El combate

  Cuando en el suelo me vió
me saltó con lijereza
juntito de la cabeza
el bolazo retumbó;
ni al cuchillo respetó
i al tiro se fué a agarrarme,
ahí pretendió ultimarme
sin dejarme levantar
i no me daba lugar
ni siquiera a enderezarme.

  Como el indio no me suelta
toda mi fuerza ejecuto
pero abajo de aquel bruto
no podia darme vuelta;
Dios Poderoso del Delta,
quién te puede comprende
cuando a una débil mujer
distes en esa ocacion
la fuerza que en un varon
talvez no pudiera haber!

  La pobre mártir se arrima
olvidando su aflixion
le pegó al indio un tiron
que me lo sacó de encima;
si no es porque ella se anima
no salgo de aquel apuro
i un rato mas, de seguro
que el indio me sacrifica,
mi valor pues se duplica
con un ejemplo tan puro.

  No se podia descansar
me chorriaba a mi el sudor,
en un apuro mayor
jamas me he vuelto a encontrar;
nos volvimos a topar
como deben suponer,
era mayor mi quehacer
para impedir que el brutazo
le pecara algún bolazo
de rabia a aquella mujer.

Nota: versos basados en “La vuelta de Martín Fierro” de José Hernández.

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El asesinato

  En raza tan estraviada
como se está refiriendo
¡como estaria sufriendo
la cautiva desgraciada!
aquella india malvada
que tanto la aborrecia
empezó a decir un dia
por que falleció su hermana
que sin duda la cristiana
le habia hecho brujería.

  El indio cayó en la trampa
porque por aquella trama
i la cautiva la llama
se la llevó a la pampa;
ahí el ultraje no escama
i la empezó a amenazar
que habia de confesar
si la brujería era cierta
o hasta que quedara muerta
la tendria que azotar.

  Le arrebató con furor
al hijo de entre sus brazos
i de cuatro rebencazos
la hizo crujir de dolor,
en seguida con rigor
azotándola seguía
mas i mas se enfurecía
mientras mas la castigaba
i la infeli se atajaba
los golpes como podia.

  Al ver el valor grandioso
con que hacia resistencia
lo tomó por insolencia
aquel salvaje rabioso
así le dijo furioso:
¡¡confechando no queres!!
la dió vuelta de un revéz
i por colmar su amargura
a su tierna creatura
se la degolló a los piés

Nota: versos basados en “La vuelta de Martín Fierro” de José Hernández.

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Fusilamiento
del reo Manuel Pozo

  Recien condenado a muerte
está de tristeza lleno
Manuel Pozo i Moreno
pensando en su dura suerte;
la sentencia ha sido fuerte
fuerte ha sido la condena,
porque la justicia plena
por brazo de un Juez sensato
por robo i asesinato
le aplicó la última pena.

  Fué puesto el reo en Capilla
el dia siete a las ocho
i un dominicano mocho
desde entonce está a su orilla:
con resignacion, sensilla
ha pedido confesion,
observa la relijion
con fervorosa piedad
pensando en la eternidad
se lleva su corazon.

  A las ocho el dia diez
dentro la Penitenciaria
se cumplirá a la ordinaria
esa centencia del Juez;
se ha dispuesto que a su vez
mande el señor Intendente
fuerza armada suficiente,
pues siempre en aquel lugar
cuando se vá a fusilar
hai apretura de jente.

  Hai la idea jeneral
que el reo sabrá morir;
no hacerlo mucho sufrir
es cuestión del oficial;
ya que a la pena fatal
se le ha de dar cumplimiento
evitémosle el tormento
con golpe bien acertado
pues casi siempre el penado
sufre mucho i muere lento.

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Sobre la tentacion

  —¿Me conoces? preguntó
El arcánjel tentador.
—Sí, respondió el Salvador,
Muche te conozco yo.
—Bueno, tu padre me dió
Hoi tres horas de licencia
Para hablarte con paciencia
Sobre esa raza infernal
A que tú piensas salvar
Dando tu propia existencia.

  Neron, tigre coronado,
Sabes que con picardía
A cualquier hombre encendía
En su palacio dorado.
Ya sabes cómo el malvado
Sus banquetes alumbró;
Su misma madre mató
Por ver dónde fué enjendrado,
I tan enorme pecado
Vais a lavarlo, agregó.

  Alalila traicionó
Pérfidamente al marido;
Herodes enfurecido
Mil crímenes cometió;
Trece mil niños mató
Por matarte a tí tambien.
De sangre en Jerusalen
Un mar deseaba ver;
I por ese hombre tan cruel
Muere el nacido en Belen.

  Hasta Jerjes por reinar
Mata, pues, a ochenta hermanos
I estos hombres inhumanos
También los quieres salvar.
Calígula el infernal
Se hace adorar como Dios.
De Tiberio sigue en pos
Ese otro ilustre homicida
¿I tambien darás la vida
Por ese otro tigre vos?

  —Sí, por todos moriré,
Dice Jesus tristemente.
El tentador insolente
Da un fuerte grito diré:
—¡No te basta lo que hablé!
Dijo el Demonio irritado,
Ya ves cómo te he narrado
Toda la historia sangrienta
De esa raza que ni en cuenta
A ti nunca te ha tomado.

  No importa, vuelve a decir
Jesus con resignacion.
Yo por darles el perdon
En la cruz quiero morir.
Cuando el Satan pudo oir
Lo que el mártir esclamó,
Un gran rujido exhaló
Retirándose al momento.
Cristo se echó al pavimento
I su oracion comenzó.

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Jesus se encamina
AL HUERTO

  Despues de todo lo obrado,
Jesus se puso en camino,
Seguido, según opino,
Por todo el apostolado.
En su marcha Cristo amado
Criste a María encontró,
El buen hijo saludó
A la madre con gran pena,
La cual, pues, con Magdalena
Donde mismo se quedó.

  Yo voi a orar, madre amada
Al huerto de Jetsemaní,
I tú te quedas aquí
Con tu amiga idolatrada.
María desconsolada
Todo, pues, le obedeció,
Del hijo se despidió
Sumamente entristecida,
I él tambien en despedida
En la frente le besó.

  Luego que entran al huerto
Cristo llama a Pedro i Juan,
I les dice: — Ustedes van
 acompañarme, por cierto;
A los demas les advierto
Que aquí deben aguardarme,
Pues no irán a acompañarme
Porque solo estos dos quiero
Que aprendan bien el sendero
Por donde van a esperarme.

  Pasando mas adelante
El Maestro tan querido,
Por Pedro i Juan es seguido
Sin dejarle ni un instante;
Llega el Salvador amante
A la gruta donde oró;
Ahi Jesus penetró
Para empezar su oracion,
I sobre la tentacion
Tambien quiero hablaros yo.

  Apénas hubo tocado
Con su frente el pavimento,
Un fuerte estremecimiento
Le puso en pié asustado;
Miró i encontró a su lado
Al arcánjel tentador;
Con desprecio el Salvador
Le mira por un momento
I el Satan le observa atento
Contemplando su dolor.

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Continuacion
SOBRE LA CENA

  Cuando esto Jesús decia
Dos manos meten al plato,
Pero el rostro del ingrato
Solo mostró villanía.
Júdas con sangre mui fria
Tembloroso preguntó:
—¡Maestro, habré sido yó!
Ese infame i desatento,
I Jesus en el momento
—Tú lo has dicho, contestó.

  Los discipulos miraron
Al traidor con reprension
I en su contra i con razon
Por bajo todos hablaron;
Miradas le prodigaron
Que importaban ciertamente
Una reprension frecuente
Para aquel traidor malvado,
El cual todo avergonzado
Mira al Cristo atentamente.

  Jesús se pone de pié
Con bondadoso ademan,
Toma un pedazo de pan
I le da al traidor diré;
El discipulo sin fe
El pan léjos lo arrojó
I para afuera salió
Gritando desesperado:
—Yo soi, pues, un condenado
I ya todo se acabó.

  Cuando la calma volvió
Al salon poco despues,
Jesus le lavó los pies
Pedro he sabido yo.
Como éste no comprendió
Lo que el Maestro ahí obraba,
Con humildad preguntaba:
—Por qué haces esto, Señor,
I el divino Salvador
Su ejemplo le interpretaba.

  Sobre su fidelidad
Habló Pedro largamente,
Pero Jesus de repente
Le dijo: —Eso no es verdad,
I con majestad i bondad
Agregó mas resignado:
—Pedro, has de estar humiliado
Porque tu boca quebranta,
I hoi talvez ni el gallo canta
Sin que tú me hayas negado.

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La venta de Jesus

  —Cuánto pides, preguntó
Caifás con voz de pirata,
—Por treinta siclos de plata
Entrego al maestro yo,
Fué lo que le contestó
El discipulo traidor.
—Bien, agregó el comprador,
Yo te daré ese dinero,
Con tal de apresar lijero
A ese trastornador.

  —¿I cuándo le entregarás?
Preguntó con laconismo.
Judas con mucho cinismo,
Contestó: —Hoi le verás.
—Pues, en la casa de Anás
Esta noche yo te espero,
Ahí te daré el dinero
Con tal que me seas fiel,
Porque deseo prender
Hoi mismo a ese hechicero.

  El trato quedaba hecho,
Judas se vuelve al Cenáculo
Donde el mas triste espectáculo
Ocasionó su despecho.
Jesus sentado en su lecho
Predicando se encontraba
Cuando el apóstol llegaba
Despues de hacer la traicion,
I el maestro en reprension
Una mirada le daba.

  —En verdad, en verdad, esclamó
Cristo con mui triste faz,
Que uno me entregarás
Esta noche advierto yo.
Juan i Pedro se paró
Sorprendidos ciertamente.
Uno i otro preguntaba
¿Seré yo ese delincuente?
I el Maestro contestaba:
—No sois vos precisamente.

  La misma pregunta hacian
Los discipulos restantes,
I él vió en aquellos instantes
También en respuesta oian,
Todos a Judas pedian
De que nada preguntaba,
Jesus de nuevo esclamaba:
—Aquel que mete en el plato
Es la mano del ingrato
Que en mi contra, pues, obraba.

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Entrada de Jesus
EN JERUSALEN

  Despues de haber predicado
Jesus su santa doctrina,
A Jerusalen camina
Sumamente resignado.
En triunfo el pueblo malvado
Recibe al libertador;
Como a su Dios i Señor
Le aclama el mismo adversario;
Pero al fin en el Calvario
Da muerte a su Salvador.

  De flores sembrado el suelo
Completamente se hallaba;
El pueblo le vitoreaba
Con regocijo i consuelo;
Cristo, el enviado del cielo,
Ha llegado, se decia,
I alborozado corrian
Donde el Maestro divino,
I así tomando el camino
Donde él todos venian.

  El sacerdocio rabioso,
Al ver lo que Cristo obró,
Contra él se conjuró
Del modo mas deshonroso.
Judas, el facineroso,
Secundó aquel movimiento.
I al Cinedrio en el momento
El malvado se marchó,
Donde al Maestro ofreció
En venta como avariento.

  Pobre Cristo, se trataba
En aquel Cinedrio fiero,
Cuando le dijo el portero
Que un apóstol les buscaba.
El Consejo se asustaba
Por la noticia que oyó.
—Que entre ese que llegó,
Dije Caifás mui atento,
I en ese mismo momento
Judas se les presentó

  Despues de haber saludado
Con bastante ajitacion,
Sobre la venta i traicion
Les habló mui ajitado.
El tribunal asustado
Estaba por lo que oia,
I mas de uno ese dia
Su infamia en cara le echó;
Pero el traidor defendió
Su cinismo i cobardía.

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Las consecuencias de la guerra
El hambre invade los hogares
quejas de los nortinos Aven-
turas de sin rotito

  Qué diablos vamos hacer
ya no tenemos trabajo
calle arriba, calle abajo
andamos hoi sin comer.
Las fàbricas i el taller
por la guerra se han cerrado
i el gobierno no ha buscado
medio alguno de salvar
 a la clase popular
en este crítico estado

  Ya no hai con que pagar casa
i el dueño no nos aguanta
i en nuestras puertas se planta
gritando con toda trasa.
La agencia tampoco pasa
ni un cobre por la prenda
sin almuerzo ni merienda
sin onces ni desayuno
mas delgado que un perruno
recorro pueblos i haciendas.

  Anteayer para almorzar
tuve que hablar con el cura
i éste con sinverguenzura
obligóme a confesar,
solo así pude tocar
un platito de chauchao
i un candial tan apretao
que a pura piedra partí
i en la mascada que dí
un diente quedó quebrao.

  Despues me fuí a la estacion
a ver si trabajo hallaba
i un paco allí me agarraba
diciendo: al cuartel ladron
quise hablar i un bofeton
tambien me zumbó lijero
i luego un carabinero
me gritó ya te pillé
i dándome un puntapiè
me dijo: anda patraquero.

  Ya verán cuanto sufrimos
en esta querida tierra
que por causa de la guerra
muchas veces ni comimos
a la intemperie dormimos
mientras el gobierno hoi dia
solo quiere economias
sin importarle que el roto
no coma un solo poroto
i vaya ala loqueria.

Imp. San Alfonso 47.— Santiago

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La gran guerra europea
Interesantes informaciones
de los últimos combates

  El ejército aleman
sigue enérjico luchando
i a los pueblo destrozando
con un valor de titan
Con fiero i duro ademan
esa alemana guerrera
invade a la Francia entera
valiente siempre i feliz
porque a jurado en Paris
clavar su angusta bandera.

  Desde Reim a la frontera
con la sangre derramada
una laguna hai formada
con esa sangre guerrera
con bendita sangre obrera
se forman rios i esteros
como mosca en mosquero
caen hombre por millares
formando profundo mares
con làgrimas de terceros.

  I el cañon sigue tronando
mientra la caballeria
forman un ruido de herreria
con el sable que va achando
piernas i brazos volando
se ven cruzar por doquier
ninguno quiere ceder
según nos dice la prensa
i con cierta desverguenza
Francia caera sin saber.

  En cuanto a la poblacion.
que arma no puede tomar
se contenta con llorar
la terrible destruccion
el llanto i la conclusion
se siente en todo el pais
la poblacion infeliz
mui triste apela a la fuga
i sus lágrimas en juzga
al decir adios Paris.

  Esa ciudad bulliciosa
tan alegre i animada
hoi llora desconsolada
ante la invasion mostruosa
Esa ciudad vanidosa
ya no canta la verdad
con orgullo i majestad
en Marsellesa guerrea[r]a
porque una hueste estranjera
a sitiado la ciudad.

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