LA FUGA
DE TRES PRISIONEROS CHILENOS DE UN CAMPAMENTO PERUANO

Por si hubiera algún mortal
Que no sepa lo que es bueno
O mas bien dicho, no sepa
Lo que es el valor chileno,
Voi a referirle aquí
Una historieta que tengo,
Para que de ella saque
Un juicio cabal i recto
De lo que capaces son
Esos bravos sin ejemplo
Que hoi le zurran al Perú
En el mar i en el desierto.
— Cuando los cholos infames
De Tarapacá huyeron
Para Arica, nos llevaron
Unos cuantos prisioneros,
Entre éstos iban tres:
Era un sarjento primero,
(Necochea) i dos soldados:
San Martin, un bravo neto,
I Marin que amas de bravo
Era el mismo diablo en cuernos,
Gracioso hasta decir basta,
Pechugonaso i despierto,
— Convino un dia en fugarse
Este valeroso terno;
I tambien, los tres juraron
De quedar como un arnero
O a los peruanos robarles
Un estandarte chileno……
Llega, pues, la media noche
I aprovechan el silencio
O el roncar de los cholillos,
De guatita, por el suelo
Se arrastraron, i Marin
Se encamina mui resuelto
A robarse el estandarte
De entre miles de negros.
¡Toma la preciada joya,
Se la echa al hombro, en contento,
…Pero… oh suerte triste i perra!
Lo sienten los peruleros
I a palos i a culetazos
Lo dejan casi por muerto,
Mas, Marin no se manea
I grita: — «Venga, sarjento,
Que pesa mucho este diablo»
I les improvisa un cuento,
Diciendo que es sabedor
De un complot jigantesco
I que él denunciaria
A muchísimos jumentos,
I por este ardid quedó
El atrevido con cuero;
Pues los cholos se pensaron
I tenian fundamento
Que el dejar vivo a Marin
Harian descubrimientos…
Ya esa noche fracasó
De los tres su gran proyecto,
Pero a la otra noche, sí
Que echaron alas al viento
De este modo: Necochea
Clamó: «¡Bastante sed tengo
Voi, mi cabito, a ver si hai
Aguita en aquel estero!»
I Marin tambidn clamó: —
«¡Ya se me seca el güargüero!»
Consiguió tambien permiso.
I San Martin esto viendo
Se dispara de la fila
Como caballo de invierno…
I los tres toman el campo
Patas para que las quiero…
Los cholos, bien cutamudos
En vano lo persiguieron
Si los tres como huanacos,
Salvando despeñaderos,
Sin descansar un ratito
Toda la noche corrieron,
Pues querian verse libres
I a fé que lo consigueron.
Cuando el dia echo sus luces
Se encuentran nuestros mancebo
¿En que parte? ¡Maldición!
— «En la copita de un cerro,
I para mas desventura,
Sin darse cuenta del hecho,
A los piés de aquel gran morro
Ven el enemigo ejército.
Marin dijo, con gran mozo:
— « Aguarden cholos sopencos,
Hijos de punta e mi manta
Ya verán como los friego.»
I empiese a empujar un risco;
Se oponen sus compañeros
Pero Marin incistió
En su diabólico empeño;
— «Vengan a ayudarme, dijo,
A aplicar el lanza fuego.»
Le ayudan i el diablo grita:
— «Una, gallinasos puercos;
Dos, Sambos asquerosasos,
Tres, Maricones camuesos……»
I el risco emprende su viaje,
Al principio, un poco lento,
Pero luego despues ¡Cristo!
Su correr es tan violento
I arrastraba tantes piedras
Aquel proyectil grocero,
E hizo polvareda tanta
Que al llegar al campamento
Si hiso algunos estragos
No han visto sus artilleros.
De allí prontito la marcha
Siguen los pobres viajeros,
¡Llevando por guia el sol!
Por escabrosos senderos,
Sin una gotita de agua
Ni ménos un pan de afrecho.
Caminan de dia i noche
Por quebradas, portezuelos,
Pero ¡ai! la horrible sed
Hizo sentir sus efectos
En el jóven Necochea
Que al fin se encontró muriendo.
Marin quizo reanimarlo
Diciéndole: — «Mi sarjento: —
¿Se ha vuelto usted gallinazo?
¡Vaya, que mucho lo siento!»
Mas, viendo el noble soldado
De que el caso era mui sério
Esclamó: —«No soi pechoño
Pero sinembargo, oremos.»
Se hinca él i San Martin,
I elevan la vista al cielo
I una lágrima rodó
Por aquellos rostros tiesos!
Se levantan i Marin
Le dice a su compañero:
—«Por ahí» i los dos se marchan
En busca de agua, lijeros.
No trascurren diez minutos
Cuando el grito placentero
Se ayó de Marin, que dijo,
Con regocijo estupendo:—
— «No se muera todavía
Sarjentito, que allá vuelvo.»
I efectivamente llega
Con el kepí mas de medio
De agua, que el jóven bebió
Con lo cual recobró aliento,
El agua le dió la vida
Pues quedó hien sano i bueno,
A otro ratito, Marin
Dijo con tono burlesco
— «Nuestra madre de Andacollo,
Pues ya lo dicho está hecho,
Pero yo no haré mas manda
Para hallar un arroyuelo
Sin haber buscádole ántes;
Pero en fin, ya está, i marchemos.»
Siguen su marcha penosa
Ya no con sed, pero hambrientos
I caminan i caminan……
Cuando de repente un pueblo
Divisan hácia la costa,
Entre brumas i reflejos.
Marin gritó entusiasmado;
—«De allá somos, caballeros.»
Sus dos amigos se oponen
De ir a aquel lugarejo,
Alegando que eran prófugos
I que allá serian presos,
I el bravo Marin les dijo,
Entre gracioso i enérjico
«Ustedes son maricones,
Pues, así ya lo comprendo.
Mas bien quieren morir de hambre,
Que no ir al vino añejo
I a comer cazuela de ave.»
I diciendo así, corriendo
De sus amigos se aparta,
I lueguito estuvo léjos.
Necochea dijo: — «Nó,
No es justo que lo dejemos
Que vaya a fenecer solo,»
I remando a cuatro remos
Lo alcanzan i los tres niños
Pronto ante el pueblo estuvieron.
I van a ver mis lectores
Cómo estos tres macabeos,
Sin mas armas que la boca
Se hacen de una ciudad dueños:
Entran a carrera abierta
Vivando a Chile i diciendo:
— «No se tire ningún tiro,
A puñal que todo es nuestro.»
………………………………………………………
………………………………………………………
A esta terrible voz,
Se anegaron los avernos;
Se desquiciaron planetas;
Tembló la tierra i el cielo;
El sol apagó su luz,
I los mares se salieron.
En cuanto a los habitantes
Que esa voz tambien oyeron,
Lo mismo que un cañonazo,
Despues de sentir el fuego,
Salieron de sus cobachas,
Unos, golpeándose el pecho,
Los otros, con tanta lengua
Misericordia pidiendo…
I el gran jeneral Marin
Sin decir «aquí las tengo»
Donde mejor le cuadró
Acampa su rejimiento,
I lueguito tocó a rancho,
I pronto vino el almuerzo,
Vino, i azúcar con agua,
Harina i otros refrescos.
Despues hizo recostarse
I tambien dormir un sueño
A su jente, i él se echó
Al hombro un palo bien grueso,
I se principió a pasear
Mui si señor i mui terco.
Aquí llegaban las cosas,
Cuando se sintió un estruendo
De armas i jente chola
Que pronto le hacen un cerco.
— «¡Abran la puerta bribones!»
Les gritan los indios feos,
IMarin, de adentro grita:
— «Cállense zambos rosqueros,
Que si siguien fastidiándome
A revólver los condeno…»
En esto se abrió la puerta
I una bandada de cuervos
Entra para merendarse
A tres hombres indefensos;
Pero Marin es hermano
Del fraile autor del invento
De la pólvora, i a risas
Se les encara diciendo:
— «Arribita, aquí nos tienen,
Pues si han venido a comernos,
¿Qué hacen pues cholos roñosos
Que no nos despachan luego?
Pero apronten el gaznate
Para mis cumpas chilenos
Que mañana aquí estarán, (1)
Porque ya no está mui léjos.
¿Qué hacen, que no nos matan
¡Vean que cholos pendejos!»
Entónces, un italiano
Que entre los cholos, revuelto
Venia, les hizo ver
A los cuervos que era cierto;
Que al hacer tal desacato
Correrian un gran riesgo.
Los peruanos meditaron
Un poco, i se persuadieron
Que era verdad de que habia
Un peligro mui inmenso,
I le dicen al bachicha:
«Llévese estos diablos sueltos.»
I el italiano los lleva,
Sin trepidar un momento,
Para su casa i les hace
Tambien algunos festejos,
Despues el bachicha noble
Llamó a un paisanito nuestro
I le dijo: —«Anda a guiar
A estos seres intrépidos,
A éstos, cuyo valor
Traspasa al de aquellos jénios
De las fábulas fantásticas
En mil pavorosos cuentos;
A estos tres diablos sin hiel,
Que para baldon eterno
De estos mil de cucarachos
Que aquí viven i yo entre ellos,
Nos han tomado la villa
Causándonos tanto miedo…»
Marchan pues, los tres amigos
I dan agradecimientos
Al jeneroso italiano,
Por su buen comportamiento.
I salen de aquel lugar,
Alegres i harto risueños:
Tanto porque echaron guata,
Cuanto por ir al encuentro
De sus buenos camaradas,
De sus amigos sinceros.
Poco habian caminado
I topan con otro asiento
De chocitas i cuartuchos
De mui miserable aspecto.
Pronto el jeneral Marin
Frunciendo a la fuerza el ceño
Les dice a unas dos viejas:
— «Mujeres: —pues si yo quiero
Por quitame estas pajitas
Aquí a todas las degüello,
Pero no lo haré, i preséntenme
Lijerito un mensajero
Para mandarlo volando
Adonde están los chilenos»
I al sarjento Necochea
Le dijo: — «Mi buen sarjento;
Escriba lueguito el parte
Para en el fusil ponerlo.»
Pronto el señor Necochea
Busca papel i tintero
I en un momentito el parte
Quedó escrito en estos términos:
—«Mi capitan, mi mayor,
Mi comandante: queremos
Que usted nos mande encontrar
Porque ya andar no podemos»
I en el acto el jeneral
Arrancó un palo de un techo,
Lo rajó por una punta
I la plantificó el pliego,
I se lo dió a un chiquillon
Que parecia limeño,
Colla, yanga o chau chau,
Diciéndole:—«¡Como un viento!»
I lo lanza por un llano
Como quien lansa un torpedo…
Dió el indio con la avanzada,
I con bastante recelo
Le entregó la carta al jefe,
Pues temia mas o ménos
Que le dieran una frica
Como lo hacen entre ellos.
El jefe mui conmovido
Leyó el parte i dijo: «Bueno;
Salga un piquete llevándose
A este mozo cusqueño;
I si resulta una trampa
Córtenlo bien medio a medio.»
Se encamina la partida
Guiada del derrotero.
Que el indiesito les dá
Para encontrar nuestros deudos.
No habian andado mucho
Cuando ven venir corriendo
A mi buen Marin que viene
A salirles al encuentro:
Aun no se dan la mano
I Marin llega pidiendo
Un servicio al oficial.
Un servicio no pequeño
Diciéndole: —«Mi teniente,
Hágame el favor, le ruego:
Emprésteme su caballo
Para ver como anda el cuerpo»
A tan estraño pedido
Todos con ganas rieron,
I el teniente le concede,
I el gran jeneral ecéntrico
Monta el caballo i empieza
A talonearlo i correrlo;
A arrancarlo para allá,
I por acá revolverlo,
Cuando en éstas i otras ¡diablos!
¡Ai! no se le cargó al freno
I va Marin en el pingo
Volando con tanto vuelo
Que al saltar un hoyo el manco
Me lo votó limpio al suelo…
Despues de un rato, de allí
Se levantó algo cojuelo
I fué donde sus amigos
Gritando: —«¡Viva el Gobierno!»
Necochea i San Martin
Muchas lágrimas vertieron
Cuando fueron abrazados
Por jefes i subalternos,
Mucha impresion causó a todos
El estado lastimero
De esos tres mártires que,
Por huir del cautiverio
Pasaron tantas penurias
I tan terribles tormentos
¡Solo por amar su Chile
Con el amor verdadero……!
A Necochea llevaron
A ver a su padre enfermo
I aquí no será mi pluma
La que dé el menor destello
De luz sobre la emocion
Que padre e hijo tuvieron.
Solo sé que al buen patriota
Un subteniente lo han hecho,
Por lo que gozo en el alma
Porque eso es premiar el mérito,
¿I a Marincito i el otro?
¡Quien sabe! nada sabemos,
Traslado a quien corresponda,
¿A quién?— A Pinto prefiero,

                                   Anjel C. Lillo.

(1) Por casualidad acertó, no sa-
biendo que habian chilenos por ahí.

Imp. de «Los Tiempos» — Bandera, 24

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Desconfianzas

  —«No lo dudes un momento
Que te amo con lealtad»
Dices en tu juramento
¡Quién sabe si así será!

  No sé que presentimiento
Me asiste cuando me dices:
«Oh! mi adorado tormento,
Que seremos mui felices
No lo dudes un momento!»

  ¿No serán la falsedad,
Los dichos que me has contado
Pruébame, pues, la verdad,
Como yo te lo he probado
Que te amo con lealtad.

  Yo tengo mis fundamentos
Para creerte… falsario;
Lo digo i mucho lo siento,
Aunque todo lo contrario
Dices en tu juramento.

  En fin, con poca bondad
Me dices cuando nos vemos,
Que hartos de felicidad
Andando el tiempo estaremos.
Quié sabe si así será!

       Anjel C. Lillo.

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Quejas amorosas.

  Ingrato, cruel, ¿hasta cuando
Te burlas de mis amores?
Ya veis que te amo tanto
Sin merecer tu favores!

  Desde que te estoi amando,
Vivo, mi almita, por tí
Dia i noche suspirando.
I tú me tendrás así
Ingrato, cruel, ¿hasta cuándo?

  Las amarguras mayores
Que sufro por merecerte
Me las pagas con rigores,
I en vez de unirme a tu suerte
Te burlas de mis amores.

  ¡Nó, pues, mi cielo, mi encanto,
Basta ya de ingratitudes!
Abrígame con tu manto;
Oid mis solicitudes
Ya veis que te amo tanto!

  ¡No desoigas mis clamores
Si quieres verme vivir;
No prolongues mis dolores
Porque no podré existir
Sin merecer tus favores!

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La guerra de sorpresa adoptada
por los peruanos

  Saben hacer los peruanos
Guerra mejor que un canibal:
A los heridos chilenos
Los matan i los calcinan.

  El don Lisandro Montero,
Guapo ya tan afamado —
Como lo fué el cholo Prado —
¿Creerán? de montonero
Se ha lanzado el caballero
Sobre mis nobles paisanos.…
Oh! pueblos americanos,
Pueblos todos de la tierra
Vean que clase de guerra
Saben hacer los peruanos.

  Sus crímenes cometidos
Con tanta barbaridad
Un dia, en Tarapacá,
¿Son de todos conocidos?
¿Qué hacen con nuestros heridos
Que en unas chosas se asilan:
¡A tomarlos no se animan
I prenden fuego a los ronchos!….
Hacen, pues, los cholos chanchos
Guerra mejor que un canibal.

  Cazadores del Desierto:
Ocho han sido hechos ceniza
En Tambillo… ¡Esto es horroriza!
Pronto el terrible escarmiento!
Que es ridiculo, por cierto,
Que nos quedemos serenos
O tardemos, por lo ménos.
En reventar ese vicho
Que dá muerte, como he dicho
A los heridos chilenos!……

  Siga en su guerra de asalto
El salvaje incorrejible,
Pero que el diablo lo libre
Si el roto lo caza al salto;
Porque ya ha habido un reparto
De órdenes que determinan:
—«A esos brutos que asesinan
A indefensos mutilados;
Cuando los pillen, soldados,
Los matan i los calcinan.»

  Tambien a mi Galvarino
Se le dió este decretito:—
«No deje usted puertecito
Parado, del cholo indino.»
¡Bravo! que andubo con tino
Mi amigo Sotomayor!
—¿Pirolita dictador:
Te van a sacar de quicio,
Cuando hasta el dia del juicio
Creías guerrear, señor!

       Anjel C. Lillo.

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Campero avanza sobre Tarapacá

  Con muchisima ansiedad
Viene marchando Campero:
De Krupp, Grass i Comblain
Salva se le hará al guerrero.

  Por un parte se ha sabido
Que por el Tamagural
Viene en marcha el jeneral
Campero, el mui aguerrido,
I que viene dirijido,
Ya se sabe con verdad,
Con rumbo a Tarapacá:
Camine pus, de carrera,
Vuele que el zunco lo espera
Con muchísima ansiedad!

  Póngase alas, si es posible
I vuele por el desierto
A ver el recibimiento
Que le hará el roto invencible,
Ese ser indestructible,
Cuyo corazon de acero
Ya conoce el mundo entero,
Ese roto que lloró
De gusto cuando esto oyó:
«Viene marchando Campero.»

  ¡Que llegue; que su demora
Dá la mayor de las pénas,
A esas huestes chilenas
Que ya el deseo devora,
Que no ven la misma hora
De ver al espadachin
Para meterle, por fin,
A él i a sus aguilitas:
Un millón de pildoritas
De Krupp, Grass i Comblain.

  Mi tocallo Eusebio Lillo,
Volando al norte regresa,
Llevando órden espresa
Para que al señor caudillo
Aimará, con todo brillo,
Con un lujo verdadero
Digno de tal caballero,
Se le hagan los honores
Como a Buendía en Dolores,
Salva se le hará al guerrero.

  En fin, a forzada marcha
Vuelvo a repetir, que avance
Ese que viene a estrellarse
Con el roto espalda ancha
Que ya lo aguarda en la cancha
Con su modo acostumbrado
Cual es: a coton quitado,
Con un pié hácia adelante
I en una mano el brillante
I agudo corvo, afilado,

       Anjel C. Lillo.

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La batalla de Camarones

  Con el coronel Melgar
Volaron los peruleros
Como no vuelvan los zorros
En los apuros mas fieros.

  Trescientos hombres marcharon
De Arica en una avanzada
I llegan a la quebrada
Camarones, donde armaron
Su cuartel, i atrincheraron
El campo, para esperar
Que allí los fuese a buscar
El enemigo. ¡I creian
Vencerlo, porque venian
Con el coronel Melgar!!

  Pero, ¡ai! se han ido a meter
De repente a esos terrenos
Unos cien diablos chilenos,
Diablos a mas no poder,
Que les principian a hacer
Unos tiros tan certeros
A los trescientos carneros.
Seguidito en lo que es panza
Que al horror de tal matanza
Volaron los peruleros.

  —«¡Volar Garcías Garcías!»
Fué la voz del coronel;
I hacen volar el cuartel,
I aquellas liebres bravías
Buscan a las cerranías
Por fragosísimos morros,
Como huanacos, cachorros,
Huyendo de nuestras balas,
¡Volando en faldas tan malas
Como no vuelan los zorros!

  I siendo así, muchos muertos
Han tenido los cholitos,
I sino arrancan! —toditos,
Bien cabales los trescientos,
Quedan allí boquia abiertos!…………
¿I han muerto nuestros guerreros?
—¡Uno de los granaderos!
¡Vivan los cien espartanos
Que han puesto a tantos peruanos
En los apuros mas fieros!!

  Ya ven, pues, hijos del Sol
Como el chileno los raja,
Aunque luche en desventaja
Cuando les carga a espolon……
Cuando le dan un malon
Dos, tres cholos, ¡agua! que lesos:
Les hace harina los huesos;
No les deja un diente, a combo
I luego… les cala el corvo
I los deja pati-tiezos.

       Anjel C. Lillo.

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Diálogo entre dos cholos
al visitar el «Huáscar» chileno
las playas del Callao

  — ¿Veis, perro, aquel humito?
—Sí, burro; prestad el antejo.
Pues si no me engaña el ojo
Es el «Huáscar», el mismito…
¡El es, el bonito;
Ve su gallarda figura,
Su aire marcial, su hermosura,
Miradlo, tan imponente!
— I viene, seguramente
A bloquearnos, ¡Qué lisura!

  —¿Qué trae atrás el coloso?
Una bandera maldita,
Que no le sienta nadita!
Vean que inri afrentoso
Trae ahora el mas glorioso
Buque de este gran oceano,
Oh! trapo inmundo, profano!
¿Quién se atrevió a enarbolarte
Sobre ese barco jigante
Que es el orgullo peruano?

  ¡Bueno el leso! Qué te ha dado
¿Te ha vuelto loco Pirola?
Esa nave ya no es chola
Desde que la ha capturado…
—¡Ya, ya, el Chile condenado!
Se me olvida de repente;
Lengua de tierra insolente!
—Que a dos naciones aflija.
—I parece lagartija!
Pegada del continente.

  —¿Vendrá al puerto el picaron?
Mucho lo quiero i lo estimo:
Pero a bala lo recibo
Aunque me muera de horror.
¿Por qué no viene, mejor
Galvaro en sus armastostes,
Con su flota de hotentotes,
Vichos de ese Chile inicuo!
—Que a pesar de ser tan chico
Nos zurra tantos azotes.

  ¡Maldito tonto Latuerta!
Ladraste como un mastino.
Mas, la rueda del destino
Que tanto ya nos afrenta,
Confio que en una vuelta,
A Chile le dé en la nuca.
—Ai, ai, ai, si, si, añañuca!
—I entónces vendra, de cierto
Nuestro «Huáscar» a este puerto
Como barco de Churruca.

       Anjel C. Lillo.

Imp. de «Los Tiempos» — Bandera, 24

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