilo esperaba
Al juntarse las dos naves
Creyó ya era llegada,
I con voz de trueno grita
Blandiendo en la maño el hacha:
“¡Muchachos, al abordaje!”
I como el rayo se lanza
Sobre la férrea cubierta
Desafiando con su espada
Las iras del enemigo
Que impertérrito buscaba
Para batirse con él
Cuerpo a cuerpo i sin ventaja;
Mas, los cobardes peruanos
Que traidoramente asaltan,
Huyen a favorecerse
Tras de coraza acerada.
Solo el teniente Velarde
Que iunto a la torre estaba,
Es el único que encuentra
I en el instante lo mata;
I sigue buscando airado,
Centellante la mirada,
Con el semblante zañudo
I la melena erizada,
Arrogantes enemigos
Con quienes medir su espada,
I… ¡ai! del Huáscar si al jigante
De los suyos le acompañan
Treinta soldados siquiera!……
Pero quiso la desgracia
Que sú voz no fuera oida,
I que con él abordaran
Solo Aldea i otro mas
Que mas cerca de él estaban.

VII

Repuestos los enemigos
Del terror que les causara
Aquel arrojo increible
Que por cierto no soñaban;
I viendo por otra parte
Que los que los provocaban
Solo eran tres…… al instante
En tropel todos disparan
Sobre los héroes que caen
Muertos con esta descarga.
El primero que sucumbe
En la cubierta del Huáscar,
Es el bravo de los bravos
El héroe augusto i sin tacha,
Que ni aun despues de muerto
Queria rendir su espada;
Para poder obtenerla
Fué necesario arrancarla,
Abriendo dedo por dedo
Aquella mano crispada!……

VIII

De la Esmeralda esta escena
Asombrados presenciaban,
I con profunda emosión
Todos a la vez juraban
Vengar a Prat, o morir
Como héroes en la jornada
I en efecto, aquel combate
Que ya tres horas duraba,
Se hizo mas terrible aun
A medida que aumentaba
La esfervescencia en la sangre,
La emulación en el alma:
Todos a la vez querian
Ser héroes, i se lanzaban
A disparar los cañones
Cuando artilleros faltaban
Entre tanto el enemigo
Airado se preparaba
Para acabar de una vez
De sumerjir en el agua
Aquel puñado de leones
Cuyo valor le irritaba;
Desde unos seiscientos metros
Mas o ménos de distancia
Arremetió con su ariete
A la débil Esmeralda
Aunque el capitan Uribe
Que el buque entónces mandaba,
Quiso evitar aquel choque
Como el buque ya no andaba
Por la amura de estribor
Recibió la otra pechada
Fué entónces cuando Serrano
Que en el castillo se hallaba,
Con doce soldados mas
Saltó a la proa del Huáscar
Mas el heróico teniente
I sus compañeros de armas
Perecieron prontamente
Por mortiferas metrallas
Que de la torre i la popa
Sin interrupción lanzaban
En esos mismos instantes
El buque estaba haciendo agua
Inundando prontamente
Ta terrible Santa Bárbara;
La máquina al mismo tiempo,
Estaba toda anegada,
Sus calderos apagados,
I por fin…… no funcionaba.
Era ya el buque una boya
Que sobre el agua flotaba
Al capricho de las olas,
I sin embargo…… tronaban
Todavía los cañones
Que los cabos disparaban……
I batiéndose seguian,
I los instantes pasaban,
I la sangrienta hecatombe
Hora por hora aumentaba;
I los mismos enemigos,
Que desde tierra miraban
Aquella lucha imposible,
Atónitos esclamaban:
«¡Qué hombres estos, Dios Santo,
Que jamas rinden su espadal!”

IX

Ya, por fin, la hora suprema
Por instantes se acercaba
I aquel sangriento combate
Que cuatro hóras duraba
Debia pronto concluir;
Porque la nave atacada
Casi estaba totalmente
Por completo destrozada:
Un último espolonazo
I…… ¡adios, querida Esmeralda!
Así sucedió, en efecto,
Pues el coloso se lauza
Sobre la débil barquilla
Que a resistir ya no alcanza
La fuerza de su espolon,
L…… en el mar es sepultada……
Pero entónces, todavía
Sus héroes viven, i lanzan
Un último ¡Viva Chile!
I al mismo tiempo dispara
El denodado Riquelme
Una postrimera salva,
Cuyos ecos repercuten
Las montañas mas cercanas,
I que son los funerales
Que a la nave capitana
El audaz guardia marina
Le hace, fija la mirada
En el tricolor hermoso
Que, en el palo de mesana,
Es el último en hundirse
En las ondas azuladas.

SEGUNDA PARTE

X

Entre tanto al Covadonga
¿Qué suerte habia tocado?
Ya hemos visto como pudo,
Hábilmente  gobernando
Evitar en la bahía
Ser tambien acorralado;
I poniendo proa al sur
Maniobraba procurando
No disminuir la distancia
Por no ser espoloneado.
Pero su andar era lento,
Puestestaba agujereado
Con el balazo del Huáscar
Que le habia traspasado,
Al principio del combate,
En los primeros disparos:
Para poderse salvar
Necesitaba un milagro.
Sin embargo, el bravo Condell
De improviso iluminado
De una idea salvadora
Que Dios le habia inspirado,
I que solo consistía
En buscar siempre los bajos
I ver si al buque enemigo
Se conseguia encallarlo;
Puso por obra al momento,
Audazmente secundado
Por Orella, su segundo,
Este plan desesperado
I sin perder un instante
Huyendo, pero sondeando,
Desafiaba al enemigo
Con irritante sarcasmo,
I gritando  ¡Viva Chile!
Con indecible entusiasmo
Contestaba bravamente
A los fuegos del blindado
Disparando con sus rifles
Un fuego vivo i graneado,
Que diezmaba horriblemente
Los artilleros peruanos.

XI

Así, por algunas millas
Ambos, buques navegaron
Covadonga perseguido
I persiguiendo el blindado
Los comandantes veian
Desde sus puestos parados
Sus movimientos, i oian
Aun sus voces de mando
I hasta tiros de revólver
Pudieron haber cambiado,
Tan corta era la distancia
Porque estaban separados
Para el buque perseguido
El momento era apurado,
Pues aun hasta de tierra
A hacerle fuego llegaron,
Mas él sin amedrentarse
Contestaba estos disparos.
De repente el bravo Condell
Rozaba algo en el fondo
Con su quilla, i en el acto
Creyó llegado el momento
Que tanto habia deseado,
Redoblando su enerjía
Siguió siempre provocando
Las fúrias del enemigo
Con sus valientes soldados.
Hubo un audaz marinero
Que en el aire tremolando
Dos banderas tricolores
Les gritaba a los peruanos
«¡Son ustedes unos cobardes,
Traicioneros i villanos!”
Ademas desde las cofas
El atrevido Juan Bravo,
Disparaba con su rifle
Causando muchos estragos
Fn los cabos de cañones
Del enemigo, gritando:
“¡Viva Chile! cayó otro
De esos inmundos peruanos!”
Con tales provocaciones
El enemigo cegado
Por la rábia, se lanzó
Furioso i desesperado
Hácia el débil Covadonga
Para en el mar sepultarlo.
De repente…… un choque horrible
Hizo crujir al blindado,
I…… la previsión de Condell
Se habia al fin realizado.
La terrible Independencia
Contra una roca chocando
En Punta Gruesa, su tumba,
Habia al fin encontrado.

XII

Lijero como un corcel
El Covadonga virando
Vuelve sobre el enemigo
I le sigue disparando
Con certeras punterías
Que introducen el espanto
En los del buque perdido,
I empiezan a echarse a nado.
Fué entonces cuando rendidos
Ya, por fin, se confesaron:
Luego arriando su bandera
La de parlamento izaron,
Pidiendo de viva voz
Moore a Condell, que en el acto
Mandára a bordo sus botes
Para su buque entregarlo.
Pero Condell preveía
Que el Huáscar en poco rato
Llegaría i…… ¡pobre de él
Cuando encontrara varado
I perdido para siempre
Al sosten de los peruanos!
Hizo, pues, rumbo hácia el sur,
I partió en Dios confiado.
I se encuentra con que ha sido
Su compañero el barado.
Precipitado i furioso
Socorre pronto a los náufragos,
Incendia a su compañera
I lijero como un rayo
Se lanza en perseguimiento
Del Covadonga en el acto
Fué ya tarde, pues la noche
Que se venia acercando
Favoreció al perseguido
Que haciendo agua i averiado
Llegó al fin a Tocopilla,
En dónde ya quedó en salyo.

XIII

Tal fué el fin desta jornada
De terribles consecuencias
Para el Perú, i para Chile
De inmarsecible grandeza.
Un puñado de valientes
Con su increibie entereza
Han dejado en nuestra historia;
Con letras de oro impresa
La pájina mas sublime
Que en sus anales se encuentra.
A ellos, pues, tributemos
Gratitud i gloria eterna
I que esa pléyade ilustre
De héroes, benditos sean!.

FIN.

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RELACION VERDADERA
de los amores i desafíos que tuvieron en Barcelona cuatro
valerosos soldados de la marina española.

Atencion, noble auditorio,
todo el orbe se suspenda
mientras mi lengua declara
la mas reñida pendencia
que sucedió en Barcelona
del modo que aquí se cuenta,
con cuatro nobles soldados
del rey de España, que aumentan
las voces con sus hazañas
por España y fuera de ella,
porque en diciendo españoles,
todas las naciones tiemblan.
Eran entre los marinos
estos cuatro hombres de prendas
y por ser de gran valor
quiero que sus nombres sepan.
El primero y principal
era Diego de Contreras,
soldado diestro y temido
en castillos y fronteras:
el segundo es Cayetano
García, soldado que era
de todos muy respetado,
hombre de valor y prendas;
el tercero Alfonso Tellez,
cuyas hazañas y fuerzas
no me atrevo á enumerar:
el cuarto es Pedro Cadenas,
que es alférez reformado,
sargento vivo en galeras.
Vivia en esta ciudad
una dama hermosa y bella,
espejo de la hermosura,
con quien trataba Cadenas;
solicitábala á tiempo
que de España las galeras
llegan á sus fuertes muros,
donde saltaron tierra,
soldados, bravos mancebos,
respetados donde quiera,
entre ellos Alfonso Tellez
y el dicho Diego Contreras;
paseando alegremente
de Barcelona á las puertas,
Vvieron esta hermosa dama
y sabiendo es de Cadenas,
Dien pudieron excusarlo
y no meterse con ella.
Alfonso con mil requiebros
ha empezado á enternecerla;
la dama con gran despejo
le ha dicho de esta manera:
váyase muy noramala
á pretender á su tierra,
y no venga á enamorar
las damas barcelonesas,
mire que no ha de faltar
quien le rompa la cabeza.
Alfonso de esto enfadado,
con una risa compuesta,
alzó la mano y le dió
un bofeton á la hembra
que le deshizo la cara,
la boca, dientes v muelas,
en sangre se las bañó,
diciendo: dile á Cadenas
que salga á tomar venganza
que Alfonso Tellez le espera.
Se salieron paseando
muy poco a poco y sin pena,
al tiempo que Cayetano
llegó con Pedro Cadenas
á la puerta de su dama;
viéndola de esta manera,
dice: ¿quién es el aleve
que ha ofendido tu belleza
sabiendo que yo estoy vivo
que corres por mi cuenta?
que le quitaré la vida
con esta espada sangrienta.
Muy llorosa le responde:
no serás, Pedro Cadenas,
respetado en Barcelona
si tal infamia no vengas,
corta la atrevida mano
y tráela a mi presencia;
pues de esta suerte me han puesto
dos soldados de galeras,
el uno es Alfonso Tellez,
y me dijo que salieras.
De que oyen estas razones,
como dos serpientes fieras
van á buscar sus contrarios
por calles y callejuelas:
junto á la puertasdel Ángel
con ambos á dos se encuentran.
Cayetano que los vió
echó mano á la siniestra,
y Pedro le detenia,
diciendo: vamos afuera,
adonde no haya socorro
sino que del Cielo venga.
Se salen de la ciudad
poco mas de media legua
por un excusado sitio.
Volvió la cara Cadenas,
y en altas voces ha dicho:
aqui ha de ser la pendencia,
donde sereis sepultados
y yo vengaré mi ofensa.
Meten mano á las espadas
con tal ira y saña fiera,
que Cayetano Garcia
cerró con Diego Contreras,
y Alfonso Tellez cerró
con su contrario Cadenas.
Como son los agraviados
se tiraban tan de veras,
con gran ira y con ahinco
estocadas muy soberbias,
sin reparar en las puntas,
á la que mas pronto llega
Alfonso como valiente
le ha dado á Pedro Cadenas
tres furiosas estocadas
que por el pecho atraviesan;
la púrpura derramando,
manchaba la tosca arena
Como se va desangrando
y ya le faltan las fuerzas,
con la espada y con la daga
con su contrario se cierra;
le ha tirado una estocada,
que sin que reparo hiciera
por el párpado de un ojo
le entró la espada sangrienta,
que el cerebro le pasó
la espada mas de una tercia;
Alfonso cayó de espaldas
difunto sobre la arena.
Cadenas muy mal herido
sobre una peña se sienta,
alza los ojos al Cielo
y á Dios llama mui de veras;
le dice: Pastor divino,
yo soi la perdida oveja
que se vuelve á tu rebaño;
ea, Señor, recogedla.
Con esto llegó la parca,
corta el hilo que le alienta,
espiró y partióse el alma
al Tribunal á dar cuenta.
Vamos á los otros dos
que fuertemente pelean:
cansados de combatir,
ambos se pidieron treguas
para descansar un rato,
se sientan sobre una piedra,
ya se mira el uno al otro,
y asi fablando Contreras:
todo el mundo tengo andado,
y he visto diversas tierras;
he tenido desafíos
y peligrosas contiendas,
y no he encontrado ninguno
que á mi valor no obedezca;
ambos estamos heridos,
dejemos esta pendencia.
Y Cayetano responde
mi fama no lo consienta,
pues ¿qué se dirá de mi
en el puerto y las galeras
si vo te dejo con vida
habiendo muerto Cadenas?
Pues si en aquesta ocasión
un Bernardo te volvieras,
dos mil vidas te quitara
con esta espada sangrienta.
Muy presto te ha de pasar,
le ha respondido Contreras,
pues te muestras tan soberbio
en volver á la pelea
Ya otra vez toman las armas
con tal brio y con tal fuerza,
que renovaron en breve
la batalla tan sangrienta,,
que el sol no acierta á salir
á clarificar la tierra,
por no ver estos leones
de la suerte que pelean.
Cayetano es muy valiente,
pero le faltan las fuerzas;
que tiene cinco estocadas
y cortada una muñeca:
retirando piés atrás,
huyendo de la soberbia
de Contreras, que parece
un bravo leon que sueltan,
tropezó y cayó de espaldas,
y dice de esta manera:
pues con la paz me rogaste,
razón es que te obedezca.
Ya no es tiempo, respondió
muy encendido Contreras;
y con fuerza asaz rabiosa
le dió una muerte violenta.
Y de que ya se vió solo,
y que la noche le cerca
ttendiendo su negro manto,
á la ciudad dió la vuelta.
Se fué á casa de la dama,
y le diz de esta manera
traidora, pues fuiste causa
de esta desgracia, la pena
has de pagar con tu vida
para que escarmiento sea.
La agarró de los cabellos
y le cortó la cabeza
revolcándola en su sangre,
de allí se ha ido y la deja;
va á un convento á retirarse,
y un hermano de Cadenas
juró de tomar venganza;
y haciendo las dilijencias,
supo en qué paraje estaba;
y rondando con cautela
y con dañada intención
viéndole entrar en la iglesia,
le tiró un carabinazo,
cayó boca bajo en tierra;
pidiendo está confesión;
fué en balde la dilijencia.
El delincuente se huyó,
pero poco le aprovecha,
que le cercan y le cogen,
y á la cárcel se lo llevan.
Dieron cuenta al general,
y dispuso su excelencia
que lo lleven y lo amarren
á cuatro fuertes galeras,
sus carnes le despedacen,
para que escarmiento sean.
Ya le sacan de la cárcel,
lo llevan á las galeras;
todas cuatro están en cruz,
lo amarraron con violencia,
y á la voz de un ronco pito
alzan áncoras y velas,
con que quedó aquel cadáver
dividido en cuatro piezas.
Dios les perdone sus almas,
y nos perdene las nuestras
cuando del mundo vayamos
á gozar la vida eterna:
y nos libre de mujeres,,
porque éstas todo lo enredan,
que no hay desdicha ninguna
que por mujeres no venga.
Alerta, alerta, mujeres,
disponeos á la enmienda,
que una mujer fué la causa
que su galan se perdiera,
y juntamente con él
cuatro hombres de nobles prendas.
Escarmentad, valentones,
no vivais á rienda suelta,
no mireis á las mujeres,
que es engañosa culebra,
que con su veneno mata
aquesta frájil materia;
y asi temamos á Dios
y á la Virjen Madre nuestra,
porque despues de esta vida
gocemos la gloria eterna.

Ver lira completa

El mónstruo de Marsella

A la celestial princesa,
Madre del Divino Verbo,
le pido me dé su gracia,
porque sin ella no puedo
mover mi rústica lengua
ni dar a entender al pueblo
lo que sucedió en Marsella
a un desdichado mancebo,
por sus torpezas i vicios
i asombrado atrevimiento;
i con el favor divino
de la que es Reina del Cielo,
daré principio al romance
para que sirva de ejemplo
a los que sigan los vicios
i deleites de este suelo.
En la ciudad referida
residia un caballero;
este tal tenia un hijo,
cuyo nombre no refiero
mas diré que era un alarbe,
según lo dirán sus hechos.
Apénas llegó a quince años,
quiso vivir tan travieso
en las mas ardientes llamas
del abismo del infierno.
Y apénas le vió su madre
en aquella forma puesto
cayó en tierra desmayada
y recobrando el aliento,
llorando lágrimas tiernas
al Autor del universo
pidió que le perdonase
pero no hubo remedio
porque ya ardia en las llamas
de los abismos eternos,
Alborótose la casa
los vecinos y los deudos,
y todos los moradores
de la ciudad acudieron
y al ver visión tan horrible,
sin poder tomar aliento,
atónitos y asustados
muchos en tierra cayeron.
Unos santos sacerdotes
conjuraron al momento
el espectáculo, y dando
un estallido tan récio,
que pareció se caian
los astros del firmamento,
desapareció, dejando
un olor tan violento
de azufre por la ciudad
que duró por mucho tiempo.
Los otros diez que quedaban,
la cuadrilla deshicieron
y en conventos diferentes
el hábito recibieron
del seráfico Francisco.
misericordia pidiendo
a Dios y a su santa madre
con gran arrepentimiento
para que Dios les perdone
los malos pasos que dieron.
A la enmienda pecadores,
pongamos al vicio freno,
y observemos la obediencia
a nuestos padres, que en este
quedaremos vencidos
del Sacro Espíritu Eterno.
Mirad que Dios nos lo manda
en el cuarto mandamiento
de su Santa lei Divina,
que de esta suerte tendremos
paz y concordia en la tierra,
y eterna gloria en su reino.

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La fiera malvada

RELACION del horroroso caso que sucedió en el pais de Jerusalen, de los estragos que hizo una fiera llamada ANIMAL SILVESTRE cuya forma era como la presente lámina, por la cual toda la jente estaba atemorizada al ver que se perdian muchas personas i toda clase de animales, i por último se descubrió, como verá el curioso lector.

    Préstenme su bendición
Jesús i su madre santa
Para hablar de un monstruo atroz
Llamado Fiera Malvada,
    Formado segun se ve
Su retrato en esta estampa:
Las orejas de caballo,
La boca como una vaca.
    Dos cuernos en la cabeza,
Tambien alas que volaba,
Vestida como tortuga,
I no le entraba bala.
    Piernas i patas de gallo,
Asperones como daga.
Dos alas cual las del pez
Dos palmos i medio largas.
    I los dedos de sus piés
Como ganchos de romana,
Como alfileres el pelo.
La cola como una lanza.
    Hiere con los asperones,
Con la cola, i cada arpada
Era capaz de romper
A un hombre las espaldas.
    Tenia cuando fué muerta
Mas de diez palmos de larga.
De la cola cuatro i medio.
Los cuernos como una cabra.
    Alzábase quince palmos
Al aire cuando volaba;
I parecia un demonio,
Con gritos que horrorizaban.
    Mucha jente se ha comido
En aquella Tierra Santa.
Reino de Jerusalen.
En una Tierra mui aspera.
    Se llama el Monte del Viento,
A doce horas de largada;
I por todo aquel contorno
La jente estaba espantada.
    Desaparecido habían
Personas en abundancia,
Pasajeros, i tambien
Labradores de su ca a
    Todos están aturdidos
Por tanta jente que falta:
Una vez que son perdidos.
Ni vivos ni muertos se hallan.
    Cuando Jesus fué servido
I la Virjen soberana.
Un dia la descubrieron
Dos soldados que pasaban.
    Al hallarse dentro un bosque,
Bajo una peña mui alta,
De una cueva les salió
La dicha fiera malvada.
    Con una especie de ahullidos
Que a los caballos espantan,
I pasmados los soldados
Ambos sus armas disparan.
    No le hicieron ningún daño,
Pues que aun mas indignada,
Saltando sobre un caballo.
Lo destrozó de una arpada.
    Su compañero escapó
En la bestia que montaba,
Que corria mas que el viento,
Hasta que fué a la posada.
    Llegó mui pronto el soldado
A Urben, ciudad afamada,
Donde llora amargamente
Toda la jente admirada.
    Como si estuviese muerto
I con su cara mui blanca,
Un señor le presentó
Una bebida mui guapa.
    Prontamente volvió en si,
Cobró color en la cara,
I entonces les esplicó
Aquella triste desgracia.
    Mui luego le acompañó
Un sarjento hácia la casa
Del señor Gobernador.
Que estaba cerca la plaza.
    Refirióle todo el hecho
De aquella bestia malvada,
Que mató a su compañero
En un bosque en la montaña.
    A mas tambien le esplicó
Del modo que era formada,
Que volaba i que su pelo
Como vidrio le sonaba.
    Prontamente discurrieron
Los que estaban en la casa,
Que la jente que se pierde
Esta fiera se los traga.
    El señor Gobernador
Incontinente les manda
Vayan todos los soldados
I la jente bien armada.
    Se fueron muchos paisanos.
Mas de quinientos con armas,
También jente de a caballo
I veinte carros con viandas.
    El soldado que escapó
De los demas se adelanta;
Cuando llegaron allí,
Se pusieron de parada.
    Al instante los tambores
Tocaron a jenerala.
I aquel monstruo les salió
Con gritos que horrorizaban.
    Embistió como un león;
Le dan descarga cerrada;
Pero nadie la mató
Ni la hirió ninguna bala.
    La fiera mató cincuenta
Con asperones i arpadas,
Y noventa dejó heridos
Con sus poderosas garras.
    Pronto la caballería
Puso la mano a la espada:
Pero no pudo embestir
Por ser la tierra mui áspera.
    Despues se les separó
Fuera el bosque en tierra llana;
I habia un hombre a caballo
Que llebava una gran lanza.
    Al cabo de un largo rato
Embistióla con su lanza
Metiósela por la boca,
Y hasta el vientre le pasaba.
    La boca como un dragón
Abria mientras volaba;
Hasta que murió rabiando
Aquella fiera malvada.
    El hombre que la mató,
De tan alegre que estaba,
Nada bebió ni comió
Hasta que fué a la posada.
    Los muertos los enterraron
Allí en la misma montaña,
Y a los heridos curaron
Cirujanos de gran fama.
    Los que no se hicieron daño
Tuvieron dicha sobrada.
Y contentos regresaron
A Urben, la ciudad mui guapa.
    La fiera se la llevaron
En un carro bien guardada
Custodiada por soldados,
Que nadie fuese a tocarla.
    Llegaron a la ciudad
Puesto ya el sol, i a la casa
Del señor Gobernador
Se fueron a presentarla.
    El señor Gobernador
Mandó que en medio la plaza
Le hiciesen un buen tablado
Y alli pudiesen mirarla.
    Por los pueblos i ciudades
De toda aquella comarca,
Por todo hicieron pregones;
Quien quiera verla alli vaya.
    Ocho dias la tuvieron
Sobre el tablado en la plaza,
Que todo el mundo la viese
Del modo que era formada.
    Tanta jente acudió allí,
Que nadie hallaba posada
Ni viandas para comer
Con dinero se encontraba.
    Monstruo que hiciese mas daño
No le vió persona humana
Mostrándola a todo el mundo,
Siguen a Francia y España.
    Puden perdonar, lectores;
La leyenda es acabada:
El hombre que la mató
Tiene una renta ganada.

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El combate

Esmeralda y Covadonga,
de nuestra escuadra chilena,
eran los buques mas débiles
y de mas mínima fuerza;
pero el almirante Williams
en Iquique a ámbos. deja
bloqueando el puerto, en el tiempo
que él con la escuadra anduviera
persiguiendo al invencible
Huáscar y a la Independencia.
Pasáronse algunos dias
sin que nada sucediera
a los buques bloqueadores,
pero una mañana bella
divisóse al lado norte
espesísima humareda.
Poco a poco se distingue
que vienen a toda fuerza
hácia el puerto, los blindados
HuáscarIndependencia.
ARTURO PRAT, cuando vió
que estaban los buques cerca,
arengó a toda su jente,
recordóles el dilema:
VENCER o MORIR peleando,
mandó izaran la bandera
estando toda la jente
reunida sobre cubierta.
Después tomó la bocina
y a Condell con voz entera
gritóle: “Mi comandante
ya se acerca la refriega;
no se aleje de la costa,
que la suerte lo proteja.”
El bravo Condell a Prat
un “Viva Chile” contesta
y prepárase al combate,
a la desigual contienda.
Los dos blindados peruanos
adelantan, ya están cerca;
el Huáscarrompio primero
el fuego, y la Independencia
al Covadonga persigue:
se pierde en Punta Gruesa.
El Huáscar y la Esmeralda
continúan la contienda,
aquel desigual combate
entre un buque de madera
y un poderoso blindado:
diez cañones por cuarenta!
ARTURO PRAT ve su buque:
la arboladura deshecha,
sin movimiento la máquina,
lo mas de su jente muerta,
el timón mui destrozado,
inmóvil, virando apénas;
pero en el palo mayor
ve la bandera chilena
y por su alba estrella jura
con su sangre defenderla.

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