GRAN CONTRAPUNTO
ENTRE
UN CANTINERO I EL ALCALDE
DE SANTIAGO

  C.—Yo, señor Alcalde vengo
A pedirle por favor
Que derogue pronto señor
Un decreto que aquí tengo.

  A.—Del cierro de su cantina
Habla el decreto mi amigo,
Si sobre eso yo le digo
Que esa clausura es indigna,

  C.—Aplaudo el buen corazón
Que usted tiene caballero
I al pueblo presentar quiero
Su buena disposicion.

  A.—Yo puedo desde tempra
Derogar ese decreto                 (no
Pero usted queda sujeto
A darme algún pasamano.

  C.—Pierda Ud. todo cuidado
Que yo pues de cualquier modo
le unto la mano hasta el codo
Con mi gremio idolatrado.

  A.—Digame ¿cuánta propina
Me dan a su parecer
Si yo le dejo vender
Sin cerrar una cantina?

  C.—Cien mil pesos le prome-
De darle en forma segura          (to
Si Ud, impide la clausura
De que habla el cruel decreto.

  A.—Cien mil pesos franca-
                                               (mente
Creo que es cosa mui poca
Porque casi nada toca
La mayoría existente.

  C.—Señor i con cuanto habria
Para poder conformar
O mejor dicho premiar
A su ilustre mayoría.

  A.—Dieciseis somos realmen
Esto es sin contar a uno             (te,
I con diez mil cada uno
La cosa marcha excelente.

  C.—Doscientos mil pesos juro
Que junto señor Ugarte
I Ud, se arregla su parte
Para que quede seguro.

  A.—Bueno amigo convenido,
Si usted me trae la plata
El decreto aquí se mata
Con la espada del olvido.

  C.—Hoi mismo pues caballero
Que quedamos arreglado
En mi gremio mencionado
Yo le reuno el dinero.

  A.—Aquí me quedo esperan-
Nuestro compromiso ruin         (do
Para que queden por fin
Libremente trabajando.

  C.—Hasta luego caballero
Yo mas tarde volveré
I un carreton le traeré
Cargado con el dinero.

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NACIMIENTO DEL ANTE-
CRISTO
En los suburbios de Roma una anciana de 100 años da a luz un niño barbado, el color de sus barbas son verdes i sus cabe- llos colorados.

  El Ante-Cristo ha nacido
En el Imperio Romano,
Según noticias que tengo
Este hijo es de un anciano.

  El mundo mui alarmado
Se encuentra precisamente
Porque en Roma últimamente
Nació un chiquitin barbado.
El chiquitin mencionado
Es un sabio distinguido
El habla con tanto ruido
Que a una legua se siente
Por lo que dice la jente
El Ante-Cristo ha nacido.

  En sus ojos sin igual
Presenta en forma de cero
Un espantoso letrero
Que dice Juicio Final.
Yo soi un ser celestial
Hijo del Dios Soberano,
Grita aquel niño inhumano
Que llega a causar horror
Diciendo seré el Señor
En el Imperio Romano.

  Sus barbas verdes a los pies
Alcanzan que da recelo
I de su cabeza el pelo
Salen llamas a su vez.
El mundo con interes
Corre a verlo les prevengo
El mismo niño sostengo
Salió hablando sin sentir
I yo cuento sin mentir
Según noticias que tengo.

  Con los dedos escribiendo
En las piedras se le ve
Cuya escritura diré
No se borra, así lo entiendo.
El siempre pasa diciendo
Venga a mí el pueblo cristiano
A confesarse temprano
Que el mundo se va a acabar
I lo que es mas singular
Este hijo es de un anciano.

  Cuando este niño nació
Su madre una tal María
Falleció en el mismo dia
I a los cielos se elevó,
Su hijo al pueblo salió
Diciendo en forma especial,
Escucha pueblo infernal
Ya el fin del mundo ha llegado
I mi padre ha decretado
Venga el juicio universal.

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La muerte de Jesús —Sus
últimas pa[l]abras.

  Jesús, en su gran tormento,
Perdonó, amados lectores,
A sus sacrificadores,
Dice el Nuevo Testamento.

  Despues de ser enclavados,
Dicen algunas versiones,
Que, a vista de las naciones,
Los reos son levantados.
Cristo, entre aquellos malvados
Perdon pide en el momento,
Para aquel pueblo sangriento
Que le tiene moribundo,
I así se apiada del mundo,
Jesús, en su gran tormento.

  Dimas a Jesus pidió
Su proteccion ese dia;
Hoi mismo en mi compañia
Estarás, le contestó.
Esta bondad demostró
Ante los espectadores,
I aun a sus burladores,
Desde que cargó la cruz,
El bondadoso Jesus
Perdonó, amados lectores.

  A Juan tambien adoptó
Por hijo ese mismo dia
De la aflijida Maria,
Que al pié de la cruz lloró;
Pronto Jesus comprendió
Que le quedaban, señores,
A salvar mas pecadores;
Por caridad i compasion
También les dió allí el perdon
A sus sacrificadores.

  Cristo, al verse abandonado
En el tormento monstruoso,
Dios mio! dijo angustioso,
¿Por qué me has desamparado?
Todo ya está consumado,
Volvió a decir sin aliento,
Luego a su padre contento
Su alma le encomendó
I así el Salvador murió,
Dice el Nuevo Testamento.

  Por fin, cuando ya espiró,
La misma historia nos cuenta,
Que una horrorosa tormenta
Sobre aquel pueblo cayó;
El mismo Sol se cubrió
De un color trasparente.
A sustada huyó la jente
Esclamando en alta voz:
Este sin duda es un Dios
El que han muerto injustamente.

JUAN BAUTISTA PERALTA,
Galvez número 826.

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La sentencia de Jesús.

  En una columna atado
Fué puesto el reo inocente;
Maltratado injustamente
Se vió su cuerpo sagrado.

  La muchedumbre furiosa
A gritos pide la cruz
Para darle al buen Jesus
La muerte mas afrentosa.
Poncio, olvidando que su esposa
Una cosa le ha encargado,
Manda que sea azotado
El reo sin condolencia,
Siendo por esta sentencia
En una columna atado.

  Jesús en este tormento
Seis mil seiscientos i tantos
Azotes, dicen los Santos,
Que recibió en un momento;
Su doloroso lamento
Llegó a oidos de la jente;
Esta, sarcásticamente
Se reía con cinismo,
Al ver que en tal salvajismo
Fué puesto el reo inocente.

  Al pueblo el juez preguntó
Si ya estaba satisfecho
Con el gran castigo hecho,
I este le dijo que nó.
La cruz! ¡la cruz!, exclamó
Todo el público indolente,
Muera el blasfemo insolente,
Dicen de un modo infernal
I el reo, en forma bestial,
Maltratado era cruelmente.

  Poncio, oyendo lo que decian
Siente miedo, aunque era fuerte,
Firma la pena de muerte
Tal como se lo pedian;
Cuando ya aquello escribian
El reo fué desatado,
I el pueblo, regocijado,
No se impresiona, por cierto,
Aunque de sangre cubierto
Se vió su cuerpo sagrado.

  Por fin, todo se arregló
Para marchar al Calvario;
Jestas, el mas sanguinario,
Fué el primero que salió;
Dimas luego le siguió,
Mostrando mil sinsabores,
Mas atras marcha ¡oh! lectores!
Cristo, el cordero inocente,
Que va a morir ciertamente
Por salvar los pecadores.

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El camino del Calvario.

  La plaza, que se encontraba
Al frente del juez romano,
El Viérnes, desde temprano,
Llena de jente se hallaba;
La muchedumbre esperaba
Ver salir los sentenciados.
Al verlos que son sacados
Cada uno con su cruz,
Se van en pos de Jesus
Burlándoles ¡los malvados!

  Los tres reos caminaron
En dirección al suplicio;
Todos con gran sacrificio
Tras ellos se encaminaron.
En su marcha presenciaron
La mas dolorosa escena;
Maria, loca de pena,
Sale a encontrar a Jesus,
Quiere quitarle la cruz
Mui triste, la madre buena.

  Cuando a Jesus se acercó
Maria, desconsolada,
Lejos de allí fué arrojada.
Cuando Juan la recibió
La madre se desmayó
Al ver a su hijo inocente
Maltratado por la jente,
Según dice el Testamento,
I el doloroso tormento
Jesus sufre injustamente.

  El Cirineo salió
I éste solo, al buen Jesus,
Le ayuda a cargar la cruz,
I así al Calvario llegó.
Todo allí se preparó
Para los ajusticiados;
Los maderos son plantados
 en un rato mas, diré,
Son, por sentencia del juez,
Los reos crucificados.

  Cuando el martillo sintió
Maria i la Magdalena,
Enloquecidas de pena
La madre en tierra cayó.
Juan de allí las retiró
Como el mas fiel compañero.
Jesús, el manso cordero,
En presencia de la jente,
Ya se encontraba pendiente
En el sangriento madero.

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Jesus en casa de Pilato

  A casa del juez romano
Jesus era presentado,
Bastante fué maltratado
Por aquel pueblo inhumano.

  Efectuada la prision
Donde Anás fué conducido
Por el pueblo enfurecido
Que le juzga sin razon.
Despues de la acusacion
Hecha en casa de ese anciano,
Se le encierra, i, mui temprano,
Ordena, el viejo malvado,
Que el reo sea llevado
A casa del juez romano.

  En casa ya de Pilatos
El pueblo pide la audiencia;
Poncio, por condescendencia,
Atiende al pueblo insensato.
Despues de un gran aparato
Hecho por el majistrado,
Dice que sea llevado
El preso a su tribunal,
I, peor que un criminal,
Jesus le fué presentado.

  Como culpa no le halló,
Al pueblo, le dice el juez,
Que el reo inocente es,
I esto a todos irritó;
A donde Herodes mandó
En seguida el majistrado
Que el preso fuera arrastrado;
Lo que hicieron me imajino,
I durante aquel camino,
Bastante fué maltratado.

  Herodes le interrogó
Cuando estuvo en su presencia;
Jesús en aquella audiencia,
Diré que no respondió.
El Tetrarca le pidió
Un milagro; pero en vano.
El Redentor Soberano
No le atiende, yo diré,
I arrastrado otra vez fué
Por aquel pueblo inhumano.

  Por fin el pueblo i Jesus
De nuevo van a Pilatos,
Allí, el público insensato,
Para aquel pide la cruz.
El juez, sin encontrar luz
De falta en el inocente,
Por tranquilizar la jente
Manda que sea azotado
El reo, aquel juez malvado,
Viendo que era injustamente.

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Los sucesos de la noche de cena

  Siguiendo la narracion,
Cristo, el cordero inocente
Por su apóstol fué entregado
A aquella cobarde jente.

  Jesús, su última cena,
En casa de Elix la dió
Donde a todos encargó
Su doctrina santa i buena;
Ademas, con mucha pena
Les habló de su pasion
I en prueba de humillacion
Lavóles a todos el pie,
I este dato lo daré
Siguiendo la narracion.

  Dejando luego el cenáculo
Va al huerto con sus varones
Donde dicen las versiones
Que llegó sin un obstáculo,
Pero el mas triste espectáculo
Vió Jesús, precisamente
Porque del mundo indolente
Sus crímenes recordó,
Tanto que sangre sudó
Cristo, el cordero inocente.

  Despues de hacer su oracion
Va i recuerda a Pedro i Juan
Los que a presenciar irán
Su injustísima prision;
Juan, con mucha impresion,
A Maria le ha encargado;
En este instante cercado
Es por un pueblo inhumano
I del modo mas villano
Por su apóstol fué entregado.

  ¿A quién buscais? preguntó
Jesus con voz imponente,
de oirle solamente
La multitud toda huyó;
El Decurión les mandó
Volver inmediatamente
Diciendo precisamente
Que Jesus fuese aprehendido,
I su órden la ha cumplido
Aquella cobarde jente.

  Por fin Marcos le tomó;
Pedro, al ver su atrevimiento,
Dándole un golpe violento
Una oreja le cortó;
El maestro le mandó
De que envainara su espada;
Tomó la oreja cortada
Del atrevido sirviente
I mui milagrosamente
Se la dejó colocada.

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Peregrinación de Jesus.—Su en-
trada en Jerusalen.

  Despues de ser bautizado
Jesús, dice el Testamento,
Enseñó su mandamiento
A aquel pueblo empecatado.

  A los treinta años cumplidos
Jesus su casa dejó,
I por los pueblos salió
En busca de los impíos,
Bautizando a los judios.
Halló al Bautista nombrado,
Juan, al ver a su Cristo amado,
Le habló con bondad divina
I en Santidad se ilumina
Despues de ser bautizado.

  Las Samarias recorrió
Predicando a todos bien,
Despues a Jerusalen,
Por morir se encaminó;
El pueblo le recibió
Con gran júbilo i contento,
Pero desmintió al momento
Aquel júbilo finjido,
Siendo luego perseguido
Jesús, dice el Testamento.

  Al ver lo que Cristo hablaba,
El sacerdocio mas fuerte
Se unió para darle muerte
Al que tanto predicaba.
Júdas tambien secundaba
El terrible movimiento,
Jesús, aunque vió el tormento,
Sin embargo, no cayó,
I, hasta el dia en que murió,
Enseñó su mandamiento.

  Fallada la compra i venta
Del inocente Jesús,
Se acordó darle en la cruz
La muerte como una afrenta;
La misma historia nos cuenta
Que el sacerdocio malvado
Quedó tambien encargado
De cumplir lo que acordó,
I todo esto consintió
Aquel pueblo empecatado.

  Por fin, donde Anás está
Reunido el sacerdocio
Solo esperando al consocio
Que a vender su amigo vá;
El dinero listo ya
Está para el vendedor;
Júdas llega con temor
A la casa mencionada
I la plata fué entregada
Al miserable traidor.

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Versos
POR EL VIEJO TESTAMENTO

  Matatías el valiente,
Ese heródico varon
Murió por la relijion
Con un valor imponente.

  Un dia que penetró
Este prohombre en un templo,
De ver allí el mal ejemplo
A un judío mató;
Al oficial derribó,
Del rei, que estaba presente
I el altar, precisamente,
A espada lo echó por tierra;
I lanzó el grito de guerra
Matatías el valiente.

  Al galisin se encamina,
Allí sus tiendas alzó
I sus parciales llamó
Con la mayor disciplina;
Por una causa divina
Forma aquella evolucion.
Un sábado este leon
Se bate con los tiranos
I muere entre los cristianos
Ese heródico varon.

  Júdas, su hijo, empezó
En seguida la batalla
I en la lid no se desma ya
I a los sirios derrotó;
A Polonio resistió
Con Nicanor la invasion;
Gorjia a su direccion
Acudia a Tolomeo,
I Júdas el Macabeo
Murió por la relijion.

  Sus hermanos con valor
La batalla continuaron
I las fuerzas derrocaron
Del mismo Antioco Upator;
Juan i Simon con furor
Ponen su pecho de frente;
Jonatás el mas valiente
Con Eleazar, pues, murieron;
Pero todos combatieron
Con un valor imponente.

  Por fin, los seis guerrilleros
Combatian sin cesar,
I en la batalla campal
Dan prueba de sus aceros;
Los ateos siendo fieros
El campo han abandonado;
Matatías ha logrado
Poco ántes de morir
Con sus hijos sacudir
El yugo de aquel reinado.

JUAN BAUTISTA PERALTA.—Se venden los versos en la calle Huemul, 864.

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Cubana, últimos esfuerzos
DE LOS CUBANOS
PARA OBTENER SU LIBERTAD

  El cubano dia a dia
Pelea valientemente;
Por hacerse independiente
Combate sin cobardía.

  El cubano con razon
Ha jurado el combatir
Hasta vencer o morir
I no estar en la opresion.
Aquella pobre nacion,
En su última agonía,
Pelea sin cobardía
Con el tirano español
Mostrando así su valor
El cubano dia a dia.

  Cuba jóven, noble i pura
Su suelo está defendiendo,
I así está combatiendo
Por la bandera que jura;
Con heroismo asegura
El hacerse independiente,
Su valor es estridente
I su fuerza mui probada,
I por su causa sagrada
Pelea valientemente.

  El laurel de la victoria
Ya vendrá precisamente
A coronarle la frente
Por su conquistada gloria.
La tiranía ilusoria
Les dejará libremente
I aquel pueblo tan valiente
Dirá en su patria querida
Que su sangre dió en la vida
Por hacerse independiente.

  Céspede cuando llegó
Al gran pueblo de la Habana
Con una proclama ufana
A todo Cuba llamó;
Maceo le secundó
A su lado dia a dia;
Gómez con su sangre fria
Apersigue a los tiranos
I así todos los cubanos
Combaten sin cobardía.

  Por fin mui noble cubano
Defiende, pues, tu bandera
Que el mundo te considera
Por un patriota lozano;
Confundido ya el tirano
Conoce tu patriotismo,
Norte América asimismo
Desde sus grandes distancia
Tu noble belijerancia
Aprecia con heroismo.

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