Romance històrico.

Bernardino Guajardo

    Despues de mi testamento,
Amados lectores, quiero
Dejaros una memoria,
O mejor dicho, un recuerdo;
Quizas por última vez,
Admitid mi corto obsequio.
    Ya el año sesenta i seis
Escribí una historia en verso,
De cómo llegué a esta tierra
Cuando los godos perversos
Conquistaron la nacion
I de ella se hicieron dueños.
En esa historieta dije
Cómo creci en este pueblo,
Hasta llegar a ser hombre
Malo i bueno entre los buenos.
Veinte años han trascurrido
Desde esos tristes sucesos,
I en este largo período
Vais a saber lo que he hecho.
Vivir siempre como niño,
Sin aprovechar el tiempo:
Muchos me juzgan con plata,
I al contrario, solo tengo
Algunas, aunque pequeñas,
Drogas, trampillas i enredos.
¿I cuál ha sido la causa?
Vais, lector mio, a saberlo:
Yo fui desde mi niñez
Mui aficionado al juego,
Vicio que me dominó
Hasta llegar a ser viejo,
I nunca pude dejarlo,
Porque jamas hice empeño.
Yo pasaba en la carpeta
A veces el dia entero,
Perdiendo lo que era mio,
Por interes de lo ajeno.
Como fui algo pillastron
I tuve bastante injenio,
Esto era lo que me hacia
Caer al resumidero.
Mas viendo que la moderna
Mil cosas ha descubierto
Para ganar con ventaja
A los que no son mui necios,
Un dia vi i observé,
Jugando con uno de éstos,
Que me tenia ganados
Tres billetitos de a peso;
Me levanté, i dije: amigo,
Conténtese usted con eso.
Salí de aquella tertulia
Imajinando i diciendo:
¡Válgame el poder de Dios!
¡Hasta cuándo seré leso!
I desde aquel mismo instante
Traté de poner remedio.
Dejé de jugar al naipe,
Pero me boté a gallero,
Labrando siempre mi ruina
I perdiendo mi dinero,
Topando los sobornales
Cuando estaban de ocho a medio.
Algunas veces ganaba,
Pero allá por lo tio Diego.
Esta nueva diversion
Me hizo llegar al estremo
De decir que no pagaba
Un dia por un careo,
Que era malo, pero el juez
Sentenció de que era bueno.
Despues de reflexionar,
I conociendo mi yerro,
Fui a pagar lo que debía;
Pero llevaba el intento
De no ver ninguna riña
I de no apostar ni medio.
Saqué mi plata i pagué
A los que estaba debiendo;
I en el mismo acto salí
De corazon maldiciendo
Dichas casas, porque son,
La verdad pura, un infierno,
Donde el que pierde maldice,
I solo se oyen reniegos,
Herejias i otras voces
Que las dejo en el tintero
Mas bien, por no publicarlas
I escandalizar al pueblo.
Entren por curiosidad
En una casa de juego,
I verán lo que conversan
Niños bastante pequeños,
I los grandes les celebran
En lugar de reprenderlos;
Así es que aquellos muchachos,
Como digo, tan modernos,
Perdiendo, solo se aplican
A hacerse bravos rateros.
En esto la policia
Debiera poner remedio;
Pero qué remedio habrá
Cuando ya por todo el reino.
De Chile solo se ven
Muertes, robos i salteos:
Han robado en la intendencia
De nuestro vecino puerto,
I no se puede saber
Quiénes los ladrones fueron.
Ya ven hasta dónde llega
Elr audaz atrevimiento,
I nadie puede ignorar
Cuál será la causa de esto.
Sea de ello lo que fuere,
Yo por mi parte protesto
Detestar todos los vicios
Que traen males funestos,
I para arreglar mi vida
Tal como yo lo deseo,
Voi a poner por testigos
A niños, mozos i viejos,
I les encargo tambien
Que aprovechen mis consejos,
I vivan de su trabajo,
Que es lo mas lindo i mas bueno:
Desde ahora en adelante,
Yo, con vender mis cuadernos,
Algo al fin he de juntar
Que sirva para mi entierro.
Reconociendo que voi
Llegando al dia postrero,
Ya que tan perverso he sido,
Quiero entrar en arreglo;
Para esto pido el auxilio
De la virjen del Carmelo,
Que es madre de pecadores
I de los tristes consuelo.
A vos, señora piadosa,
Madre del divino Verbo,
Del Santo Espiritu esposa,
Oh, hija del Padre Eterno,
Tú serás mi defensora
En el tribunal supremo;
No me desampares, no,
Por los sagrados misterios
Del santísimo rosario
I los santos evanjelios, 
I por la pasión i muerte
De vuestro hijo sempiterno,
Que en una cruz afrentosa
Murió por nuestro remedio.
Oh divino redentor!
Oh mansísimo cordero!
Oh inmenso mar de bondad!
Oh rei de tierra i de cielos!
Del mas grande pecador,
Que quiere ser de tu gremio,
Una lágrima es bastante
Para que le deis el premio
De la eterna salvacion,
Segun su arrepentimiento.
Padre misericordioso,
Permitid que los incrédulos
Te alaben i te bendigan
Como a su Dios verdadero,
Para que, desengañados,
Pasen a hacerse tus siervos.
Tú, señor, que trasformais
En mansos a los soberbios,
Dales a saber que sois
Rei de todos los imperios;
I de mí no te olvideis,
Ni del gran pueblo chileno,
Que profesamos tu fe
I que solo en tí creemos
Ya veis lo que está pasando
I lo que está sucediendo
Con los que han dejado atras
A Calvino i a Lutero.
Dios mio, no permitais
Que ninguno apostatemos,
Por no caer al abismo
Mas horrible i mas tremendo.
I a vos, queridos hermanos
Católicos, recomiendo
Que perseveren constantes
I de este modo seremos
Bendecidos del Señor,
I al salir de este destierro,
Una eternidad de gloria
[O]s dará el autor supremo.
    Ya de todos mis lectores
Me despido al fin con esto;
I todos en jeneral,
Cuando sepan que yo he muerto,
Por el descanso de mi alma
Rezarán un padre-nuestro,
I en pago guardá el retrato
Del que ha sido i es su maestro.

       BERNARDINO GUAJARDO.

Impreso por P. Ramirez.— Echáurren, 6.

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Miguel Jerònimo Triviño: su desgracia i su muerte.

    En el nombre de Dios Padre
I María soberana,
Dadme licencia, señora,
Para narrar esta plana.
Atended, lector curioso,
De mi pluma la sustancia;
Lo que os digo con certeza
I con pena mui grabada:
    Peñaflor, ese punto,
Un caballero de fama,
Artesano en la herrería
I entendido en la mecánica,
Es conocido por su arte
Que el estranjero no iguala.
De haberes mui moderados,
Don Segundino es su gracía,
Triviño su apelativo,
Con el taller en su casa.
Hijos tiene este señor,
Todos de buena enseñanza,
I a uno de estos varones
Mui de continuo mandaba
A que espendiese las obras
Que en su casa trabajaba.
Un dia a Miguel Jerónimo
Le mandó, pues, que ensillara,
I que en seguida se fuese
A recaudar una plata
Llegó el jóven a Santiago,
I como necesitara
Un corte de pantalón
Se apeó en la calle Ahumada,
Donde habia un español
Que Carrillo se firmaba.
Como dueño de la tienda,
Se alegró de que llegara.
El tendero preguntóle
Si algún jénero buscaba.
Señor, contestó Triviño,
Casimir necesitaba.
Un corte le señaló,
I el comprador, de palabras,
Le dice: qué vale el corte?
A luego respuesta aguarda.
Ocho pesos no mas pido;
Ya ve, la especie no es cara.
Entónces el comprador
Ofrece sin mas mudanza:
Cinco pesos le daré;
Así me atrevo a tomarla.
Se alteró mucho Carrillo,
I dice: esta no es robada.
El de afuera le responde:
Tiene usted la sangre mala.
I qué vino a suceder?
Que, como no cuesta nada,
Al que es lijero de jenio
Se le pinta la desgracia.
Otras cosas se dijeron
A modo de bufonada,,
I entre dimes i diretes,
I de palabra en palabra,
Carrillo sacó un revólver
I a Triviño amenazaba.
El jóven de Peñaflor
Una arma tambien cargaba;
Puso los puntos tambien;
Pero todo era una chánza.
De repente sale el tiro,
I a Carrillo da la bala
Que quedó muerto en el acto
Sin decir una palabra.
Sube a cabállo Triviño
Para buscar escapada;
Pero luego lo rodean,
I entre todos lo insultaban;
I él entre medio de todos
Mui tranquilo se callaba.
Llamaron al vijilante,
I éste lijero piteaba;
Llévanlo de punto en punto
De San Pablo a la posada.
Preguntóle el oficial
Luego cómo se llamaba,
I escribiéndole su nombre
A un calabozo lo manda.
Al otro dia, la hora
Las nueve de la mañana,
Lo presentan al juzgado,
I el juez enojado lo habla:
Dime si eres el autor
De una muerte perpetrada
En medio de tanta jente
Ayer en la calle Ahumada.
To lo turbado el humilde,
De primeras lo negaba;
I el juez lo mandó a la cárcel
I que oscuro lo pasara
El padre cuando supo esto,
Abandonando su casa
Salió como dislocado
I un abogado buscaba
De lo mejor que se nombra,
Para dicha circunstancia.
Puso todos sus esfuerzos;
Pero el juez usó de traza.
A las once de la noche
Fué en persona a donde estaba
Exijendo que le diga
Que de la prisión lo salva.
Sin mas que esto el prisionero
O aquella paloma mansa
Le refiere la verdad
I el juez los grillos le saca
Lo hace firmar lo que habló
I a muerte lo sentenciaba,
I sin pérdida de tiempo
A la corte se le manda.
La corte aprobó como era,
Hé ahí, fué confirmada.
En el Consejo de Estado
Propusieron apelara.
Todo, todo vino en contra
Para que no se librara.
Hubo mui grandes empeños,
De primera aristocracia
Como fue don Benjamin,
Prometiendo su palabra
Que él haria lo posible
A fin de que no dañara
La terminante sentencia
Que ya estaba decretada.
La dama Victoria Prieto
De Larrain titulada,
Las monjas tambien pedian
Conseguir lo que descaban,
Un comandante de abordo
También escribió una carta,
Que no hubiera sacrificio
I era favor que aguardaba.
Su Señoria llustrísima
Fervoroso suplicaba
Qué diré la clase obrera?
Que toda ella se empeñaba
En conseguir el perdon
Para ver si se apiadaba
El padre de la provincia
Que en la Moneda se hallaba.
Entre oradores i poetas
Se vió la mayor constancia,
Implorando a su excelencia
Que la pena conmutara.
A ese tiempo la capilla
Con Triviño se ocupaba,
¡Qué dolor en aquel dia
Que todo el pueblo esperaba!
Eran las seis de la tarde,
Aquella mal opinada,
En que la triste familia
Jemia desconsolada
Se vió entrar el piquete
A ejecutar con las armas
Al cordero maniatado
Con los grillos que pesaban.
En la celda, solitario,
Con un soldado de guardia,
El reo esperaba triste
Que el fatal plazo llegara.
Presto entró el sacerdote
En aquella infeliz sala
I un caballero Verdejo,
El encargado que estaba
De leerle la sentencia
Al que la muerte esperaba,
Lo que no mas fué leida
El padre Eleuterio le habla:
Hijo de mi corazon,
Marchemos, que Dios te llama;
Jesús murió en el Calvario
Por redimir nuestras almas,
De allí se paró el dichoso
I ante el crucifijo clama:
Ten piedad de mi, señor
Que está mi muerte cercana.
Se sentó el padre en el banco
I el reo se arrodillaba,
I le habló secretamente
Sin duda algo le faltaba.
Al padre le dió seis cartas
I el reloj que manejaba
Les pidió perdon a todos
I en el palo se sentaba
Se allegó pronto el verdugo
I la vista le vendaba.
I el sacerdote le dijo:
Al cielo! que Dios te aguarda.
Obligándole tambien
Que a la oración se dignara,
Oh! señor, en vuestras manos
Os encomiendo mi alma,
Desús Maria i José,
Por tres veces replicadas,
Como fuese suficiente
Dividiéndose dos varas
I levantando el florete
El oficial que mandaba,
Los primeros tiradores
Rompen el fuego i descargan,
Quedando el cadáver yerto,
Se consiguió que entraran
Caballeros, i el hermano
A sus lomos lo levanta,
Hizo valor el doliente
I a su hermano le amortaja;
En el instante partieron
Al sepulcro que esperaba.
Ahora pidamos todos
Implorando una alabanza
Por el alma de Triviño,
Que Dios le tenga en su gracia
Como les deseo a todos
Cuando de este mundo salgan.

        NICASIO GARCÍA

        Impreso por P. Ramirez.—Echáurren, 6.

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NUEVO Y LASTIMERO ROMANCE
DE
LAS FECHORIAS QUE HIZO EL DICTADOR BALMACEDA
EN LOS
Siete Meses de Esterminio a la Nacion
Y ALGO SOBRE LA CARNICERIA DE LO CAÑAS

Primera Parte

A tí, Virjen Sacrosanta,
Madre de Dios soberana,
Con rendimiento te pido
Que disculpes mi ignorancia;
Perdonad mi insuficiencia,
Por ser la llena de gracia.
Aquí se atreven mis labios
A hablar con toda esperanza;
Voi a dar publicidad
A lo que se vió en mi patria,
Con aquel tan sanguinario
Que al mismo Rosa imitaba,
Que en Buenos Aires estuvo
Y de todos fué cruel daga.
Aquí en Chile Balmaceda
Asesinó jente tanta,
A persoñas principales
Como de la aldea baja.
Del sacerdocio tambien
Les dió muerte, lo declaran,
Y sentenciaba el cobarde
A todos de  la Escuadra,
Advirtiendo si vencia
A ninguno perdonaba
Del campo reclutó jente,
Esto era en leva forzada:
Aquel que no era rendido
Lo hacian morir a bala
De modo que desde el Huasco
Todo para el sur estaba,
Varios en espesos montes
Por el temor se ocultaban:
Al idiota con espías
Todos los días llegaban
Al Paleciolos secretos
Y el dictador les pagaba
Con billetes que él selló,
Porque nada le costaban.
Al clero le tomó odio
Y a infinitos desterraba,
Unos a Montevideo
Y a otros para la España
Y otros en dobles prisiones
Sufriendo tormenta bárbara:
Este le imitó a Neron
Cuando a Roma gobernaba
Que mandó abrir a la madre
Para ver donde él estaba.
Cuando se habia forjado
La órden fué ejecutada;
Balmaceda hizo lo mismo
Y a los pobres azotaba:
Este nuevo inquisidor
Valparaiso le irritaba
Y tenia prometido
Si en la batalla triunfaba
Que los hacia quemar
A unos y a otros degollaba,
Porque le dijo a Oscar Viel:
i de aquí jente tomaba
Del anciano al mas pequeño
Todos a una vez hablaban
Somos todos congresistas
Y a don Cárlos lo deseaban.
Cuando los diarios leian
Parece que las entrañas
Nos revolvia un cuchillo,
Y el corazen palpitaba:
Los dias eran como años,
Las horas eran semanas,
Esperando a los blindados
Y señores en la Escuadra
Otros decian de que
Veian en mares altas
Nuestra nave favorita
Y en secreto lo contaban
Diciendo tal dia vimos
Verífico a la Esmeralda:
El sueño, temor y todo,
En placer se nos cambiaba
Esperábamos pacientes
Esa hora tan deseada.
Antes que aquel tiranuelo
El cordel nos apretara,
Sintiendo los inocentes
Si el Señor no los ampara
De la barbárie inaudita
Que el apóstata declara,
Pero si habia otra cosa
Que por nos tantos rogaban.
Los Padres en los conventos
Al Hacedor le mandaban
Y estoi seguro de que
El Eterno lo observaba.
Y en los monasterios todas
Aquellas que consagradas
A Dios humilde le piden
Alcanzar aquella gracia,
Como Dios dijo al maldito:
En el desierto que oraba
La voz del justo va al cielo
Y a mi Padre Eterno agrada
Nosotros en las iglesias
Lo que se nos alcanzaba.
Con una voz suplicante
Y con fervor en compaña
Pediamos el socorro
De la escuadra que llegara;
Porque parece veiamos
El puñal en la garganta
Al concluir el mes de Agosto
Un regocijo aumentaba.
Veiamos gobiernistas
Como que se apresuraban
De aquella asta de bandera
Con el anteojo miraban.

Segunda Parte.

    Aquí mi lector amado
Descansa tu pensamiento
Para notar que Santiago
Estuvo en el sufrimiento
Sin tener noticia fija.
Lo mismo pasó en el puerto,
Nunca hizo la tiranía
Arbitrio mas desonesto
Visperas del desembarco
Del ejército en Quinteros
La prohibición severa
Privando todo secreto,
Balmaceda a su placer
Tenia un dorado sueño
Con la junta ejecutiva
Para descorrer el velo.
Deliró despedazar
Lo que consiste el misterio,
Y beber aquella sangre
Todo le fué vano empeño.
La justicia custodiaba
La entrada de aquel templo,
De aquel recinto sagrado,
Asilo de nuestro aliento:
Que lo ocultaba la casa,
Del gran patricio diremos,
Eminente ciudadano
Don Melchor Concha tan pleno,
Y Toro su apelativo
Que todos le conocemos;
Seis meses le fué allanaba
En diferentes momentos
Con escrupulosidad
Pero no halló ni diseño
Nunca la fiera indomable
Hacer presa a su deseo.
Ahora referiré
El detalle mas sangriento,
Que formó la tiranía
La que no han visto los tiempos
Es la pájina mas negra
Horrorosa del recuerdo,
Durante los ocho meses
Un mar de lágrimas lleno
A nuestro querido Chile
Crimen nefando que veo,
Perpetrado en el veintiocho
De Agosto como lo pruebo
Cerca de Santiago fué
En el fundo que así creo
Que le dan nombre Lo Cañas
De su respectivo dueño.
Los anales de la historia
Se rectifican diciendo
Qque no han visto salvajismo
Semejante con tal hecho.
A los que allí ejecutaron
Mas de cuarenta mancebos
Jóvenes de distinguidas
Familias de lo mas bueno
Esperanza de la Patría
De sus padres el consuelo
Ni en las indíjenas tribus
Se ha visto horror mas perverso 
Jóvenes ciento cincuenta
En verdad se habian puesto
En accion a secundar
Con propósito propuesto
Para venirse a Santiago
Si era abandonado luego
Pero desgraciadamente
No faltó quien diera el cuento.
Un delator miserable
Cobarde Judas violento
Un canalla que ha pagado
Tan pronto su mal intento
Tuvo que perder la vida.
Y sin el menor provecho.
Este impuso al dictador
Bajo un profundo secreto
De aquello que allí ocurria.
Tomó las medidas presto:
A las dos de la mañana
Despachó con un sosiego
Soldados caballería
Sin que lo supiese el pueblo,
Otra tanta infantería
A la grupa con aquellos
Al amanecer se acercan
Con canteloso silencio,
Y ántes que se apercibiesen
Los jóvenes cierto fueron
Saludados y asaltados
Con las descargas que oyeron
Completamente rodeados
Un instante resistieron.
Pero aquella iniquidad
No intimó ni rendimiento,
Emprenden la cierta fuga
Cada cual de ahí saliendo
Un don Arturo Undurraga
Era jóven injeniero
En número doce o quince
Dispuso salir primero,
Sacó un rollo de billetes
Creyendo por el dinero
Le darian iibertad
Con algunos compañeros
Así escapó con algunos
Que lo seguian al cerro
Aparece un individuo
De tan repugnante aspecto:
Era Alejo San Martin
El que dió la órden de fuego.
No hallaron otro recurso
Abrirse paso y lo hicieron
Todos salieron peleando
De aquellos los mas murieron
Pero Venceslao Aranguiz
Administrador por cierto,
Le dieron otros suplicios
Como martirio mas récio
Lo amarraron a sablazos
Porque les dijera presto
Don Cárlos Walker Martinez
Donde estaba que era él dueño,
Dijo que nada sabia
En castigo tan tremendo
Le quebrantaron las piernas
Y con parafina y fuego
Incendiaron aquel jóven
Y se quemó a fuego lento,
Tres cuartos de hora cumplidos
Duró este grave tormento
Unas cuarenta y ocho horas
Apénas se taascurrieaon
Aquella sangre inocente
Se vengó en el campamento.
De Concon, como lo saben,
Que el triunfo ha sido completo,
Ahora suplica el poeta
Le disculpen los defectos.

                  FIN DEL ROMANCE

Es propiedad de Nicasio García.

Ver lira completa

Nuevo y curioso romance de los veintiun prisioneros chilenos vendidos por el jeneral Daza por una relacion
del soldado Luis Araya a Juan Valenzuela.

    A tí Virjen Sacratísima
Con título del Carmelo
A Vos suplico Señora
Eleveis mi entendimiento
Para narrar el martirio
Donde desfallece el éco.
Doi principio a mi romance
Como sucedió en el tiempo
De la guerra i los conflictos
I en ataques que se vieron
Juan Valenzuela internado
Con Cárlos su compañero
Por la sierra boliviana
En clase de aventureros,
Afanaban en buscar
Oro por los lavaderos
Avanzaban para el Norte,
Como el que no tiene miedo,
Por ver si hacian fortuna
Como la busca el minero.
Al divisar las fronteras
Del Beni, rio entre cerros,
Empinaron por un bosque
Ven venir dos hombres pero
El uno era flaco pálido
El otro anciano moreno
El moreno boliviano
El pálido era chileno
Luego que se saludaron
En ámbos se vió el contento,
Los que venian del Norte
Voi a decir quienes fueron
Luis Araya aquel fugado
I el indio Lucho, hombre bueno.
Los otros dos los nombré
En los renglones primeros.
Hé aquí la relación
De Araya en estos términos
Cuando ya se divisaron
Dijo: Valenzuela presto
Amigo le habló al frances
Allí viene un chileno
Con gran gusto se abrazaron
Olvidando el sentimiento,
Un suspiro de un recuerdo
Se escapaba en algún pecho
Unido el infeliz grupo
I el indio Lucho con ellos.
Empezó a decir Araya
Cómo fueron prisioneros
Al principio de la guerra
Me enrolé en el rejimiento
Segundo de linea fué
Yo voluntario contento
Mi comandante Ramirez
Que no sé si es vivo o muerto
Mandó destendiese en ala
Hizo que rompiese el fuego,
Esto fué en Tarapacá
Talvez ustedes supieron
Los ejércitos aliados
En un número tremendo
Eran cinco veces mas
Nosotros por cierto ménos,
Se agotó la munición
Entónces que sentimiento
Hasta el último cartucho
Quemamos en el momento
Palpando esto el enemigo
Los intimó rendimiento
Les calamos bayoneta
Pero nos rodearon luego
I nos llevaron a prisa
I llegando a Arica presto
Nos presentaron a Daza
I nos vendió el tiranuelo,
En treinta i tres mil duros
Que dan lo mismo que pesos
Esto fué a una compañía
Comerciantes brasileros
Que tenian factoría
A orillas del Beni cierto,
Para la esplotacion
Del caucho en aquel terreno
Nos tardamos siete meses
Catorce dias con estos,
Para llegar al lugar
De nuestro padecimiento
I si no morimos todos
Fué milagro el mas entero
Ibamos a pié i cargados
Con los víveres no completos
Con grilletes en los piés
I con cadenas de hierro
Pendientes de la cintura
Este fué el primer tormento
El dia i nuestra llegada
Aquel establecimiento
Se nos envió a una montaña
Custodiados por aquellos
Indios con flechas en mano
I esos con atrevimientos
Unos miserables ranchos
Por habitación nos dieron
Estos eran sin paredes
I tan duro el pavimento
Un poncho de jerga tosca
I una piel de llama cuento
Esto todo reunido
Hacia el lecho completo
Se tomó la precaución
Separarnos largo trecho
Que no pudiéramos nunca
Hablarnos ni ménos vernos
Los grilletes i cadenas
Unidos a nuestros cuerpos
I la penosa fatiga
Por la falta desustento
I algunos por el contacto
Les tomaban ódio eterno
El hierro hacía a la carne
Acueductos en los nervios
Les comenzó agangrenar
Las piernas era lo cierto
Tenian que trabajar
Doce horas al sol inmenso
I aquellos indios tan crueles
Sobresalientes los dueños
A los de la factoría
Causaria algun recelo
Teniendo agua de bautismo
O dando una ojeada al cielo.

                  SEGUNDA PARTE

    Aquí voi analizar
El encuentro de los cuatro
Cierta narracion de Araya
Desde que ya caminaron
Les anunció el indio Lucho
Que apresuraran el paso.
Araya corrió una legua
I se tiró tan cansado
I los otros tres seguian
I lo hallaron fatigado
En aquel sendero inculto
De jente poco habitado
Donde hai viboras, serpientes
I fieras que se han notado
I reptiles venenosos
Que de tiempo han abundado,
Los dias se sucedian
A la intemperie alojando
Por la ribera del Beni
Esa dirección tomamos
En una balsa que habia
El rio lo remontamos
De la maldita mision
Al cabo nos alejamos
La comida de nosotros
Eran hualusas i plátanos
Racachas, otro alimento,
No habiendo mas lo apreciamos
El bosque los presentó
Al frente, arriba i abajo,
En aquel penoso viaje
Cobardes nos divisamos
Llegando al rio Cajones
Un dia a verlos tocamos
Domde yo con el frances
Habiamos trabajado
De modo solo en dos dias
Quince leguas avanzamos
A la caida de la tarde
Una hacienda visitamos
Aunque no recuerdo bien
Don Luis era el propietario
En este lugar fué donde
Tuvo tiempo nuestro atrazo
La fatal muerte de Araya
Que en el alma siento tanto
En este órden fué la marcha
I los senderos cruzamos
Cubiertos de capas de hojas
Yo adelante meditando
En seguida cierto a Araya
El indio Lucho pensando
Cárlos el frances mi amigo
Con un paso mesurado
Cuando repentinamente
Oigo un grito acongojado
De cólera i de dolor
Vuelvo la cabeza i hallo
I Araya toma del suelo
Una vibora que a un árbol
I la arroja con violencia;
Pero ya es envenenado.
La reventó al tronco aquel
I yo comprendí en el acto
Lo que habia sucedido
Viniendo yo adelantado
Esto lo sentí en el alma
Mi amigo tan desgraciado
El animal venenoso
Ya le habia penetrado
Los dientes en una pierna
Se los habia clavado
No tuvo en todo su cuerpo
Para hacerle el necesarió
De acuerdo estábamos todos
Para el pedazo cortarlo
Araya se decidió
Que el muslo fuera cortado
Hicimos la operación
I el paciente conformado
No dió la mas leve queja
Siendo tan atormentado.
Amaneció al otro dia
I con espanto notamos
Que la pierna se hinchó tanto
Que nosotros espantados
Ese dia le contó
Su historia de desgraciado
Llamándolo así le dijo:
Oye, Juan, amigo amado,
Conozco voi a morir,
Llegar habia pensado
A mi patria para ver
A mis parientes y hermanos,
Los campos donde nací
Lo único que he deseado
Todo esto le suplicaba
Con ánsias al Soberano;
Pero no siendo posible
Debo de ser conformado
Con la voluntad de Dios
Pues para Él somos creado
Su voz empapada en lágrimas
Nosotros tambien lloramos,
Con un profundo silencio,
I viendo que tantos años
Duro trance, mas que duro
Parece fué recordando
La enerjía de su alma
I con eso siguió hablando
En sus momentos postreros
Dijo: que en Quilpué era creado.
Entregó el alma al Creador
Mártir aquel buen soldado
Ahora suplica el poeta
Perdonen lo que ha faltado.

FIN DEL ROMANCE.

Es propiedad de Nicacio García

Ver lira completa

La ejecucion.

    Ya el alba arroja sus luces
 Y ya se despeja el cielo;
La animación i la vida
Van poco a poco cundiendo,
Y sonidos i algazara
Llegan a oídos de reo,
Que en su celda cavernosa,
Fija la vista en el cielo,
Sin esperanzas del mundo
Aguarda el fatal momento.
Exhortandole a morir
Entre rezos i consuelos
Le rodean abnegados
Los ministros del Eterno,
Que hablándole de otra vida
Y de otro mundo sereno,
Donde el mal no se conoce
Y donde el bien es ejemplo,
Le auguran del Criador
El perdon de sus defectos.
Cabezas escucha i piensa,,
Comprende que esos momentos
Son de su vida los últimos,
I llora… llora en silencio!
Los recuerdos de su madre
Se agolpan a su cerebro
I piensa en su juventud
I en otros felices tiempos
Que pasaron i que habitan
La noche de sus recuerdos.
Entonces era feliz,
Tranquilo estaba su pecho,
Reposaba su conciencia
I era apacible su sueño
Entonces aun dormia
El sencillo pensamiento
I las ideas del crimen
No ajitaban su cerebro,
Ni la ambición le arrastraba,
Ni los insanos desvelos
De una alma hambrinta de sangre
O de un tosco bandolero.
De sus años juveniles
Le rodean los recuerdos
I al contemplar su desdicha,
Al mirase prisionero,
Convertido en criminal
Que irá al patibulo luego,
Siente comprimida el alma,
Siente destrozado el pecho
I le queman las entrañas
Lágrimas que son de fuego.
Pálido el rostro, azorada
La triste espresion del reo
Empapadas las mejiilas
En llanto de desconsuelo,
Tiende al cielo la mirada
I en sollozo lastimero
Prorrumpe, invocando el nombre
Consolador del Eterno
Dan las ocho i mui en breve
Atado sará al asiento
Donde purgará el delito
Que desgraciado le ha hecho,
I allí, vendada la vista,
Al compas de sus lamentos,
Oirá por última vez
Los relijiosos consejos
Que los ministros sagrados
Le darán como un consuelo
Al que mui pronto será
Un triste cadáver yerto.
El tiempo corre veloz,
Veloz como el pensamiento,
Para el que espera la muerte
I su cortejo funesto.
Ya se alzan los sacerdotes,
Pues ha llegado el momento
De marchar hácia el cadalso
Que se ha construido al efecto.
A presenciar el castigo
Vengador i justiciero
Asisten los presidarios
De aquel recinto siniestro.
Sobre las armas allí
Está el piquete dispuesto,
I reina en aquel lugar
Un espantoso silencio,
Cuando sale de la celda
Con su fúnebre cortejo
El que debia morir
En aquel banco siniestro.
Llegó al sitio del suplicio,
Llevando por compañero
Al que murió en el Calvario
En afrentoso madero.
Oyéronse en el espacio
Los acentos lastimeros
De padres que le ayudaban
En sus últimos momentos.
Reinó el silencio; el verdugo
Se acercó al infeliz reo,
Y vendándole la vista
Las manos le ató en silencio.
Cabezas en ese instante
Debió sentir algún vértigo,
Pues su pálido semblante
Se transformó por completo.
Hubo un instante de pausa
En que, estremecido el pecho,
Aguardaba el desenlace
De espectáculo tan fiero……………
Entre el temor respetuoso
De los que aquel hecho vieron,
I de los padres que ayudan
Con relijiosos consuelos,
Sonó una descarga: un grito,
Grito espantoso i horrendo
Oyóse, i ensangrentados,
La cabeza sobre el pecho,
De aquel pobre ajusticiado
Se vieron míseros restos.
Todo acabó… la justicia,
Que con su fallo tremendo
Condenó a la última pena
Al que atropelló sus fueros
Y derechos, satisfecha
Alzó la frente de nuevo,
Cernióse sobre despojos
I dijo con ronco acento
«El que a hierro mata, muere!
Que sirva al mundo de ejemplo.»
I de aquel hecho terrible,
Que solo es hoi un recuerdo,
Que haya para el infeliz
Una lágrima i un ruego,
Un acento compasivo,
Una oración al Eterno.

Impreso por P. Ramirez.Echáurren, 6.

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El terrible romance

El hijo que mató al padre,
    se casó con la madre, fué
    hermano de los hijos i pa-
    dre de los hermanos.

    Lector te relataré
lo que habla un historiador
que nos detalla el suceso
que viene a continuación
que os llenará, de seguro,
de dolor i compasión!
Es el caso como sigue,
escúchalo bien, lector:
Habia en cierto pais
un rei de mucho valor
con una corte suntuosa
de brillante ostentacion
i era de bienes inmensos
jeneroso poseedor.
I como a pesar de todo
no tenia sucesion
adoptó por hijo propio
un pequeñito varon
que en el cerro, abandonado
encontrara un cazador;
ppero este niño era hijo
de otro gran Emperador
de otro pais mui lejano,
yaliente batallador,
que como un brujo le había
predicho como un malon
que su hijo fatal, seria
su terrible matador
i de su madre el marido,
de sus hermanos, el tutor,
eu cuanto nacio, asustado
le encomendó a un leñador
que le quitase la vida
con uua crueldad atroz
i que por seña precisa
le llevara el corazón.
Tomólo el hombre en sus
                                    [brazos
i a su hogar se encaminó
resuelto a hacer lo mandado
con humilde sumision
y i a su mujer cuenta entonces
la órden de su señor;
mas esta buena señora
movida de compasion
le dijo, toda llorosa
tú no harás tan negra accion;
pero el otro le replica:
aftijo mi situación
pues él me puede aplicar
un castigo abrumador
ya lo ves tengo que ser
obediente servidor
Hai un medio que subsana
tu aflijida condición
le dice su pobre esposa;
escucha pues mi lección:
como tú debes llevarle
por poderosa razón
el corazón de ese niño,
que acuse su destrucción,
le sacarás esa entraña
a nuestro hijo que murió
i llevarás este chico
a que lo devore un leon
a la montaña mas alta
que se encuentre al rededor;
así tú habrás conseguido
dar fiel interpretación
al mandato de tu amo
i a las órdenes de Dios
i el marido satisfecho
asi llenó su misión.
El rei quedó mui tranquilo
pero el niño no murió,
porque las fieras del monte
le tuvieron compasion!
Hasta que un dia temprano
lo recojió el cazador,
pasando a una réjia cuna,
creciendo en el esplendor.
Asi llegara a mancebo,
orgulloso i fanfarron
gustando mucho, al magnate
inflijirle humillacion,
hasta que un dia uno de ellos
de paciencia lo sacó
i la humildad de su cuna
con crueldad le reveló.
El mozo guardó silencio
i la verdad indagó
i una vez que ya la supo
del palacio se marchó
sin comunicar a nadie
tan brusca resolucion.
Caminando así al capricho
sin tino ni direccion
se metió por un camino
donde un carruaje encontró
donde venia montado
un orgulloso patron
que al eucontrarlo, la huasca
por la cára le cruzó;
volvióse entonces el mancebo
i con furia lo atacó
i arrojándolo por tierra
la vida le arrebató,
Los campesinos huyeron
i él su camino siguió
i logró llegar a un pueblo
qué habia a la inmediación
bien lejos de sospechar
que aquel a quien él mató
fuera de aquella comarca
su poderoso señor.
Luego llegò la noticla
de ese hecho desgarrador
mas se dijo que su muerte
fué debida a un tropezon
que dió, votando a su dueño,
aquel réjio faeton.
El pueblo lloro su muerte
con justicia la lloró.
Pero pasado algún tiempo
aquello ya se olvidó,
¡que todo dura en la tierra
apenas lo que una flor!
Habia en esa comarca
un «Ogro» atroz i gloton
que se llamaba el Esfinje,
de aspecto horrorizador.
La reina, viuda ya entonces,
le estipuló por ración
una virjen cada año
del mas ilustre blason
salvando así de su furia
la aflijida poblaciou;
i ante tanta desventura,
esa reina prometió,
con aquel hombre casarse
de cualesquier condición
que llegue a quitar la vida
al mónstruo devorador
que el alma le tiene llena
de penas i el corazón
Mas, para lograr tal cosa
no se encontraba otra opcion
que a un problema que ponia
encontrarle solución
a aquel que se equivocaba
se daba muerte feroz
i aquel que le adivinara
seria su matador
Muchos antes lo intentaron
i hallaron su perdición!
El jóven bien decidido
tomó su resolución,
encaminóse a una peña
del jigante, habitacion,
buscando gran recompensa
o dura condenación.
Este salióle al encuentro
i le dijo: dí, simplón,
quién al principio anda en
                                    [cuatro
i poco despues en dos,
para continuar en tres?
El jóven le contestó
el hombre, que anda gateando
en cuanto recien nació
jóven anda con sus piernas
i viejo con un baston!
El «Esfinje» al oir esto
de la peña se arrojó.
El pueblo llamó a este jóven
su grande libertador
i la reina agradecida
su promesa le cumplió,
pasando a ser por lo tanto
de ese pueblo emperador,
a quien trató como a un hijo
con paternal atencion
Pero vinieron mil guerras
plagas i desolación
i el rei afrontarlas supo
i compartir su dolor
con aquel pueblo tan grato
que lo adora como a Dios.
La reina le habia dado
dos niñas, ningún varon.
“Tiresias”, ahi tenia
de la adivinauza, el don;
i quiso el rei consultarle
de tal ruina, la razón.
En vano “Tiresias” mismo
le decia de que no,
le convenia a su dicha
conocer su esplicacion;
pero aquel rei jeneroso
en su tarea insistió
i buscando el bien del pueblo
un castigo señaló
para aquel que fuera causa
de tan terrible afiiccion
i al fin obligó a “Tiresias”
hacer su revelación.
Tú lo mandas, le dijo éste
¡i en sollozos prorrumpió;
sabe Dios cuánto yo sufro
con mi adivina misión:
quisiera no tener lengua
o bien no ser el que soi
que ser de un rei tan grandioso
su severo acusador!
El rei aquellas palabras
ni la reina comprendió
i “Tiresias” conmovido
con lagrimas, esclamó:
“de esta terrible desgracia
solo el causante sois vos,
a vuestro padre matastes
que viajaba en faeton,
marido de vuestra madre,
de tus hermanas tutor
padre tambiende estas mismas
de tus hijos hermano sois!
Aquel que debió matarte
a tu padre traicionó
i con salvarte la vida
su horóscopo se cumplié
por eso el Dios irritado
a este pueblo abandonó
dejándolos umerjido
en dolorosa aflixion!”
La reina al escuchar esto
al instante se mató
con un puñal mui agudo
que en su vientre sepultó;
el rei, por desgracia tanta
ámbos ojos se saco
i por bienestar del pueblo
ese trono abandonó.

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CARTA DE SALAS

    Mi Señora Doña Carmen
Aguayo de Salazar.
Estacia—Querida tia
voi a pasarle a contar
lo que a mí me ha sucedidos
desde que dejé el lugar
en el que un tiempo he vivido
con José Anjel Villagran;
que al leer mi triste historia
ha de saber disculpar
la henorme falta que ahora
voi con mi vida a pagar;
fuí a Angol donde mi hermano
quien me propuso robar,
a mi madre una casita
pero yo sin titubiar
le escribí luego a mi madre
sobre aquel particular
i esta vino de Santiago
i pudo el pobre salvar
despues de ver abogado
i de largo batallar
i en todos esos percances
la tuve que acompañar
creyendo que ya no me iba
mas de ella a separar
¡cual no seria mi pena
al oirle esta frase hablar
tan helada como el marmol
i aguda como un puñal:
«tu te quedas en tu casa
i yo me vuelbo a marchar»
hijo de mi cruel despecho
lejos me fuí a trabajar
procurando hacer fortuna
conque a mi madre halagar;
pero una enfermedad
vino mi plan a fustrar;
i volví al regaso paterno
la protecion a implorar
pero mi madre no quizo
darme un rincon en su hogar
i solo me mandó un peso
mi cuñado, i nada mas;
se fue mi madre a Santiago
i yo la seguí de atras,
la rogé, nuevo rechazo
i sintiéndome ya mal,
consegui con grantrabajo
un lecho en el hospital:
i despues que sané bien
volvi a mi madre a rogar;
ella volvió a rechazarme
i por mi estrella fatal
hice amistad con un jóven
llamado Tomas Bermal
que es el triste compañero
de mi falta criminal
que el Mièrcoles pagaremos
con la pena capital
en la puerta de la casa
donde de un modo brutal
matamos a dos señoras
el dia nueve del actual.
¡Que habré echo yo Dios mio
para tener madre igual!
rese pues por su sobrino
tia, hasta la eternidad.

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EL HORRIBLE CRÍMEN
DE
BELARMINO PONCE
EN EL HOTEL DE LOS ANDES

    Amadísimos lectores
Vuelvo por la vez centécima,
A darles cuenta, otra vez
¡De otra sangrienta trajedia!
De las más horripilantes
Que se han viste en esta tierra,
Tan digna de mejor suerte,
Cuya honradez se pondera,
No diré entre los vecinos
De la hermosa Sud-América
Si no que, en las cinco partes
Habitadas del planeta.
    Vuelvo, repito, a narrarles
Un episodio que aterra
Y que ha tenido lugar
En esta ciudad tan bella,,
Ciudad que el mundo intitula:
Del Pacífico la reina
    Voi al hecho. En el gran barrio
Del Almendral (que hoi ostenta
Una inmensa población)
Un restaurant se encuentra
Llamado el «Hotel los Andes»;
A dicho hotel se presenta
—Harán seis meses y dias—
Una amorosa  pareja
A alquilar, por una noche,
De aquel hotel una pieza.
    Toma la número diez
Que está contigua o mui cerca
De la cocina; y, por esto,
El varon no la halla buena,
Y exije que le den otra.
Le dan la catorce, y queda
La pareja, en aquél cuarto,
En tranquilidad completa.
    El varon, es Belarmino
Ponce (huasquino) que cuenta
Veintidos años de edad,
Tiene bonita presencia
Es alto, blanco y bien hecho;
Su mirada es altanera
Tiene poco bozo, y tiene
Nariz un tanto aguileña;
Boca grande y dientes blancos,
Blanquisimos; frente estrecha;
Pelo liso y negro; y tiene
Ojos de pestañas crespas
    Ella es, Socorro Rodriguez;
Dieziseis años apénas
De edad cuenta. Es chiconcita
Y de cara nada fea;
Y es un tanto vivaracha
La simpática morena.
    Como a las diez de la noche
En aquella pieza reina
El mas profundo siiencio
Que es posible y darse pueda.
Pero apróntense, lectores,
Y pongan oreja atenta
Para que empiecen a oir
Lo que va a pasar en ella
Belarmino está acostado
Y pone su mano izquierda
Sobre ej cuello de la jóven;
Y le habla esta manera:—
«Mira, Socorro: yo te amo
Como a nadie, en esta tierra;
Pero tú me pagas mal.
¿No tuvieras la franqueza
De decirme —sin mentir—
Con voz tranquila y serena.
A cuál de los dos preñieres?…
Dimelo, ingrata morena,
Sé franca. Dí la verdad,
Y de Ponce nada temas!»
    Dice Ponce que la niña
Le dijo la verdad neta,
Verdad que para él venia
A ser de las más adversas.
    Al oir tal cosa, salta
De la cama, y con presteza
Saca un afilado corvo
Que bajo la cabecera
Tenia oculto; y con él
Una tajada tremenda
Le dió a la infeliz Socorro
Que agonizando la deja.
Y al punto otra gran tajada
En la garganta le pega.
Con las ánsias de la muerte
La desgraciada se huelca
Y cayó al suelo, y allí
En charcos de sangre envuelta
Espiró en pocos segundos
Vietima de un hombre fiera,
Pero victima tambien
De su fatal imprudencia.
¿Para qué fué a confesarle
A su amante sus bajezas?
    Pero no porque espirara
La Rodriguez, Ponce cesa
De darle de puñaladas:
Despues que estaba bien muerta
Le dió una fiera estocada
En el vientre iy le echó fuera
Las tripas….. ¡Oh, Ponce cruel!
Hiena, de sangre sedienta,
¿No te basta ver sin vida
A aquella pobre morena
Que siempre sigues pegándole
Puñaladas por docenas?
    Veintinueve puñaladas
Le pegó con mano séria
Belarmino a la Socorro
Después que ésta estaba muerta.
    Cuando se hartó ya aquel hombre
De apuñalearle, se acuesta
A dormir. Y durmió un sueño
Como si tal hecho hubiera!
Despues que durmió tres horas
Despertó a las cuatro y media
Y, como quien nada ha hecho,
Se sienta junto a la puerta
De lapieza….. y grita:— «¡Mozo!
Tráeme aquí una botella
De cerveza.» El mozo, pronto
Le lleva allí la cerveza,
Que la bebió Belarmino
Contan grande complacencia,
Qu e el mozo dijo entre sí:
«Este hombre está como en fiesta».
    Un cuarto de hora despues
El dia a clarear empieza
Y Ponce sigue sentado
Siempre en su silla a la puerta

De la pieza. Y el llavero
A la dicha puerta llega;
Y ve adentro y en el suelo,
De la víctima una pierna
Que no la distingue bien;
Y pregunta con sorpresa
Qué es lo que ve, a Belarmino,
Que al instante le contesta:
«Es que maté ese ca… racho
Por infame traicionera.»
……………………………………
    El mozo al punto da parte
A su patron, de la muerta
Que hai en la pieza catorce
Donde aloja la pareja.
Se llama a la policía,
Y un sarjento se presenta
Con otro guardian del órden.
A la maldecida pieza
Donde la Rodriguez yace
Cuasi destrozada entera.
    Desde el instante que el mozo
Descubrió aquella trajedía,
La aterradora noticia
De una nueva tan funesta
En todo Valparaiso
Corrió como voz eléctrica.
    Luego tambien en un coche
Al hotel, Los Andes, llegan
El médico de ciudad
Y el severo juez de letras.
Por un instante abismados
Ambos señores se quedan
Ante el horroroso cuadro
Que a su vista se presenta
La occisa está degollada,
Tiene tajeada las piernas,
El estómago hecho tiras,
La barriga abierta entera
De cuyo centro ha salido
Todo el menudo….. ¡qué horror!
No sigo en esta tarea
Porque, si sigo, la sangre
Y el alma se me conjelan!

    En l[a]s interrogaciones
Que le hizo el juez de letras
Al terr[i]ble matador,
Les da[r]é aquí una no mas
De Bel[a]rmino, y fué ésta
Cuandoel juez le preguntó
Al reo, con voz severa,
Que «¿a qué horas ultimastes
A esta niña?» Le contesta:—
«Si yo no tengo reloj…
Como [q]uiere que lo sepa?»
¿Qué t[a]l? Es edificante
Esta famosa respuesta!
De ahí lo remitió el juez
A la p[o]licía y de ésta
Pasó a la cárcel y allí
Ha esp[e]rado su condena.
Interta[n]to, de la tísis
El reo Ponce se enferma
Y es l[l]evado al Hospital
En donde luego se alienta.
Y como las monjas todas
Tembla[b]an a su presencia,
Vuelve otra vez a la cárcel,
Donde el banquillo le espera.

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EI HORROROSO CRIMEN
DE PARRICIDIO EN CHILLAN.

    Lectores: vuelvo otra vez,
Con el alma confundida,
Por la pena y el dolor
Que me causa la noticia
Descomunal que hoi los diarios
De todo Chile publican,
Llenando de horror y espanto
Hasta a los mas pesimistas;
Vuelvo, queridos lectores,
A estampar mi humilde firma
Al pié del cruel notición
Que voi a dar en seguida:

    —El dia tres de este mes
(Octubre) ifecha maldita!
De San Cárlos a Chillan
En el tren de medio dia
Llegó un jóven chillanejo;
Y se dirije en seguida
A casa de don Ernesto
Paulsen. Y ahí unas copitas
Bebió de cerveza o ponche,
De Oporto, Jerez o chicha.

    Ya estando un tanto ALUMBRADO
Nuevamente se encamina
A una casa de ajencia…
¡Compra allí la arma maldita!
(Un revólver de seis tiros);
Lo carga y se va de prisa
Para su casa; y allí
A una de sus hermanitas
Le manda llame a su padre…
…Y le anuncie su visita.
Y don José Antonio Acuña..
…¡Oh desventurada victima!
—Cómo ibais a imajinaros,
Por un instante, la inícua
Perversidad de vuestro hijo
Que a su casa lo traia!—
Cuanto el desgraciado padre
Supo, por su amada hijita,
Que su hijo amado llegaba
Al seno de su familia,
Henchido el pecho de gozo,
A verlo se precipita

    Al ver el hijo a su padre
Le amonesta que lo siga
Para la calle, porque
Hablarle a solas queria
Para pedirle perdon
Por la conducta atrevida
Que tuvo de presentarse
En su contra, a la justicia
Porque dejarlo casarse
Con una EXCELENTE NIÑA
Mui HONRADA V MUI HONESTA,
Su buen padre no queria.

    Y en la calle ¡oh, Dios bendito!
Aquel mónstruo parricida:
¡Tres tiros con el revólver
Al que es su padre le tira!
Los dos primeros balazos
Le abren dos grandes heridas:
El primero, al corazón;
Y el segundo, en la barriga;
Por cuyas heridas cae

Muerto al instante en la misma
Vereda, frente a su casa.
Ante la espantosa grita
De los vecinos que acuden
En auxilio de la victima,
Y lo llora sin consuelo
Su numerosa familia…………………
…………………………………………

    El hijo-hechor, cuando vió
Muerto al autor de sus dias
Por sus propias manos, corre,
Corre veloz calle arriba
Gritando con voz vibrante
“¡Al hechor! iAl homicida:
Que ha muerto a mi padre!” Pero
Cuando seis cuadras había
Ya corrido, es detenido
Por el capitan de línea
Señor don Joaquin Contreras;
Y al Cuartel de Policía
Lleva al hijo desalmado
Que a su buen padre asesina!……

                  ———
    De aquí al reo lo conducen
A donde cometió el hecho,
Y ahí llega el Juez del Crímen
Con otros varios sujetos
De importancia; y el Ministro
Del Interior está entre ellos.
Este con mucha emoción
Le pregunta al jóven reo
—”¿Conoces este cadáver?
¿No te arrepientes de haberlo
Muerto por tus propias manos?
¿No te causa sentimiento
Ver al que te ha dado el ser,
Por tus propias manos muerto?
¿No se te acongoja el alma,
Chacal de instintos perversos,
Ver a tu padre sin vida
Y en charcos de sangre envuelto?
¿Qué ceguedad, qué desvios,
Qué rencor tan estupendo
Te han impulsado, infeliz
Mozo, corazón de fierro,
A cometer este crímen
El mas odioso y horrendo
Que ha presenciado Chillan
Desde sus primeros tiempos?”

    El asesino, llorando,
De primeras negó el hecho
Al ver llegar a la madre
Que la vienen conduciendo
Casi desmayada al sitio
Del alevoso suceso…
…No será mi pluma la
Que pueda dar un bosquejo
Siquiera aproximativo
De la angustia y sentimiento
Que se dibuja en el rostro
De aquella esposa del muerto
Y madre del victimario:
¿Habrá sentir mas intenso,
Pena mas mortificante,
Dolor mas mortal y fiero
Y angustia mas matadora
Que, cual afilado acero,
Traspasan el corazón
En un instante supremo,
De la esposa y madre que
A un tiempo llora dos duelos?

    Por esto he dicho que yo
No daré aquí ni un refiejo
Del terrible y cruel dolor
Que hiere el corazón tierno
De la noble esposa que halla
A su amado esposo muerto
Por el hijo que ella misma
Nueve meses crïo en su seno!
…………………………………………
¡Esposa desventurada!
¡Madre infeliz! Compadezco
Yo, como el que mas tu pena,
Tu dolor y sufrimiento;
Que Dios con su gran poder
Mitigue tu desconsuelo.
Y a tu caro y noble esposo
Lo tenga en su santo reino,
Son los votos del humilde
Autor de estos tristes versos
Que dá a la publicidad
Para ejemplo y escarmiento.

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LAS DIEZ MUERTES
HECHAS POR LA TERRIBLE JUANA MARÍA
SANTANDER

    Lectores: mucha atención,
I ánimo fuerte i sereno
Os reclamo en la historieta
Que voi a contaros luego.
    ¿Historieta? ¡Por mi vida!
Que al referírosla, el cuerpo
Se me enronchará, i también
Se me erizará el cabello!
Pero qué, de tal historia,
Habrá de sacar provecho
La moral, que siémpre busca
Del crímen el escarmiento.
    Esto dicho, doi principio
A referir un suceso
El mas horripilantísimo
Que se ha visto en estos tiempos:
    —De Illapel hácia la costa
Hai un pequeñito pueblo
Denominado “Los Puentes”
I en él se hallaba viviendo
Una honorable familia,
Que, aunque pobre, era el ejemplo
De dignidad sin reproche
En aquel lugar modesto.
    Pero el fiero Satanas,
Que siempre vive en acecho
De la buena jente, un dia
Mandó a un forano mancebo
Mui hermoso, i mui galante,
A casa de don Anselmo
Santander, este era el nombre
Del noble jefe paterno)
    Llegó el mozo, mui humilde
Pidiéndole alojamiento,
I en el acto recibido
Fué con cariño mui tierno.
    Siete seres componian
Aquel dichoso embeleso
Del hogar o la familia:
Un niñito mui pequeño,
El padre, la madre, un mozo
De buen corazón i honesto,
Dos niñitas i una niña
De quince abriles no enteros.
    Esta doncella era el dije
De aquel feliz lugarejo:
Era tan lindo su porte,
I su talle tan esbelto,
I sus ojos tan hermosos,
I tan lindos sus cabellos
Relucientes como el oro,
I su rostro era tan bello
Que una Elena parecia:—
La de los antiguos griegos.
    Eso sí que su mirar
Era triste i macilento,
Su carácter melancólico,
A veces un tanto sério:
Nunca se la vió reir
Ni nunca hablar en exceso.
    Juana María es su nombre;
I de esta jóven, por cierto,
Se enamoró aquel galan
O maldito forastero
Que a alojar llegó a su casa
¡En tan mala hora el perverso!
    ¡Tres años batalló el ruin
Con el mas porfiado empeño
Por seducir a la jóven,
Sin lograr su fiero intento.
    Con la honradez, el pudor,
La virtud sin contrapeso,
Se encontró siempre el Tenorio
En su lujurioso anhelo:
    A sus lágrimas finjidas,
A sus falsos juramentos,
A sus pomposas promesas
Ella contestaba esto:
—”Lléveme usté ante el altar
Para que allí nos casemos
Por la iglesia, cual lo manda
Su sétimo sacramento”
    Pero él en ésto no había
Siquiera por un momento
Pensado! Sólo anhelaba
Saciar carnales deseos.
    Estando ya confundido
El pretendiente, en estremo,
Buscó un recurso infernal:
“Me postraré ante los viejos,
Dijo aquel astuto infame,
I con lágrimas de fuego,
Les clamaré que ellos hagan
Por mí lo que yo no puedo;
I lo harán porque me quieren
Mas que a un hijo estos lesos;
Les juraré con mil cruces
Que cuando logre mi intento
Me caso con la Juanita
Que tanto estimo i venero;
Pero que, si desairado
Salgo por causa de ellos,
Me hallarán colgado, un dia
Del peral que hai en el huerto;
I les juro de que mi ánima
Vengará el mal que me han hecho.”
                  ——
    La astucia mas refinada,
La mas ruin hipocrecía
Del llanto, con la amenaza
De que su ánima bendita
Vendria a vengar la injuria
Que la cruel Juana María
Le hiciera, i el gran cariño
Que los viejos  le tenian,
Influyeron de tal suerte
En los padres de la niña
Que un año ellos forcejearon
Noche a noche, dia a dia
En contra iquién lo creyera!
De la virtud de su hija:
El cariño de fe ciega,
I la ignorancia supina,
La supersticiosa idea
En ellos se dieron cita.
Una noche está Camilo,
(Este era el nombre de pila
Del terrible seductor)
En su lecho, que agoniza
De una enfermedad mental;
I que, en su fiera agonía,
No deja de pronunciar
El nombre de su querida:
Le echa en cara su crueldad
I su infame negativa;
I se queda muerto  un rato
¡Este pillo del Mandinga!….
Como a la hora volvió
A vivir; i, mas delira
Con el nombre de su amada
Que le va a quitar la vida.
    Hai que advertir que esta farsa
Fué pensada i convenida
Entre él i los dos viejos,
Para engañar a la niña.
    Pero ni con estas tretas
A la jóven la vencian:
“—Mandemos traer al cura
A aqui, al instante, mamita!”
Decía, mui alarmada,
La pobre Juana María!
    Momentos después, a solas
Llaman sus padres a su hija;
I de esta manera le habla
Santander: —”Hija querida:
Yo soi hombre que conozco
En los mozos la malicia
I en el buen Camilo, no hai
Nada de falso en sus miras.”
I la madre así le habló
“—Yo soi mujer que en la vida
Tengo bastante esperiencia;
I conozco la perfidia;
I no sería yo quien
Te quiera labrar tu ruina.
    —Mi yerno,el pobre Camilo,
Te adora con alma i vida
I morirá si tú cruel
Te muestras a sus caricias.
    Lo que él te exije…. es mui justo
Porque, has de saber, hijita,
Que cuando a fardo cerrado
Se casa el hombre, se humilla;
I es mejor, para evitar
En los casádos rencillas:
No fijarse ántes  la esposa.”
En cosas de poca estima.
    La jóven está bañada
En lágrimas; i respira
Con fuerza, como azogada:
En sus lindos ojos brilla
Una mirada de fuego
    Por su lindo rostro cruzan
Ráfagas de rojas pintas
Que indican la exaltación
De que se halla poseida……
….Despues de un corto silencio
La jóven, con voz altiva,
Así contestó a sus padres
—”Padres mios: mi divisa
Ha sido hasta este momento:
La resistencia inaudita
De no caer en el fango
De relaciones ilicitas.
    Tanto porque es indecencia
Cuanto porque la perfidia
De los hombres que se burlan
De una niña ya vencida,
Es lo que hai de mas infame
En esta misera vida;
Me causa horror ver que ustedes
Con persistencia continua
Me invitan para que sea
De Camilo, concubina.”
    Esto dijo la infeliz
I quedó en llanto sumida……
    Despues asomó en sus labios,
De amargura una sonrisa,
I esclamó:—”¡Está bien! ¡Que sea!
Jugaremos la partida!”
                  ——
Diez meses han trascurrido,
Lectores, desde la fecha
En que la Juana María
Esclamó: “¡Está bien! Que sea!”
    Dos niñitos (mujer i hombre)
De sus pechos se alimentan;
I ella está triste, abatida,
Pensativa i macilenta.
    ¿Qué causas han motivado
Su abatimiento i su pena?
¡Qué ha de ser; el ruin Camilo
No se ha casado con ella!
I, cada dia que pasa,
El ingrato mas se aleja
De la preciosa beldad
Que en sus promesas creyera.
    Hacian ya quince dias
Que Camilo estaba fuera
De la casa de Juanita;
I volvió un dia de fiesta;
(Era el dia de San Juan
Que en Los Puentes se celebra
Con ardor); i el tal Camilo
Con un esquinazo  llega
A la casa de su victima
Que tanto honor de él no espera.
    Viene trusco  el insolente
I, al sonar de la vihuela,
Con voz vinosa principia
Esta coplita indiscreta
—”Mi idolatrada Juanita
Su querido le aconseja
Que por faltas  de Cupido
Usted nunca tenga pena.”
    Al oir, la infeliz niña,
Una burla tan grosera
Su cuerpo se estremeció
De cólera i de verguenza!
    Poco mas tarde, Camilo
Salió a bailar una cueca,
I cuando sacó el pañuelo,
Al suelo calló una esquela:
Presto la recoje Juana
I a solas se va a leerla.
    La carta decía así;
“Mi idolatrada Teresa:
“Hoi recibí tu estimada
“En la cual me das tus quejas
“Reprochándome de ingrato
“Porque todavia a esa
“No he vuelto! para estrecharte
“En mis brazos, mi sirena!
“Perlita mia: mui luego
“Me tendrás en tu presencia;
“I, con esta pobre tonta,
“Inútilmente me celas.
    “En la otra que me escribiste
“Eiojias mucho la treta
    “Tan bonita que buscamos
“Con el viejo i con la vieja
“Para hacer que la tal  Juana
“A mis plantas se rindiera
“Ellos me echan a la cama;
“I la agonía comienza
“I si no es por ellos mismos,
“¡No se rinde la trinchera!….”
    La jóven no concluyó
De leer aquella esquela:
Con lo que de nuevo sabe
A sus piés se hunde la tierra…
    Poco, despues balbuceó
“¡Con que fueron él  con ella
Quienes me hicieron caer,
Por medio de una ruin treta,
En la desdicha mas grande
I desgracia mas estrema!!”
    Guardó la carta, i finjiendo
Estar un tanto serena,
Ya a decirles a sus padres
Que ya la cena está hecha;
I agregó que mucho gusto
Tenia en el dia de ella,
I que para celebrarlo,
Deseaba con todas veras
Que una tertulia bien grande
Entre la familia hubiera.
    Esta idea singular
A todos causó estrañeza
Porque hablar de una tertulia
La oian por vez primera,
    Hacen un soberbio ponche;
I unas dos vecinas llegan
Que mandó traer Camilo;
I entre tonadas i cuecas
La Juanita sirve el ponche
A todos con lei pareja
Hasta a sus dos hermanitas
Les sirve una copa llena.
    Solo ella no mas no toma.
I alega que se reserva
De tomar, por sus guagüitas
Que luego estarán despiertas.
                  ——
    Son las doce de las noche;
I Juana María se halla
Con el pelo desgreñado
Hácia un rincon de la casa.
    Tiene en sus sangrientas manos
Una mui aguda daga;
I al lecho donde Camilo
Está durmiendo de espalda,
Se aproxima i lo recuerda.
    Este saltar de la cama
Intentó, pero no pudo:
Con formidables amarras
Lo habia ya maniatado,
Aprovechando su rasca,
La terrible Santander,
Para saciar su venganza!
    Ya despierto, con voz ronca
La Juana María le habla
De este modo:—”¡Mui bonital
Fué la treta  combinada
Entre mis padres i tú,
De aquella agonía falsa
Que surtió tan buen efecto
Cual ha sido que a tus plantas
“Se rindió esta pobre tonta”
Como lo dice tu carta.”
Le muestra la esquela i sigue
Así, con voz azogada
—”Tu adorada Teresita
Elojió mucho esta farsa;
Está bien: que la celebre
Pero escucha dos palabras:
Esos que fueron mis padres
I autores de mis desgracias,
Con esta daga les hice
Pagar sus torpes infamias.
    Si ellos labraron mi ruina
Hasta donde el mal alcanza,
Yo también les dí la muerte;
I con esta misma daga
Que veis coloreando aquí
He muerto a mis dos hermanas
Para que no sean ellas
Cuando grandes, desgraciadas
Como yo; i tambien maté
A mi hermano que ostentaba
Tan grande amistad contigo,
Que ya de mí te mofabas,
Cuando era de su deber
Castigarte por tus faltas.
    Maté a mi hermano menor
Para que no quede en planta
Ni rastro de una familia
Tan fatalmente burlada.
    I tú, que sois el autor
De la ruina de esta casa,
¡Muere ya, traidor infame,
Le dijo a Camilo, Juana;
I con sonrisa diabólica
Le hundió en el pecho la daga!………
……………………………………………
    Va a concluir la trajedia,
Como lo indica esta lámina.
Poco despues de ultimar
A Camilo, llevó Juana
Para el huerto a sus niñitos
I tambien ahí los mata!
    Después, uno en cada brazo
Agarró i subió una escala
De donde una soga al cuello
Se puso la desgraciada,
I ahorcada fué en un momento
La niña de gracias tantas
Que era ántes de su ruina
Un portento de su casa!

Los Puentes, Junio 27 de 1886.
Antonio Contreras Suarez.

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