A Chile llegó invadiendo

    A Chile llegó invadiendo
El aterrante flajelo,
La epidemia en nuestro suelo
Cada dia vá cundiendo.

    Cuando hizo su apariciou
El cólera en la Arjentina,
La república vecina
Se vió en mala situacion;
De la infestada nacion
Ya vá desapareciendo.
Sus dominios estendiendo
Cual invasor jeneral
De la otra banda este mal,
A Chile llegó invadiendo.

    Dios escuchará el lamento
Que con áncia han levantado,
Las familias que han quedado
Huérfanas i sin sustento.
En tan crítico momento
Preciso es clamar al cielo,
Vírjen santa del Carmelo,
Alivia de nuestra suerte
Antes que nos dé la muerte
El aterrante flajelo.

    Enemigo tan terrible
Recorre las estenciones
Azota las poblaciones,
Y atajarlo es imposible
Este huéspede temible
Al mundo infunde recelo,
Chilenos con desconsuelo
El golpe hemos recibido,
Por haber aparecido
La epidemia en nuestro suelo.

    A varios pueblos tenemos
Por el contajio infestados
Muchos seres han pasado,
A la tumba i sus estremos
De la capital sabemos
Que tambien están sufriendo,
Entre angustias pereciendo
Y con situación tan séria:
La enfermedad i la miseria
Cada dia yá cundiendo.

    Por fin los mas abnegados
Caballeros i señoras,
Son las almas protectora
De tantos desamparados.
De lo alto serán premiados
Y por la filantropía,
Dios les servirá de guia
A estos seres distinguidos,
Que dán a los desvalidos
Hasta el pan de cada dia.

J. M. PLAICOA

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El Paraiso Delicioso
o
LA CAIDA DE ADAN

  Eva vivió en el jardin
Como preciosa doncella,
Sinpática, pura i bella
Parecia un querubin,
La serpiente con mal fin;
Le dijo de que comiera
La fruta y al hombre diera
Para que este la aprobara,
Y en cuanto la saboreara
Al punto de amor supiera.

  Eva la vista tendió
Al arbol con alegría,
Y el fruto que de el pendía
Hermoso le pareció,
Al hombre le dirijió
La mirada i dió un suspiro.
Le dijo el fruto que miro
Es rico i lo desprendieron
Y entre ambos se lo comieron,
Con cáscara i cuesco al tiro.

  Adan era un buen muchacho
I hayó el fruto sabrosito
I Eva con tanto apetito
Comió que le dió un empacho
El tentador vivaracho
No les hizo ni un reproche
Por fin el hombre, una noche
Tanto al árbol se subió
Que no sé con qué rompió
De la vírjen flor el broche

  El delito conocieron
Desnudos se contemplaron
I como se avergonzaron
Por el rubor se escondieron
La voz del Señor oyeron
El i su aflijida esposa
Marchita como la rosa
Ella i su esposo tambien
Con las hojas del Eden
Cubrieron no se que cosa,

  Por fin temblando los dos
Al llamado respondieron
I avergonzados salieron
A la presencia de Dios
Adan, con trémula voz
Dijo: Señor, la mujer
Fué quien me indujo a comer
I ella dijo: la serpiente
Me hizo probar el potente
Fruto de mal parecer

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Brindis de cinco Amigos
en una tertulia
Un militar, un campecino un falte
un minero i un poeta.

  Brindo dijo un militar
Con esplendor infantil,
Por la pólvora i fusil
Simbolo particular
Del guerrero que a pelear
Sale como buen patriota
A combatir al idiota
Advirtiendo en lo que brindo
Que por mi patria yo rindo
De sangre la última gota.

  Habló i dijo un campesino
Bríndo por el alto monte
I por el pardo horizonte
Que circula mi camino.
Si en el campo es mi destino
Me anuncia el gallo la hora
Me levanto sin demora,
Alabando al ser del cielo
Y brindo con dulce anhelo
Por la matinal aurora.

  Un falte dijo yo alcanzo
El brindis i brindando
Sigo adelante gritando
Mi negocio sin descanzo
Bebo mi copa i avanzo
Vendiéndole a mis caceras
Botoncitos i colleras,
Hilo, agujas i alfileres
Dedales para mujeres,
Y brindo por las tijeras.

  Yo brindo dijo un minero
Por que no quiero ser ménos
Por el combo i los barrenos
La yaucana i el culero,
Tambien por el laborero
Operario principal,
Y yo que me cuento tal:
Brindaré aun que este borracho
Por el apir i el capacho
Y la saca de metal.

  Por fin el poeta estába
Con deseos de tomar,
La copa para brindar
Y de sed ya se secaba;
Mientras que otro le pasaba
Dió principió a su discurso,
Alegró todo el concurso,
Y brindando mui prolijo
Se empinó la copa i dijo
Rasgala que yo la zurso.

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CONTESTACION
AL POETA PEDRO VILLEGAS

  Villegas, tu narracion
Me tiene mui asustado,
Perplejo; y tan asombrado
Te doi la contestacion.

  La contesta recibí
Y he tenido mucho gusto;
Pero al leerla, ¡qué susto
En mi corazon sentí!!
En tus frases conocí
Perfidia y mala intencion;
Ahora por prevision
Voi a ocultarme con prisa.
Mas bien es digna de risa,
Villegas, tu narracion.

  Es mui justo que recuerde
El contendor con afan
Lo que nos dice el refran:
“Perro que ladra no muerde.”
Yo soi un vetusto verde
Que el hacha no me ha cortado,
Ménos he sido podado:
Y hoi con ofensa tan crasa,
Tu aterradora amenaza
Me tiene mui asustado!!!

  De tus asquerosas fauces
Sale tu reto iracundo
Como el lodazal inmundo
De la boca de los cauces;
Es preciso que te pauses
Y no seas mal hablado.
Poluto contaminado,
Haciéndote guerra voi
Y no te creas que estoi
Perplejo y tan asombrado.

  Poetecilla bisoño
Enróscate como el boa,
No te pienses que a Plaicoa
Le vas a bajar el moño,
Fijate que soi retoño
Que llevo propagacion
De cultura, y por razon,
No como vos, hombre inculto;
Aunque no con tanto insulto
Te doi la contestacion.

  Por fin, si me quieres ver
Y ponerme una mordaza,
El veinticuatro es la casa
De San José, al parecer
Allí podemos tener
Una estrecha conferencia:
Haz pronto la dilijencia
Que Plaicoa lo desea,
Para que el público vea
De ambos dos la intelijencia.

       J. M. Plaicoa.

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EL JUICIO
SOBRE LOS HOMBRES.

  Triste se verá el mortal,
Relámpago inesperado,
Se levanta a ser juegado
De su polvo sepulcral,

  Llegará el dia horroroso
Y el fin de la última guerra,
Donde temblará la tierra
Con un ruido estrepitoso;
Se mecerá sin reposo
Todo el globo universal
Y un gran fuego natural
Le cubrirá con su llama,
Y al ver que la faz se inflama
Triste se verá el mortal.

  Brotará fuego del suelo
Que quemará a los nacidos,
Y los astros encendidos
Surcarán el vasto cielo.
¡Dios mio! qué desconsuelo
Se verá en todo lo criado
Cuando el mundo esté abrasado
Con horrendo sacrificio
Del voraz fuego del juicio
Relámpago inesperado.

  La trompeta sonará
Con un eco aterrador
Y el resonante estridor
Por todo el orbe se oirá;
Su son nos impulsará
A que seamos presentado
Ante el tribunal sagrado,
Y por natural derecho
El que está en tierra deshecho
Se levanta a ser juzgado.

  Los míseros moradores
Todos serán destruidos
Y en pavezas convertidos
Seremos los pecadores;
No servirán los clamores
En aquel dia final
Y de la tumba fatal
El cadáver que está en calma
Saldrá a unirse con el alma
De su polvo sepulcral.

  Por fin, tenemos que ver
Al Señor y los querubes
Intentar sobre las nubes
De su gloria descender.
Con infinito poder
El Juez severo y airado,
Despues de que haya premiado
A todas las almas buenas,
Preparará las cadenas
Del averno al condenado.

       J. M. Plaicoa.

Estos versos son propiedad del autor, quien perseguirá conforme a la lei al que los reimprima.

61 – Imp. Vicuña Mackenna.

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CRISTO CRUCIFICADO
POR AMOR DE LOS HOMBRES.

  En señal de redencion
El simbolo de la Cruz,
Precio de tanta virtud
A la celestial mansion.

  Cristo de su solio ameno
Fué preciso que bajara
Y con su vida pagara
Injusto el delito ajeno.
Despues que encarnó en un seno
Nació a cumplir su mision
Con martiriosa pasion,
Regó su sangre en renombre
El craneo del primer hombre
En señal de redencion.

  Despues que murió el Mesías
Tuvo por Santo Sepulcro
Un lecho lápido y pulcro
En que residió tres dias.
El mundo entero sentia
Y el sol apagó su luz,
Y al tercer dia Jesús
Resucitó y subió al cielo,
Dejándonos por consuelo
El simbolo de la Cruz.

  Como inocente cordero
Los sayones lo amarraron
Y al Verbo crucificaron
Con tres áspidas, refiero;
Allí el aliento postrero
Exhaló de su salud;
Su sangre con prontitud
Fué de aquella misma hora
La gracia rescatadora
Precio de tanta virtud.

  Los verdugos suspendieron
Al cadalso al sentenciado,
Un ladron a cada lado
Por afrenta le pusieron;
Muerte y martirio le dieron
Con denuedo y precision.
Despues con admiracion
Desde la tumba ascendió
Y en cuerpo y alma subió
A la celestial mansion.

  Por último, el Salvador
Dejó su mision cumplida
Y en la Cruz rindió la vida
Por causa del pecador;
Con tan acervo dolor
Despues que padeció tanto,
Se unió al Padre por encanto
Glorioso y resucitado;
Y sobre su Apostolado
Mandó al Espíritu Santo.

       J. M. Plaicoa.

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